Primero debemos atender al aumento de la presión fiscal sobre las empresas y las rentas altas, que apenas recaudarán un 10% de la subida de impuestos que el Ejecutivo planea para 2021.
La cantidad estimada que aportarán estas nuevas cotizaciones asciende únicamente a 617 millones de euros, mientras que las actuaciones fiscales que el Gobierno baraja para el próximo año suman 6.085 millones de euros.
Por otro lado, la subida en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), prevista para las grandes fortunas, apenas aportará 144 millones de euros al Estado.
El IVA a las bebidas azucaradas así como el impuesto a los envases de plástico repercutirá con un impacto de 800 millones de euros, que serán recaudados en su inmensa mayoría por la clase media y trabajadora de España, a pesar de los esfuerzos del Gobierno por presentar la subida de impuestos como algo que únicamente se limitaría a “los ricos”.
A ello hay que sumar, por otra parte, la subida de impuestos al diésel, que, a pesar de estar hoy en entredicho, es probable que haga ascender su precio a medio y largo plazo amparándose en cuestiones climáticas y de sostenibilidad.
Además, están previstos otro tipo de imposiciones, especialmente en lo referido a las transacciones financieras. Estas tasas, que en principio están destinadas a las entidades, terminarán repercutiendo sobre los usuarios comunes, a quienes se trasladará en forma de nuevas cuotas.
Es decir, el Gobierno de Sánchez e Iglesias, que en tantas ocasiones se ha arrogado falsamente la defensa de los trabajadores, golpeará duramente el bolsillo y la capacidad adquisitiva de los españoles.