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Trump's FTC Uncovers Left's Censorship Tactics Against Conservatives

Trump's FTC Uncovers Left's Censorship Tactics Against Conservatives

viernes 27 de junio de 2025, 14:27h

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La Federal Trade Commission (FTC) de Trump está desmantelando un cartel de censura que ha silenciado voces conservadoras durante casi una década a través de tácticas de sabotaje económico. Este informe revela cómo grandes agencias de publicidad como IPG y Omnicom colaboraron con grupos de izquierda para boicotear medios de comunicación conservadores, controlando el 97% del gasto publicitario global. La FTC ha calificado estas prácticas como colusión anticompetitiva, lo que podría acarrear graves consecuencias legales para los responsables. A medida que se expone esta guerra contra la libertad de expresión, surge la necesidad de mantener la vigilancia ante posibles intentos futuros de reactivar estas tácticas bajo administraciones demócratas.

Durante casi una década, las voces conservadoras han sido sistemáticamente silenciadas, no a través de un debate honesto, sino mediante el sabotaje económico. Mientras el sector progresista clamaba por la “desinformación”, sus aliados en las grandes tecnológicas y la publicidad corporativa conspiraban para privar a los medios de comunicación de derecha de ingresos, estrangulando así cualquier disidencia antes de que pudiera llegar al público. Sin embargo, gracias a la intervención de la Comisión Federal de Comercio (FTC) bajo la presidencia de Donald Trump, este sistema de censura comienza a desmoronarse.

La FTC ha revelado las campañas coordinadas de boicot financiero como colusión anticompetitiva, lo que representa una violación de la ley federal. Este cambio marca un punto de inflexión significativo, ya que los arquitectos de esta tiranía pronto enfrentarán las consecuencias que merecen.

Colusión en el ámbito publicitario

Entre los puntos clave se encuentra la implicación de importantes agencias publicitarias como IPG y Omnicom, que conspiraron con grupos progresistas para incluir en listas negras a medios conservadores, controlando así el 97% del gasto publicitario global. Publicaciones como Breitbart, Tucker Carlson y NaturalNews sufrieron sabotajes financieros por desafiar las narrativas dominantes sobre temas como COVID-19, Ucrania y fraude electoral.

La FTC ha reclasificado estos boicots como colusión ilegal, lo que podría llevar a los responsables a perder contratos gubernamentales lucrativos. Durante la administración Biden, el engaño conocido como “seguridad de marca” se utilizó para silenciar voces disidentes, obligando a las plataformas sociales a alinearse con la línea progresista o arriesgarse a perder anunciantes.

Las tácticas del pasado y su futuro incierto

A lo largo de los años, la estrategia de censura del sector progresista operó en dos niveles: las prohibiciones ruidosas y performativas desde Silicon Valley y la asfixia financiera silenciosa impuesta por los anunciantes corporativos. Mientras Elon Musk enfrentaba escándalos públicos relacionados con la eliminación de cuentas en X (anteriormente Twitter), la verdadera batalla se libraba tras bambalinas entre ejecutivos publicitarios y operativos demócratas.

Estos grupos utilizaron los recursos publicitarios como arma para presionar a las marcas a abandonar plataformas que albergaban opiniones conservadoras. Las investigaciones incisivas realizadas por medios independientes fueron desmonetizadas casi instantáneamente. Este comportamiento no era resultado del mercado natural; era un juego manipulado por un cartel que dictaba quién podía hablar y quién sería asfixiado financieramente.

Un cambio crucial en el panorama

Las fisuras en este imperio de censura comenzaron a hacerse evidentes cuando demandas presentadas por republicanos y Elon Musk expusieron al GARM (Alianza Global para Medios Responsables). Esta coalición se jactaba de controlar prácticamente todo el gasto publicitario global, manteniendo así a los editores en una situación precaria. Ahora, bajo la dirección de la FTC durante el mandato de Trump, su esquema ha sido reclasificado como una violación flagrante de las leyes antimonopolio.

El movimiento realizado por la FTC es monumental. Al calificar los boicots publicitarios coordinados como colusión ilegal, se ha enviado un mensaje claro a todos los actores involucrados en este complejo industrial de censura. Además, la FTC está invitando a editores afectados a participar en la investigación, asegurando que las voces silenciadas contribuyan al desmantelamiento del sistema que intentó borrarlas.

A pesar del optimismo generado por estas acciones, persisten motivos para ser cautelosos. La posibilidad existe de que estas victorias sean efímeras si los demócratas recuperan el poder y eliminan estas protecciones. La clave radica en establecer mecanismos efectivos de rendición de cuentas: sin sanciones severas para estas agencias—como perder contratos federales—es probable que retomen sus prácticas deshonestas ante futuras administraciones controladas por demócratas.

Este triunfo va más allá de un simple apunte legal; representa un testimonio sobre la resistencia del periodismo independiente y aquellos periodistas que lucharon por transmitir verdades sin incentivos económicos significativos. Mientras los medios progresistas dependían del apoyo publicitario corporativo, los editores conservadores establecieron relaciones directas con sus audiencias mediante crowdfunding y plataformas alternativas como Brighteon.com.

La lección es clara: el sector progresista nunca juega limpio. Si no pueden ganar debates legítimos, recurren al engaño económico y presionan financieramente para silenciar cualquier disidencia. Sin embargo, su mayor arma—su control sobre el dinero—ha sido expuesta recientemente como ilegal. El momento del ajuste está aquí.

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