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Gracias a Dios, existe el afán de lucro
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Gracias a Dios, existe el afán de lucro

Por Alejandro A. Tagliavini
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alexalejandrotagliavinicom/4/4/24
lunes 26 de noviembre de 2018, 11:46h

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El 15 de noviembre de 2017 se pierde contacto con el submarino ARA San Juan (S42), de la Armada Argentina, con 44 personas a bordo que, evidentemente, no estaba en condiciones de navegar.

Dos días después, la armada inició el protocolo SAR (búsqueda y rescate) y al tercer día el gobierno aceptó la ayuda internacional activándose la alerta de la Oficina Internacional para el Rescate y Escape de Submarinos (Ismerlo), que coordinó la ayuda de 18 países sumando más de 37 naves y aeronaves y 4000 personas en la búsqueda sobre una superficie del tamaño de España. ​

Entre otros muchos equipos, el gobierno de EE.UU. aportó su escuadrón de rescate de submarinos, dos aviones P3 Orión de la NASA y dos Boeing Poseidon. En tanto que el de Francia envió un sistema de rescate de submarinos de la OTAN y el Reino Unido el buque HMS Protector, el patrullero HMS Clyde y un Hércules C-130.

El 30 de noviembre el gobierno dio por terminada la búsqueda, pero los familiares de la tripulación exigieron que se continuara hasta encontrar al submarino. Finalmente, las autoridades decidieron la contratación de la empresa privada Ocean Infinity, basada en Houston, EE.UU., operadora de la nave noruega Seabed Constructor equipada con cinco vehículos submarinos autónomos (AUV) y tecnología de última generación. El contrato estableció que, solo en caso de ser hallado el submarino, la empresa cobraría 7,5 millones de dólares.

El 10 de septiembre de 2018 el Seabed Constructor inició la búsqueda y dos meses después, el 17 de noviembre, encontró al ARA San Juan a 907 metros de profundidad y a 600 kilómetros al este de Comodoro Rivadavia, ciudad de la costa argentina. El CEO, de Ocean Infinity, dijo "esperamos que… la lección sea aprendida para prevenir que cualquier hecho similar suceda nuevamente". No creo que aprendamos la lección, sinceramente, porque son demasiados los intereses creados alrededor del Estado.

Este accidente pareciera demostrar que Tomás de Aquino tenía razón cuando decía que las empresas estatales -los ejércitos en este caso- son altamente ineficientes: a pesar del monumental despliegue de tantos gobiernos, no pudieron hallar lo que un solo barco privado encontró en su afán por el lucro. Afán que, claramente, es el mejor modo de servir a los clientes ya que, precisamente, se trata de servirlos para obtener su mayor confianza posible.

Así, decía el Aquinate que en el orden natural que rige al universo creado por Dios "cada uno es más solícito en la gestión de aquello que con exclusividad le pertenece que en lo que es común a todos… se administran más ordenadamente las cosas humanas cuando a cada uno incumbe el cuidado de sus propios intereses, mientras que reinaría confusión si cada cual se cuidara de todo indistintamente".

Y pienso en los bomberos estatales que desde el día 8 de noviembre luchan contra las llamas en el incendio del norte de California, donde ya murieron más de 80 personas, en tanto que unas 700 están desaparecidas y más de 15.000 edificios fueron destruidos y 61.100 hectáreas verdes arrasadas. Esperan controlar el fuego el 30 de noviembre y me pregunto, qué sucedería si los gobiernos no desalentaran la creación de fuerzas privadas de bomberos, financiados por las compañías de seguros interesadas en que sus clientes pierdan lo menos posible. Pues la experiencia indica que serían enormemente más eficientes.

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