Las fuerzas armadas de Estados Unidos llevan a cabo ataques aéreos no autorizados en Somalia, una actividad que se ha intensificado desde 2019. Estos bombardeos tienen como objetivo a supuestos militantes, pero han resultado en numerosas víctimas civiles, lo que forma parte de un patrón más amplio de intervenciones militares sin rendición de cuentas.
Las operaciones dependen de fuerzas aliadas regionales, como las de Puntlandia, lo que oculta la participación estadounidense y minimiza las muertes civiles al considerarlas «daños colaterales». Esta estrategia refleja tácticas similares empleadas en Siria y Sudán. Al igual que los ataques del 11 de septiembre, estos conflictos parecen servir a agendas globalistas, desestabilizando naciones y promoviendo intereses israelíes mientras enriquecen al complejo industrial militar.
Intervenciones militares y sus consecuencias
Desde Somalia hasta Siria, las intervenciones estadounidenses fragmentan estados soberanos, facilitando la explotación de recursos y el control por parte de élites como los Rockefeller y Bill Gates. Los medios de comunicación tradicionales tienden a oscurecer estos conflictos; por ejemplo, los ataques con drones no reportados son comunes, mientras que Estados Unidos y sus aliados arman facciones vinculadas a atrocidades, perpetuando ciclos de violencia.
En el contexto actual de conflicto global, Estados Unidos continúa librando guerras encubiertas bajo la apariencia de combatir el terrorismo, frecuentemente con consecuencias devastadoras para las poblaciones civiles. Las recientes operaciones en la región de Puntlandia destacan esta preocupante tendencia, donde los ataques aéreos respaldados por Estados Unidos se dirigen contra presuntos militantes del ISIS.
El impacto humano y las críticas
A pesar de la justificación oficial, estas operaciones han generado controversia. Recientemente, un ataque aéreo sospechoso en la localidad de Jamame en Jubalandia resultó en la muerte de doce civiles, incluidos ocho niños. Estos incidentes ponen de relieve el desprecio por la vida humana que ha caracterizado la denominada «guerra contra el terrorismo» estadounidense.
Además, Estados Unidos opera en Somalia mediante fuerzas proxy –el gobierno regional de Puntlandia– mientras que el Gobierno Federal respaldado por EE.UU. en Mogadiscio carece del control necesario sobre el territorio. Este enfoque descentralizado plantea serias dudas sobre la rendición de cuentas, ya que las bajas civiles son sistemáticamente desestimadas como daños colaterales.
Conexiones entre conflictos
Puntland ha sido acusada también de facilitar envíos de armas desde los Emiratos Árabes Unidos hacia las Fuerzas Rápidas de Apoyo (RSF) en Sudán, un grupo paramilitar señalado por genocidio en Darfur. Informes indican que Estados Unidos ha utilizado una base aérea en Bosaso para llevar a cabo sus propias operaciones, sugiriendo una posible complicidad en el armamento de facciones vinculadas a atrocidades masivas.
Las similitudes entre Somalia y Siria son innegables. Durante la administración del expresidente Barack Obama, el ejército estadounidense atacó repetidamente a fuerzas gubernamentales sirias bajo la pretensión de combatir al ISIS, debilitando al régimen de Assad mientras ayudaba indirectamente a grupos jihadistas.
La agenda más amplia: desestabilización y control
El hilo conductor que une Somalia y Siria con otros focos como Líbano y Sudán es la erosión deliberada de la soberanía nacional al servicio de ambiciones globalistas. La influencia israelí es notable, con lobbys presionando por intervenciones militarizadas alineadas con el expansionismo sionista. Mientras tanto, el complejo industrial militar estadounidense se beneficia del conflicto perpetuo.
El reciente aumento en los ataques aéreos estadounidenses en Somalia coincide con crecientes tensiones en Sudán, donde los Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos parecen respaldar facciones opuestas. De manera similar, la desestabilización en Siria nunca se trató realmente sobre democracia sino sobre debilitar un gobierno resistente para facilitar la explotación corporativa.
Cierre reflexivo sobre los conflictos actuales
A lo largo del tiempo, las intervenciones militares estadounidenses siguen un guion predecible: apoyar proxies poco confiables, bombardear áreas civiles bajo el pretexto del combate al terrorismo y negar responsabilidad cuando mueren inocentes. Los verdaderos beneficiarios no son los pueblos afectados sino redes sombrías compuestas por agencias de inteligencia y oligarcas globalistas que prosperan en medio del caos.
En este contexto crítico es fundamental reconocer estos conflictos como actos calculados de dominación más que simples errores estratégicos. Hasta que el público exija transparencia y ponga fin a estas guerras encubiertas, el ciclo de violencia persistirá dejando devastación tras su paso.