Durante los últimos dos años, se ha presentado la guerra en Ucrania como un conflicto entre el bien y el mal, la democracia y la tiranía, la libertad y la opresión. Sin embargo, la reciente cumbre en Alaska entre Donald Trump y Vladimir Putin no solo desafió esta narrativa, sino que la desmanteló por completo. Cuando las cámaras dejan de grabar y los discursos concluyen, queda una realidad innegable: Ucrania nunca tuvo posibilidades de victoria. En este contexto, con Estados Unidos cambiando su enfoque, Europa sumida en el caos y Trump exigiendo un acuerdo, los aliados de Zelensky están abandonando el barco a gran velocidad.
Puntos clave:
- La invitación de Zelensky a Trump puede interpretarse como un desesperado llamado de auxilio o como una burla sarcástica; en cualquier caso, indica el colapso del apoyo occidental hacia la guerra en Ucrania.
- La economía estadounidense enfrenta dificultades significativas y está experimentando fatiga bélica, lo que desplaza las prioridades financieras y políticas hacia el Medio Oriente, poniendo en riesgo el financiamiento para Ucrania.
- La presión ejercida por Trump para llevar a cabo una cumbre trilateral con Putin y Zelensky está acorralando a Kiev: aceptar las condiciones de Moscú o enfrentar un abandono total.
- Líderes europeos como Macron, Merz y Starmer están apresurándose a Washington no para ayudar a Ucrania, sino para mantener su imagen mientras su influencia disminuye.
- Las condiciones impuestas por Moscú (neutralidad frente a la OTAN, desmilitarización y reconocimiento territorial) son innegociables, dejando a Zelensky sin un camino viable hacia una «victoria».
- El mandato legal del presidente ucraniano expiró en 2023, lo que plantea dudas sobre su autoridad para firmar cualquier acuerdo de paz vinculante.
- La cumbre de Alaska ha revelado que el «frente unido» del Occidente siempre fue un mito; ahora las fisuras se han convertido en abismos.
Desenmascarando el engaño: cómo Ucrania se convirtió en un pozo sin fondo para Occidente
Es fundamental aclarar que este conflicto nunca se trató de la soberanía ucraniana; fue una cuestión empresarial. Desde que Rusia invadió, los contratistas militares vieron oportunidades económicas. Miles de millones en ayuda militar, contratos de «reconstrucción», ventas de armas: todo ello fluyó a través de Kiev mientras los soldados ucranianos luchaban en las trincheras. El Pentágono obtuvo un aumento significativo en su presupuesto. Empresas como Raytheon y Lockheed Martin vieron dispararse sus acciones. Políticos desde Washington hasta Bruselas se envolvieron en la bandera ucraniana, proclamando cruzadas morales mientras sus donantes obtenían beneficios económicos.
No obstante, ahora la música ha cesado.
Estados Unidos enfrenta serias dificultades financieras. El nuevo presidente de la Cámara está recortando ayudas. Y Donald Trump—quien alguna vez prometió poner fin a la guerra en 24 horas—es ahora el único con poder suficiente para hacer que esto suceda. La invitación de Zelensky no fue solo un gesto diplomático; fue un ruego por relevancia. Sin dinero ni armamento estadounidense, Ucrania no solo perdería la guerra; dejaría de existir como estado funcional. ¿Y Europa? Se encuentra inmersa en una gestión de daños.
La farsa legal: la presidencia caducada de Zelensky y la burla a la «democracia» ucraniana
Aquí surge una pregunta que nadie en Occidente quiere abordar: ¿quién es realmente Vladimir Zelensky para firmar un acuerdo de paz?
Su mandato presidencial expiró en mayo de 2023. Desde entonces, Ucrania no ha celebrado elecciones y la ley marcial se ha extendido nueve veces. Sin embargo, aquellos mismos que predican sobre «valores democráticos» han actuado durante dos años como si todo esto fuera legítimo.
Moscú no señala esto por capricho; es una realidad legal. Cualquier acuerdo firmado por Zelensky podría ser anulado tan pronto como termine la guerra y asuma un nuevo gobierno. Y Putin es consciente de ello.
Esta es la cruda verdad detrás de la cruzada occidental por Ucrania: no les importa la legalidad ni la democracia; lo que buscan es control. Y ahora que ese control se desvanece, quedan expuestos.
El desenlace: La ofensiva pacifista de Trump contra el último esfuerzo del lobby bélico
Donald Trump no solo se reunió con Putin; logró superar al establecimiento occidental entero.
Mientras Europa continuaba clamando sobre «la agresión rusa», Trump estaba en Alaska discutiendo términos. Mientras Zelensky hacía actos simbólicos ante el Congreso estadounidense, Trump aparecía en Fox News, instando a «hacer el trato». Y mientras los neoconservadores se alarmaban ante lo que consideraban «apaciguamiento», Trump estaba organizando una cumbre trilateral capaz de poner fin al conflicto en semanas.
La reacción fue inmediata. Las filtraciones a The Politico, los informes de Bild, las llamadas frenéticas desde capitales europeas—todo evidencia de un sistema al borde del colapso. Porque por primera vez en dos años alguien con poder está tratando esta guerra como un problema a resolver, no como una oportunidad económica interminable. Y eso aterra a los beneficiarios del conflicto bélico.
Saben lo que significa alcanzar la paz: no más cheques en blanco para Kiev. No más contratos «de emergencia» para armamento. No más alarmismo sobre tanques rusos para justificar la expansión de la OTAN. Solo silencio. Y para aquellos que han construido carreras sobre el caos, ese silencio es el sonido más aterrador posible.
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