El té verde, una bebida milenaria con origen en China, ha sido objeto de estudio por sus posibles beneficios para la salud a largo plazo. Este elixir se elabora a partir de las hojas de la planta ‘Camellia sinensis’ y contiene un compuesto conocido como galato de epigalocatequina (EGCG), que presenta propiedades neuroprotectoras y antienvejecimiento, según investigaciones recientes.
Investigación sobre el EGCG
Una investigación publicada en la revista GeroScience utilizó un modelo de ratones envejecidos para analizar los efectos del EGCG en el hipocampo, una región cerebral esencial para la memoria y el aprendizaje, que tiende a deteriorarse con la edad. Los resultados revelaron que este compuesto puede mitigar significativamente un proceso biológico conocido como senescencia celular en las neuronas.
La senescencia celular es un mecanismo relacionado con el envejecimiento, donde las células dejan de dividirse y liberan sustancias inflamatorias que afectan el tejido circundante, contribuyendo al declive funcional. En este contexto, los hallazgos sugieren que el EGCG podría desempeñar un papel crucial en la preservación de la función cognitiva.
Mejoras en funciones cognitivas
A nivel conductual, los ratones envejecidos tratados con EGCG mostraron una mejora notable en su rendimiento durante pruebas diseñadas para evaluar su memoria y capacidad de aprendizaje. Su desempeño en laberintos acuáticos fue comparable al de roedores más jóvenes, lo que indica una posible preservación de sus capacidades cognitivas.
El estudio también identificó un mecanismo molecular subyacente importante: se propone que el EGCG activa una enzima llamada SIRT1, reconocida por su papel en la regulación de la longevidad celular y la estabilidad genómica. Este descubrimiento resalta el potencial del té verde como un aliado en la lucha contra los efectos del envejecimiento cerebral.
Limpieza celular y salud neuronal
Además, se observó que el tratamiento con EGCG estimula el proceso de autofagia, un mecanismo natural mediante el cual las neuronas descomponen y reciclan proteínas tóxicas y componentes disfuncionales acumulados con el tiempo. Este proceso es fundamental para mantener la salud y energía de las células cerebrales a lo largo de la vida.
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