El nombre de Josef Mengele es sinónimo de terror y representa lo más oscuro de la humanidad. Conocido como el ‘Ángel de la Muerte’, Mengele fue responsable de realizar experimentos médicos inhumanos en prisioneros del campo de concentración de Auschwitz y formó parte del grupo que decidía quiénes serían ejecutados en las cámaras de gas.
A diferencia de otros altos mandos nazis, Mengele murió sin haber enfrentado a la justicia. Falleció a los 67 años debido a un ataque al corazón mientras se encontraba de vacaciones en Brasil, donde vivió oculto durante 17 años. En 1979, las autoridades lo conocían como Wolfgang Gerhard, un ciudadano ajeno al horror del III Reich que había asolado Europa décadas antes.
La complicidad en su ocultamiento
A pesar de su habilidad para desaparecer tras el final de la Segunda Guerra Mundial, su prolongada y tranquila estancia en Brasil fue posible gracias a la cooperación incondicional de Liselotte Bossert, una maestra que, junto a su esposo, lo protegió durante al menos una década. Años después, los servicios de inteligencia israelíes, específicamente el Mossad, le otorgaron una considerable compensación económica a Bossert, quien admitió tener simpatías por el nazismo.
La periodista brasileña Betina Anton revela esta historia en su libro titulado ‘Tras la pista de Mengele: cómo una red nazi dio refugio al ‘Ángel de la muerte’ en Brasil’. Su investigación abarcó varios años e incluyó testimonios directos y documentos desclasificados que corroboran el sorprendente pago a la maestra.
Un secreto revelado
Bossert enseñaba en un colegio alemán en São Paulo y era percibida como una mujer encantadora. Sin embargo, cuando Anton tenía seis años, notó que su apreciada maestra desapareció repentinamente y fue reemplazada por otra profesora. Esto ocurrió en 1985.
«Era solo una niña y no sabía nada sobre los nazis ni sobre la Segunda Guerra Mundial. Pero sentí fuertemente que algo muy malo había sucedido con mi profesora», declaró Anton.
La búsqueda de justicia
Años después del fallecimiento de Mengele, Liselotte Bossert se encargó del papeleo relacionado con su entierro bajo el nombre falso. No fue hasta seis años después que se descubrió que Wolfgang Gerhard era realmente Josef Mengele. A pesar del escándalo, la justicia brasileña solo procesó a Bossert por falsedad documental relacionada con el entierro, un caso que se extendió hasta 1997. Aunque fue condenada a dos años de prisión, el delito ya había prescrito y nunca cumplió condena.
En sus investigaciones para el libro, Anton visitó a Bossert en su hogar y obtuvo su versión sobre los hechos. La maestra no mostró signos de arrepentimiento por haber ayudado a un criminal como Mengele; para ella, simplemente era un amigo al que apoyó en momentos difíciles.
Compensación por silencio
Durante las conversaciones con Bossert, esta mencionó que había mucho dinero involucrado pero no aclaró a qué se refería. Posteriormente, reveló que debía permanecer callada para proteger a su familia y porque se lo había prometido a los judíos, lo cual despertó aún más la curiosidad de Anton.
Poco después del anuncio oficial sobre la muerte de Mengele, el Mossad comenzó a dudar sobre la veracidad del informe. Menachem Russak, quien lideraba las operaciones para capturar nazis fugitivos, desconfiaba profundamente y consideraba que todo podría ser una invención.
Pago por testimonio veraz
A mediados de los años ochenta, solicitaron a Bossert someterse a una prueba de polígrafo para verificar sus afirmaciones sobre la muerte de Mengele. Después de cuatro años negándose, finalmente aceptó bajo la condición de recibir 100.000 dólares; tras negociaciones se acordó un pago final de 45.000 dólares.
Bossert pasó la prueba con éxito y el Mossad cumplió con su parte del acuerdo. Documentos desclasificados posteriormente confirmaron este insólito pago hecho a alguien que había encubierto al criminal nazi.
Mengele y el miedo al Mossad
Mengele temía al Mossad debido al secuestro previo del nazi Adolf Eichmann, un caso ampliamente cubierto por los medios que llevó incluso a reflexiones filosóficas sobre el mal perpetrado por el régimen nazi.
En medio del revuelo causado por este secuestro, Mengele decidió abandonar Paraguay y establecerse en Brasil donde formaría vínculos cercanos con Liselotte Bossert y su esposo. Inicialmente desconocían su verdadera identidad; solo después comprendieron quién era realmente.
Evidencias documentales
A medida que avanzaban sus investigaciones, Betina Anton descubrió cartas escritas por Mengele durante su estancia en Brasil. Estos documentos muestran aspectos cotidianos sin hacer mención alguna sobre sus atroces crímenes pasados.
La vida cotidiana de Mengele en Brasil no fue triste ni estuvo marcada por la pobreza, tal como afirmó su hijo Rolf en entrevistas posteriores. Tenía amigos locales con quienes compartía intereses culturales y disfrutaba actividades recreativas.
Finalmente, los restos mortales de Josef Mengele fueron utilizados como material educativo en clases de anatomía forense en São Paulo hasta hace poco tiempo.
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La noticia en cifras
| Cifra |
Descripción |
| 100,000 |
Monto solicitado por Liselotte Bossert al Mossad |
| 45,000 |
Monto final pagado por el Mossad a Liselotte Bossert |
| 17 |
Años que Josef Mengele vivió oculto en Brasil |
| 2 |
Años de condena a Liselotte Bossert por falsedad de documentos |
Si (
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