He decidido poner el título entre interrogantes para dar una oportunidad a la esperanza, aunque en el momento de escribirlo no observo demasiadas posibilidades para ello.
Aunque después de las elecciones en Extremadura y los últimos acontecimientos, la esperanza debe ser lo último que se pierda.
Lo ocurrido allí da para hacer un análisis general de lo que ocurre en nuestro país.
El PP y su líder Guardiola habían convocado estas elecciones para asestar un golpe definitivo al PSOE y a VOX. Buscaban aprovecharse de la debilidad socialista, con un candidato encausado y debilitado después de las burdas maniobras realizadas para conseguir ser aforado, para conseguir una mayoría absoluta.
La primera parte la consiguieron, ya que el PSOE obtuvo los peores resultados de su historia en uno de sus habituales feudos, la segunda no,
Todo ello a pesar de los escándalos de corrupción y de las denuncias sobre acoso sexual de algunos de sus dirigentes y de que el final de su campaña fue caótico a cuenta de los votos robados por delincuentes comunes en una de las sucursales de correos.
Resulta lamentable haber visto a su presidenta autonómica poner en riesgo los principios democráticos, en búsqueda de un puñado de votos.
Creo que las izquierdas deben reflexionar, especialmente para próximas contiendas electorales, sobre la evidencia de que el electorado de derechas resulta inmune a todo tipo de tropelías, sean referidas a corrupción, acosos sexuales, o ataques a los principios democráticos, mientras que el de izquierdas no perdona ninguno de estos escándalos.
Es el peso de la púrpura que supone la exigencia de valores éticos e incluso morales.
La segunda enseñanza que se deriva de esas elecciones es que la amenaza de que “viene la extrema derecha” ya no surte el efecto que tenía hace apenas tres años. También en este apartado una parte de la sociedad está resultando inmune.
Cada vez da menos miedo la extrema derecha e incluso se comienza a atisbar una fuga de votantes desde la izquierda más moderada.
Ese efecto lo ha captado perfectamente el PP, como se evidencia por la falta de pudor que ahora demuestra al anunciar posibles pactos entre ellos.
La misma noche electoral ya se podía adivinar en los mensajes que lanzaron desde Extremadura y desde su sede central.
Confirmado por la evidencia el día siguiente de que habrá acuerdo PP-VOX costara lo que costara.
Por eso lo peor era el repunte de la extrema derecha, que les va a permitir a las derechas extremas gobernar con comodidad, con el agravante de que el PP, al igual que en otros lugares como Valencia, va a tener que adaptarse a sus planteamientos, especialmente en los referentes al negacionismo, ya sea climático o de políticas de género.
Además surgía la pregunta dolorosa: ¿cómo es posible que estos resultados se dieran en un feudo histórico de la izquierda? ¿De qué magnitud tan brutal eran los errores cometidos para que eso fuera posible?
Vienen malos tiempos para la lírica. Malos para las políticas progresistas.
La única consecuencia positiva que la izquierda podía sacar, era que si las que se sitúan a la izquierda del PSOE van juntas el resultado es tremendamente positivo, incluso siendo capaces de recuperar una parte de su sangría de votos.
Pero lamentablemente, esa enseñanza se les ha olvidado pronto, y a los pocos días se ha conocido que en las próximas elecciones en Aragón, vuelven a las andanzas, e irán en tres listas diferentes para alegrón de las derechas.
A medio plazo en las que en Junio se desarrollarán en Andalucía las noticias que llegan son del mismo calibre de desvarío. Es que no escarmientan nunca.
Habrá que ver si en las que quedan entre ambas, las de Castilla y León sucede lo mismo.
Tres elecciones durante 2026 y el mismo panorama sombrío tirando a negro.
¿Cómo se le podría dar la vuelta a esta situación tan penosa para las izquierdas, para los progresistas. Sólo con la amenaza de que viene la extrema derecha y sus políticas reaccionarias aceptadas por el PP sin ningún problema, no.
Solo con medidas livianas que no generan confianza entre el electorado progresista sobre corrupción y acoso sexual, tampoco.
A ambos elementos habría que añadir políticas duras que combatan esas amenazas, más otras que ayuden a paliar los grandes problemas de la ciudadanía, especialmente los más jóvenes, sobre todo en el campo de la vivienda.
Quedan unos meses y tenemos el BOE a nuestra disposición.
Además, volver a generar confianza entre los partidos que han apoyado al gobierno, incluido Junts, con medidas audaces y contundentes.
Esa misma contundencia se debe dar con cualquier otro caso de corrupción o acoso sexual que se pueda dar. Ya no existe ningún margen de maniobra.
Desde luego, habría que hacer un esfuerzo descomunal de generosidad para que las izquierdas a la izquierda del PSOE vayan unidas, dejando los pelos en la gatera que sea necesaria para que sea así.
Por último, hacer también nuestro el eslogan que Aznar lanzó a los suyos y que tanto rédito les ha dado: “El que pueda hacer que haga”, también en el ámbito de los progresistas.
El que pueda hacer que haga en nuestros medios de comunicación, en los movimientos sociales, en los ámbitos progresistas de la judicatura, desde luego en los gobiernos.
Sin ningún pudor, sin ninguna limitación, es demasiado lo que nos estamos jugando para andar con remilgos. Poner todos, toda la carne en el asador, todos.
También, y eso va especialmente para Podemos y Junts, dejar las batallitas que nos desgastan para otra ocasión. Son precisamente ellos dos los que más perderían con las derechas extremas gobernando nuestro país.
Aún tenemos posibilidad de cambiar el rumbo y que la respuesta al interrogante inicial sea no, no será un 2026 negro, porque lo vamos a evitar entre todos y así alcanzar las elecciones 2027 en ventaja.
Veremos.