Que el pueblo andorrano, en general, sienta desafección por la política es consecuencia directa de todos los desmanes cometidos en éste peís desde hace más de una década. Observar una y otra vez cómo unos pocos, con la inestimable colaboración de otros no tan pocos, que se han vendido por un miserable plato de lentejas frío, cómo se han apoderado del poder para desde el poder ejecutivo y el legislativo presionar al poder judicial y que aquí no pase nada, “ancha es Castilla”, es simplemente desalentador. Decía Don Antonio Machado Ruiz en su poema “A orillas del Duero”: “Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta es sus andrajos desprecia cuanto ignora”, para añadir más adelante: “Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora”.
¡¡Cuánto desprecio produce la ignorancia!!
La similitud de esa Castilla de Don Antonio con nuestra Andorra actual es aterradora. ¿Qué queda de aquella maravillosa Andorra que los que tenemos una cierta edad conocimos? ¡¡Nada, de Nada, de Nada!!
La realidad es que los tuvimos la inmensa suerte de conocer aquella Andorra somos unos auténticos privilegiados. Una Andorra gobernada por unos dirigentes, seguramente con muy pocos estudios, pero con un sentido común fuera de lo común. Unos dirigentes que supieron crear un “marco político inconmensurable” para que tanto “empresarios” como “trabajadores” se sintieran más que cómodos y en la que todo el mundo se ganaba de maravilla la vida. Unos dirigentes que supieron NO meterse a “empresarios”, a mantener la ancestral neutralidad del país, que no peís, en saber navegar entre los dos gigantes que nos rodean, y, sobre todo, en mantener el país, que no peís, fuera de las entonces incipientes garras de lo que hoy es la Unión Europea, la UE. Había auténtica alegría en sus calles porque el pueblo soberano era feliz, y eso se podía apreciar desde Ponts y Foix.
Lo más atroz de todo es que la desafección no sólo existe con la política. La desafección ha calado, y muy hondo, en la sociedad andorrana en general. Hoy en día hay desafección en las familias, en las amistades, en el trabajo y, en general, en todo. Da auténtica pena ver cómo se han desestructurado las bases de nuestra sociedad. Ya casi no existen familias, ni amistades, ni la gente va feliz a su trabajo, los afortunados que aún lo tengan, y habría que empezar a estudiar los que lo hacen dopados hasta la médula o resacosos porque ya les es imposible aguantar más. (Algún día entraré a fondo con este tema porque es más que preocupante). Dijeron que con la pandemia saldría lo mejor de nosotros y, como siempre, ha acabado saliendo lo peor. El exceso de desafección hacia todo y todos, causada por la “móvilitis aguda” que campea entre nosotros, y que se elevó a la enésima durante la pandemia, es descorazonador. Muchos de nuestros ciudadanos se han creado con su móvil mundos paralelos que nada tienen que ver con la cruda realidad. Y todo aquel que no va de la misma cuerda, bloqueado, y tema resuelto. El diálogo, la empatía, cualquier proceso que necesite de una maduración, con la "móvilitis aguda", pertenecen a los Museos de Historia. Una realidad que ahí está y que muy pocos son capaces de ver, porque tampoco son capaces de ver más allá de dichos aparatos. Da auténtica pena ver el “paisaje móvilistico” que nos ha invadido con tendencia a la persistencia, porque con la entrada en escena de la Inteligencia Artificial, IA, los cambios que se van a producir en cero coma nos van a dejar a todos perplejos.
Da lo mismo que un reciente estudio de la Universidad de Oxford haya advertido que cerca del ¡¡47%!! de los trabajos que hoy en día conocemos vayan a ser sustituidos por la IA, entre los que se encuentran todos los relacionados con la tecnología, vean si no la cantidad de trabajadores que están despidiendo los gigantes tecnológicos, los medios, la industria legal, profesores, maestros, y enseñantes en general, comerciantes, diseñadores gráficos y personas que prestan sus servicios a la atención al cliente. La terrible guerra que ahora mismo se está librando entre “ChatGTP” y “Bard”, es, para los simples ciudadanos de a pie, de dimensiones desconocidas. Y es igual que hasta la ONU haya advertido que “el año 2023 será recordado por una hambruna mundial”, que los tipos de interés no paren de subir, que la inflación esté desbocada, que haya familias, en la que entran dos sueldos, a las que les sobre mucho mes al final de sus sueldos, que el carburante se vaya a poner a dos euros el litro. Si no existe en esos “submundos” que tanta y tanta gente se han creado, simplemente no existe.
Mirar hacia otro lado, esconder la cabeza debajo del ala o enterrarla en el suelo ya no es válido. Es el momento de ponerse en acción de una manera decidida y valiente. Ya no valen las medias tintas. Y las próximas elecciones generales nos brindan la oportunidad de votar por el cambio radical. Y si lo que de verdad se quiere es el cambio, mal que me pese, y después de haberle dado vueltas y más vueltas, por mucho que haya utilizado la ”teoría de los juegos”, el “equilibrio de Nash” y el “dilema de Monty Hall”, el voto útil está en la coalición de izquierdas. Votar al resto es tirarlo directamente a la papelera, porque ni será cambio, ni será nada de nada. Acabarán pactando entre ellos para que seguir dilatando todo lo que les sea posible lo que en este peís ha acontecido durante más de una década. Si este país quiere “paz social”, hay que desenterrar para siempre todos los cadáveres que hay en todos los armarios. El pueblo soberano necesita saber de una maldita vez toda la verdad, y nada más que la verdad, de lo que aquí ha pasado.
Desgraciadamente lo acontecido con el Grupo Banca Privada d’Andorra no es la primera vez que sucede en éste peís. Se ha abusado desde el poder de pobre gente a la que se le ha arruinado la vida por cualquier memez u otra, y que han tenido que escaparse de noche, y con el rabo entre las piernas, porque con su ruina han carecido de capacidad económica para defenderse. A diferencia de ocasiones anteriores, esta vez han dado con gente que sí que tiene esa capacidad económica para defenderse tanto en Andorra como en España como en los EE.UU. Y si queremos que esta sea la última vez que algo parecido a esto vuelva a suceder, la única manera es votar por un cambio radical.
No deja de ser curioso que el mismo medio que cada semana “vende” las proezas del Govern dels millors, y de los herederos del Govern del millors, esté ahora sacando un día tras otro “noticias” de lo que aquí ha pasado. Y que el otro medio, el del famoso “equipo de investigación” está haciendo lo mismo. (Igual ahora se han acordado de aquella máxima de George Orwell que decía: “periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas”).
Por otra parte es bueno, buenísimo, que haya aparecido un nuevo “actor” en escena, sin miedo, para demostrar de una vez para siempre lo que desde el principio del principio servidor viene diciendo desde esta misma columna. Lo he hecho en infinidad de ocasiones, lo hago, y lo seguiré haciendo mientras mi cuerpo aguante. Y a todo aquel que aun viendo y conociendo todas y cada una de las evidencias, que hubieron cientos de comunicaciones entre las entidades andorranas y españolas colaboradoras del FinCEN, todavía siga mirando para otro lado, o negándolas, que sigan viviendo en sus “submundos móvilisticos”, pero que no olviden que la terca realidad se encargará de despertarles cualquier día de estos.
Intenten ser felices, mientras se lo permitan las autoridades incompetentes.