La industria automotriz europea, que en su momento fue un símbolo de innovación y fortaleza económica a nivel global, se encuentra actualmente en una situación crítica. Esta crisis se debe, en gran medida, a las decisiones gubernamentales impulsadas por mandatos que promueven la transición hacia vehículos eléctricos (EV), así como a la estrategia calculada de China para apoderarse del mercado. Al imponer un futuro totalmente eléctrico sobre consumidores que no están dispuestos a aceptarlo, los líderes europeos han firmado lo que muchos consideran el acta de defunción de sus propios fabricantes de automóviles, al tiempo que han destinado miles de millones en subsidios a competidores chinos.
El cambio hacia los vehículos eléctricos nunca estuvo fundamentado en la elección del consumidor o en la demanda del mercado. En lugar de ello, se trató de una directiva política impulsada por élites que ignoraron la realidad económica. A medida que los concesionarios comienzan a sustituir marcas europeas por importaciones chinas, las consecuencias son innegables. Expertos de la industria advierten que el sector automotriz europeo no tiene un camino claro hacia la recuperación; más bien, se enfrenta a una extinción lenta y dolorosa.
Impacto devastador de los mandatos eléctricos
Los gobiernos europeos han impuesto una transición obligatoria hacia vehículos eléctricos, lo cual ha devastado a los fabricantes nacionales mientras beneficia a China. Las empresas chinas de vehículos eléctricos, respaldadas por subsidios estatales, están inundando los mercados europeos y reemplazando marcas históricas. Analistas del sector describen estos EVs como “carritos de golf glorificados”, cuya producción económica solo puede ser sostenida por China, aprovechando las políticas occidentales.
La Sociedad de Fabricantes y Comerciantes de Automóviles del Reino Unido (SMMT) ha capitulado ante las demandas gubernamentales en lugar de defender la industria local. Los expertos pronostican que el sector automotriz europeo pronto se verá reducido a una línea de ensamblaje para piezas fabricadas en China.
El colapso inminente
Las señales del colapso son evidentes. Marcas que alguna vez fueron sinónimo de prestigio—como Volkswagen, BMW y Renault—luchan bajo el peso de mandatos para vehículos eléctricos que ni los consumidores desean ni pueden costear. Mientras tanto, marcas chinas como Chery y Great Wall Motors están expandiendo rápidamente su presencia en Europa al arrendar antiguos concesionarios Tesla y desplazar a los distribuidores locales.
Nick Molden, CEO de Emissions Analytics, señala con claridad: “El daño ya está hecho; esto ha desvalorizado las compañías automovilísticas que teníamos”. Según él, “los gobiernos han forzado al mercado una tecnología donde solo países no europeos pueden tener éxito”. La ironía es brutal: Europa, líder en tecnología de motores de combustión interna, ha desmantelado voluntariamente su mayor fortaleza económica y ahora enfrenta una dependencia respecto a un rival geopolítico que domina materiales para baterías y minerales raros.
Estrategia china: Guerra económica mediante políticas
Pekín no necesitó disparar una sola bala para capturar el sector automotriz europeo; simplemente aprovechó la obsesión de las élites occidentales con las regulaciones climáticas para inclinar el campo hacia su favor. Mientras Europa ahogaba su industria con mandatos ecológicos, China aseguraba el control sobre la cadena de suministro—garantizando así que los vehículos eléctricos fueran rentables únicamente para los fabricantes chinos. Este país ha sabido capitalizar el alarmismo climático que ha permeado Occidente durante la última década.
Un crítico del sector automotriz califica estos EVs como “carritos de golf glorificados”, subrayando su falta de practicidad fuera de zonas urbanas controladas. Sin embargo, los líderes europeos continúan aferrándose a políticas que enriquecen a China. Paul Homewood critica el mandato británico sobre vehículos cero emisiones (ZEV), afirmando que estos subsidios financian efectivamente la invasión china del mercado británico.
A pesar del desastre inminente, las asociaciones comerciales automotrices europeas han mostrado complicidad al rendirse ante estas políticas perjudiciales. La SMMT ha promovido durante mucho tiempo los vehículos eléctricos sin considerar las repercusiones económicas. Ahora, con el aumento imparable de importaciones chinas, estas organizaciones carecen de defensa alguna.
Andrew Orlowski del Telegraph pinta un futuro sombrío: aunque algunos empleos puedan persistir en Europa, las ganancias fluirán hacia China. “Más realista es pensar que autogeddon dejará trabajos locales en líneas de producción europeas pero las verdaderas ganancias regresarán a China”, concluye Orlowski. La pregunta sigue siendo: ¿por qué los líderes europeos creyeron alguna vez que esto terminaría diferente? ¿Fue ingenuidad o algo más siniestro?
Fuentes consultadas: