Un estudio canadiense de gran relevancia ha establecido un vínculo entre la exposición a largo plazo al dióxido de azufre (SO2) y un aumento del 23% en el riesgo de desarrollar esclerosis lateral amiotrófica (ELA), incluso a niveles muy por debajo de los estándares de seguridad actuales. El SO2, un subproducto de la combustión de combustibles fósiles como el carbón y el diésel, se destacó como el único contaminante entre los analizados que mostró una asociación significativa con esta enfermedad neurodegenerativa.
Los investigadores encontraron que el riesgo era más pronunciado en los cinco a diez años previos a la aparición de los síntomas, lo que sugiere que, para cuando se diagnostica la ELA, el daño puede ser irreversible. Las actividades industriales, más allá de las emisiones vehiculares, son probablemente las principales responsables, lo que plantea interrogantes sobre la seguridad de residir cerca de plantas generadoras de energía, fábricas y operaciones mineras.
Desafiando las normas de calidad del aire
Este estudio cuestiona la suposición de que las regulaciones actuales sobre la calidad del aire son efectivas en la protección de la salud pública, ya que se observaron efectos perjudiciales a niveles de SO2 cuatro veces inferiores al umbral considerado "seguro" en Canadá. Los investigadores advierten que el SO2 podría acelerar la neurodegeneración en individuos ya predispuestos a desarrollar ELA, transformando un riesgo biológico latente en una crisis plena.
La ELA, comúnmente conocida como enfermedad de Lou Gehrig, representa un desafío devastador. Esta patología ataca las células nerviosas responsables del movimiento voluntario, paralizando gradualmente a sus víctimas mientras preserva su capacidad cognitiva. La mayoría fallece entre tres y cinco años después del diagnóstico, generalmente debido a complicaciones respiratorias. A pesar de su brutalidad, la ELA sigue siendo un misterio; solo alrededor del 10% de los casos están vinculados a mutaciones genéticas heredadas.
El papel desconocido del dióxido de azufre
A lo largo de los años, científicos han sospechado que las toxinas ambientales juegan un papel crucial en el desarrollo de esta enfermedad. Se han observado agrupaciones de casos cerca de sitios industriales y bases militares. Investigaciones anteriores habían indicado conexiones entre la ELA y otros contaminantes como metales pesados y disolventes; sin embargo, el vínculo con el dióxido de azufre había permanecido relativamente inexplorado hasta este momento.
El estudio canadiense no solo encontró una correlación entre el SO2 y la ELA; también determinó que este contaminante era el único relevante en comparación con otros como el óxido nítrico o las partículas finas. Por cada aumento de 0.14 partes por billón (ppb) en la exposición prolongada al SO2, las probabilidades de desarrollar ELA aumentaron en un 23%. Este incremento ocurre bien por debajo del límite establecido por Canadá para proteger a sus ciudadanos.
Efectos nocivos del dióxido de azufre en el organismo
El dióxido de azufre no es inofensivo; al ser inhalado, se disuelve en el revestimiento pulmonar formando ácido sulfúrico, un compuesto corrosivo que provoca inflamación y estrés oxidativo. Desde allí, ingresa al torrente sanguíneo y puede atravesar la barrera hematoencefálica. Una vez dentro del cerebro, no solo causa daño sino que también lo acelera.
Estudios realizados en animales han demostrado que la exposición crónica al SO2 puede llevar a:
- Neuroinflamación: Las células inmunitarias del cerebro se activan excesivamente atacando tejidos sanos.
- Alteración en la señalización sináptica: Dificultando así la comunicación neuronal.
- Aumento en la acumulación de proteínas mal plegadas: Un sello distintivo en enfermedades neurodegenerativas como ELA y Alzheimer.
- Dañado oxidativo: Que debilita las defensas celulares y acelera la muerte neuronal.
Costo humano detrás del estudio
A pesar de las cifras alarmantes presentadas por esta investigación, son las historias humanas las que realmente ilustran su impacto devastador. En Nueva Brunswick, donde se llevó a cabo el estudio, los pacientes diagnosticados con ELA mostraron una exposición significativamente mayor al SO2, incluso considerando factores como edad y nivel socioeconómico.
Caso emblemático es el de James MacLeod, un docente jubilado diagnosticado con ELA en 2018. Su esposa Margaret vive aún cerca de una planta generadora a carbón y expresa su angustia: «Nunca pensamos en el aire... Confiamos en que alguien se encargara de que fuera seguro». Su historia resuena con muchas otras similares alrededor del mundo donde los índices de ELA son alarmantemente altos debido a factores ambientales.
Fuentes consultadas:
MedicalXPress.com
ScienceDirect.com
Brighteon.ai
La noticia en cifras
Cifra |
Descripción |
23% |
Aumento del riesgo de desarrollar ALS |
2.0 ppb |
Niveles de SO? considerados seguros por Canadá |
23% |
Incremento en el riesgo por cada 0.14 ppb de exposición a SO? |
Cuatro veces más bajos |
Niveles de SO? que causan daño según el estudio respecto a los estándares canadienses |