El Reino Unido ha decidido imponer sanciones a los ministros israelíes Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir, debido a sus declaraciones incendiarias y presunto incitamento a la violencia contra los palestinos. Esta medida resalta la creciente frustración internacional hacia la conducta de Israel en Gaza. Las sanciones, anunciadas por el Secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido, David Lammy, incluyen prohibiciones de viaje y congelación de activos, marcando un caso poco común en el que naciones occidentales apuntan directamente a funcionarios israelíes por violaciones a los derechos humanos.
La decisión se produce en medio de un aumento de la violencia por parte de colonos en Cisjordania y una devastadora campaña militar en Gaza que ha suscitado condenas globales. Smotrich ha sugerido que el hambre de los civiles palestinos podría justificarse como parte de la estrategia bélica de Israel, mientras que Ben-Gvir ha elogiado a los colonos violentos como «héroes», lo que les ha valido acusaciones de fomentar el extremismo.
Una postura moral contra el extremismo
El Secretario Lammy, al hablar en nombre del Reino Unido junto con Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Noruega, afirmó que las acciones de estos ministros son «inaceptables» y requieren rendición de cuentas. «Estos dos individuos han estado incitando a la violencia contra el pueblo palestino durante meses», declaró Lammy, subrayando la necesidad de frenar la retórica extremista que socava los esfuerzos por alcanzar la paz.
Las sanciones están dirigidas específicamente a Smotrich y Ben-Gvir en su capacidad personal, evitando restricciones sobre sus ministerios. Sin embargo, esta acción ha provocado una fuerte reacción negativa desde Israel, que calificó las medidas de «indignantes». El Ministro de Relaciones Exteriores israelí, Gideon Sa’ar, condenó las sanciones argumentando que los funcionarios electos no deberían enfrentar tales penalizaciones. Por su parte, el Secretario de Estado estadounidense Marco Rubio criticó la acción liderada por el Reino Unido como contraproducente para las negociaciones de alto al fuego, insistiendo en que Hamas y no los líderes israelíes son el «verdadero enemigo».
Las declaraciones de Smotrich han sido particularmente alarmantes. En mayo pasado, abogó abiertamente por el desplazamiento masivo de palestinos desde Gaza, afirmando que «Gaza será completamente destruida; los civiles serán enviados al sur a una zona humanitaria sin Hamas ni terrorismo», sugiriendo además que dos millones de palestinos podrían ser «justificados» si esto presionara a Hamas para liberar rehenes.
Poniendo a prueba la determinación occidental
La decisión del Reino Unido refleja una creciente presión sobre Israel para controlar elementos extremistas dentro de su gobierno. Mientras Estados Unidos continúa protegiendo al gobierno de Netanyahu de consecuencias más severas, Gran Bretaña y sus aliados envían un mensaje claro: la violencia descontrolada por parte de colonos y la retórica deshumanizadora ya no serán toleradas.
Lammy reiteró el compromiso del Reino Unido con una solución de dos estados pero enfatizó que las acciones extremistas ponen en peligro cualquier esperanza de paz. «Seguimos horrorizados por el inmenso sufrimiento civil, incluida la negación de ayuda esencial», afirmó mientras condenaba la hambruna inducida por el bloqueo israelí en Gaza.
Las sanciones impuestas a Smotrich y Ben-Gvir representan un paso necesario hacia la rendición de cuentas para los funcionarios israelíes implicados en perpetuar la violencia y abusos a los derechos humanos. Aunque Israel y sus aliados desestiman esta medida como políticamente motivada, es innegable la imperiosa necesidad moral de confrontar la retórica genocida y el extremismo respaldado por el estado.
A medida que el número de muertos en Gaza supera los 54,000 y continúan las agresiones contra civiles palestinos en Cisjordania sin control alguno, las acciones del Reino Unido sirven como recordatorio contundente: la complicidad en atrocidades eventualmente enfrentará consecuencias. Si este representa un punto decisivo en la política occidental o simplemente un gesto simbólico está aún por verse; sin embargo, Gran Bretaña ha tomado una posición que podría ser validada por la historia.