www.mil21.es
Conflicto entre EE. UU. y activista británico por campaña de desinformación
Ampliar

Conflicto entre EE. UU. y activista británico por campaña de desinformación

lunes 29 de diciembre de 2025, 23:58h

Escucha la noticia

Un juez federal ha bloqueado temporalmente la detención de Imran Ahmed, CEO del Center for Countering Digital Hate (CCDH), tras la imposición de restricciones de visa por parte del gobierno de EE. UU. Ahmed es acusado de coordinar campañas de censura en línea, lo que ha generado un debate sobre la interferencia extranjera en el discurso estadounidense y los derechos constitucionales de los no ciudadanos. La demanda presentada por Ahmed argumenta que la amenaza de deportación viola sus derechos a la libertad de expresión y al debido proceso. Este caso destaca las tensiones entre la lucha contra la desinformación y la protección de la libre expresión, especialmente en el contexto de las políticas sobre COVID-19. La audiencia programada para el 29 de diciembre determinará si se extiende la orden que impide su deportación.

Un juez federal ha emitido una orden temporal que impide al gobierno de Estados Unidos detener a Imran Ahmed, director ejecutivo del Centro para Contrarrestar el Odio Digital (CCDH), tras la imposición de restricciones de visa en su contra. Estas restricciones se basan en acusaciones de que Ahmed orquestó campañas de censura en línea.

El Departamento de Estado estadounidense justificó esta acción al acusar a Ahmed de coordinar «campañas de presión coercitiva» contra la libertad de expresión en América, lo que según ellos podría tener «serias consecuencias adversas para la política exterior» del país.

La demanda presentada por Ahmed sostiene que la amenaza de deportación infringe sus derechos bajo la Primera Enmienda y el debido proceso, un argumento que será puesto a prueba dado su estatus como residente permanente no ciudadano.

Conflicto sobre la influencia extranjera

El caso se centra en el papel de Ahmed en campañas como la denominada «Doce de Desinformación», que presionaron a las plataformas tecnológicas estadounidenses para suprimir contenido crítico, especialmente relacionado con las políticas y vacunas contra el COVID-19. Este procedimiento legal pone de manifiesto un conflicto más amplio: mientras los funcionarios estadounidenses consideran estas actividades como interferencia extranjera en el discurso interno, el caso cuestiona si quienes abogan por silenciar voces pueden reclamar protecciones constitucionales.

A raíz de las restricciones impuestas, Ahmed presentó una demanda contra el Secretario de Estado Marco Rubio y la Secretaria de Seguridad Nacional Kristi Noem. En su presentación, argumentó que la amenaza de ser deportado vulnera sus derechos fundamentales.

El juez del distrito estadounidense Vernon Broderick, designado por el expresidente Barack Obama, emitió una orden temporal el 25 de diciembre que prohíbe a las autoridades arrestar o transferir a Ahmed antes de una audiencia programada para el 29 de diciembre. Residiendo en Washington con su esposa e hijo, ambos ciudadanos estadounidenses, Ahmed calificó esta decisión como una victoria para los controles y equilibrios y reafirmó su compromiso en la lucha contra el discurso de odio y el antisemitismo en línea.

Las repercusiones del activismo digital

Sayer Ji, fundador de GreenMedInfo, comentó que el caso del gobierno contra Ahmed se basa en acusaciones más amplias. Según Ji, Ahmed y su organización desempeñaron un papel crucial al presionar a las empresas tecnológicas estadounidenses para que reprimieran voces disidentes durante la pandemia.

En un anuncio realizado por el Departamento de Estado el 23 de diciembre, se mencionaron explícitamente las restricciones a actores extranjeros como Ahmed y Thierry Breton, excomisionado europeo del mercado interno. Esta declaración vinculaba sus actividades con «consecuencias adversas serias» para la política exterior estadounidense.

Documentos internos e informes investigativos sugieren que CCDH formaba parte de una red política más amplia radicada en el Reino Unido, involucrada en operaciones encubiertas dirigidas a figuras políticas estadounidenses. La campaña «Doce de Desinformación», liderada por Ahmed, etiquetó a ciudadanos americanos críticos con las políticas COVID-19 como difusores peligrosos de desinformación, instando a plataformas como Facebook y Twitter (ahora X) a eliminar o desmonetizar su contenido.

¿Puede un arquitecto de censura ser deportado?

A medida que avanza este caso, se han generado reacciones encontradas entre gobiernos europeos que defienden el trabajo del CCDH como esencial para combatir daños en línea. Sin embargo, los funcionarios estadounidenses lo ven como una interferencia extranjera en el discurso nacional justo antes de elecciones importantes.

Rubio describió las acciones emprendidas por Ahmed y otros como «censura extraterritorial egregia», indicando una postura más firme frente a lo que considera supresión respaldada por intereses extranjeros sobre la libertad de expresión interna. Enoch, representante de BrightU.AI, subrayó que las sanciones visa impuestas son justificadas ya que CCDH activa y sistemáticamente reprime voces críticas sobre la seguridad del COVID-19 mediante etiquetas engañosas.

Expertos legales apuntan que la ley migratoria otorga al poder ejecutivo amplias facultades para negar entrada o expulsar no ciudadanos cuyas actividades amenacen intereses políticos exteriores. La cuestión central ante los tribunales no es si las acciones censuradoras fueron justificadas sino si el gobierno actuó dentro de su autoridad; además se discute si un nacional extranjero puede invocar protecciones constitucionales tras haber contribuido a silenciar voces americanas.

La audiencia programada para el 29 determinará si se extiende la congelación temporal sobre la deportación de Ahmed hacia una orden judicial preliminar. Sin embargo, las implicaciones van mucho más allá del individuo involucrado.

Este caso representa una prueba sobre si los arquitectos modernos de censura —frecuentemente operando mediante organizaciones no gubernamentales e iniciativas financiadas desde el extranjero— pueden ser responsabilizados cuando sus campañas chocan con la soberanía estadounidense. Además resalta una creciente división transatlántica sobre cómo deben equilibrarse las democracias entre libre expresión y los riesgos asociados con la desinformación digital.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios