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España, perdón por civilizar
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(Foto: La Moncloa)

España, perdón por civilizar

Por Jorge Molina Sanz
miércoles 15 de octubre de 2025, 23:27h

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Contra la leyenda negra, por la memoria y la dignidad.

Apenas servido el café, el marino masculla:

— Hemos tenido nuestra Fiesta Nacional, con un Pedro Sánchez huido, un Abascal que no está ni se le espera y un gobierno que cree poco en España, tacha de «fachosfera» a los que sienten el orgullo de ser español y que no nos defiende ante el absurdo de tener que pedir perdón por lo que «no» hicimos, la llamada «Leyenda Negra».

Mentiras y propaganda, como la del expresidente de México, López Obrador y su sucesora, Claudia Sheinbaum o Gustavo Petro, con su discurso de «la espada y la cruz», un exterrorista que siempre «desaparecido» en los viajes oficiales para sus juergas y como dice el dicho: «con estos bueyes hay que arar». Lo más deprimente, ciertos sectores políticos callan o asienten y no se atreven a decir que lo que llevamos fue civilización, lengua —respetando las autóctonas—, derecho y ciencia.

La joven profesora con un rictus comenta:

—Basta abrir un libro de historia. Mientras los colonos ingleses arrasaban y segregaban pueblos nativos, España fundaba universidades —Harvard nació en 1636 un siglo después—, mestizaba e integraba.

Los indígenas eran súbditos de la Corona, con derechos y deberes, las Leyes de Indias, reconocían su libertad y prohibían su esclavitud. Ninguna potencia europea del siglo XVI puede mostrar un precedente semejante.

Pero la propaganda hizo su trabajo porque la Leyenda Negra fue una manipulación británica y holandesa. Lo lamentable es que, no se haya revertido y se siga repitiendo el mismo libreto.

Otro mito rentable, el supuesto expolio. Diferentes historiadores lo han cuantificado; el oro y la plata llegados de América fue una cantidad mucho menor de lo que se repite. Según los registros de la Casa de Contratación de Sevilla, en tres siglos se recibieron unas 180 toneladas de oro y 17.000 de plata —la extracción actual de algo más de un año—. De hecho, a mediados del siglo XVII España estaba arruinada y América seguía prosperando.

No hubo saqueo, sino intercambio, porque gran parte de los minerales extraídos se utilizaron para construir infraestructuras, imprentas, universidades, hospitales, acueductos y cabildos municipales.

Ni hubo exterminación. Los descendientes de aquellos pueblos no están desaparecidos, hablan español, sus lenguas autóctonas y se apellidan López, Pérez u Obrador —comenta irónica—, pero la propaganda no nos dice dónde están hoy los cheroqui o los sioux.

Añade el marino:

—Gran parte de la izquierda española e independentista ha asumido esa patraña, incluso en algunos, es parte de su programa político. Prefiere pedir perdón antes que reivindicar. Yolanda Díaz habla de «colonialismo y patriarcado» en América, Irene Montero lo une a su cruzada ideológica de género, Pablo Iglesias habla de «racismo institucional», una pléyade de imberbes políticos con excesivo protagonismo y Pedro Sánchez calla cuando mandatarios como Petro o Sheinbaum nos insultan, pero dan lecciones de progresismo.

Eso es lo más irritante No hay país europeo que se autoflagele tanto. Francia presume de Napoleón, Inglaterra, de sus corsarios, ennobleciéndolos, —ríen— como Sir Francis Drake. Nosotros, en cambio, pedimos perdón por haber llevado el derecho, lengua y cultura a medio mundo. Se nos olvidó que el español lo hablan casi seiscientos millones de personas.

Esa es nuestra verdadera herencia, no una culpa imaginaria.

El problema es que esa visión acomplejada se ha filtrado en la educación y en los medios. Los manuales de historia reducen tres siglos de presencia en América a una caricatura de conquistadores sedientos de sangre y oro. Se habla de «expolio» y no del mestizaje, de las universidades, las catedrales o los hospitales fundados por misioneros y se obvia que la decadencia de hispanoamericana se produce con su independencia, pero la culpa es de España.

Mientras en nuestras aulas, amar la bandera o sentirse orgulloso de tu país se tacha de retrógrado y «facha».

La joven profesora retoma:

—Esto forma parte de los proyectos políticos populistas que siempre necesitan encontrar culpables. Se culpa a España de todo del pasado, presente, futuro y de lo que no ocurre.

Curiosamente, en Hispanoamérica, a pesar de los discursos populistas y de dictadores, muchos reconocen la herencia hispánica con respeto. El idioma, el derecho y la fe son raíces comunes, España puede sentirse orgullosa de haber tejido esa comunidad cultural, en lugar de pedir perdón por haber existido.

En el fondo, lo que molesta a algunos es que España hizo el primer proyecto global moderno. Unió continentes, abrió rutas, mezcló razas y dejó una impronta que sobrevive cinco siglos después, pero callar ante las mentiras es una forma de cobardía; el silencio de los tibios.

Hoy deberíamos sentir orgullo, no culpa. Por una historia compleja, con sombras, pero también con luces y grandeza. Como recordaba Jovellanos «la ignorancia de la historia es la fuente de todos los males públicos».

El marino sentencia:

—Hoy toca dar vivas a España que no tiene que pedir perdón por civilizar, sino reprobar a quienes la empequeñecen con sus complejos y mentiras. Los pueblos grandes son los que se atreven a mirar su historia sin vergüenza.

Jorge Molina Sanz

Agitador neuronal

[email protected]

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