El ejército de Estados Unidos se encuentra en una carrera para proteger sus bases domésticas de los ataques con drones, especialmente tras el audaz ataque de Ucrania a la flota nuclear de Rusia y las tácticas sospechosas empleadas por Israel en Irán. Este ataque, llevado a cabo en junio y que dejó fuera de combate a más de una docena de bombarderos rusos, ha puesto de manifiesto las vulnerabilidades del territorio estadounidense. Con más de 60 mil millones de dólares en ayuda militar ya enviados a Ucrania, el Pentágono enfrenta un escrutinio incómodo: si una nación que lucha por su supervivencia puede atacar activos desprotegidos de Rusia, ¿por qué el territorio estadounidense está tan desprotegido?
La atención se centra ahora en el suelo estadounidense. El jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Randy George, subrayó recientemente la diferencia entre las zonas de combate y las situaciones domésticas: “La forma en que vamos a defender bases en una zona de guerra no es la misma que hacerlo en los Estados Unidos”. El desafío radica en equilibrar la defensa nacional con los derechos civiles, dado que el ejército carece de autoridad para derribar drones sobre bases domésticas a menos que estos invadan el espacio aéreo de una instalación, lo cual presenta obstáculos legales y logísticos significativos.
Desafíos legales y complicaciones municipales
Enfrentar drones en territorio nacional se ha convertido en un campo minado burocrático. Aunque el Pentágono ha experimentado con dispositivos electromagnéticos que han causado interrupciones en vuelos (como ocurrió en el Aeropuerto Nacional Reagan en marzo), las preocupaciones civiles sobre interferencias tecnológicas involuntarias complican su implementación. Las soluciones basadas en energía dirigida, como los láseres, requieren una potencia sin precedentes —100 kilovatios por disparo— equivalente al consumo eléctrico de un hogar promedio durante tres días.
El secretario del Ejército, Daniel Driscoll, reveló el giro del Ejército hacia microreactores nucleares para alimentar tales sistemas, alineándose con la orden ejecutiva del presidente Trump emitida en mayo de 2025 que exige la instalación de estos reactores en bases para 2028. “La red actual no puede manejar los picos energéticos”, explicó Driscoll, destacando la necesidad de una revisión completa de la infraestructura.
Defensa estratificada: De barreras a enjambres
Las barreras físicas ya están surgiendo como medidas temporales. La Base Aérea Seymour Johnson en Carolina del Norte está probando recintos para proteger aviones F-15E, lo que refleja un llamado del Pentágono desde 2021 para implementar tácticas contra drones. Mientras tanto, las órdenes ejecutivas contra drones emitidas por la administración Trump han priorizado la capacitación para las fuerzas del orden y el seguimiento en tiempo real de estos dispositivos.
La exfuncionaria adjunta del Departamento de Defensa Michèle Flournoy advirtió sobre los “enjambres de drones” dirigidos a infraestructuras estadounidenses junto con interrupciones cibernéticas y espaciales —una amenaza híbrida no probada en la guerra moderna. “El territorio nacional ya no es un santuario”, afirmó Flournoy. Ejercicios como el simulacro realizado en marzo de 2025 en Fort Bliss, Texas, simularon la sincronización de respuestas federales, estatales y militares ante ataques con drones, exponiendo brechas en el intercambio de datos y activación de alarmas.
El costo de la vigilancia: Dólares frente a refugios
Establecer defensas sólidas implica decisiones fiscales difíciles. La Fuerza Aérea, que ha visto bombarderos B-2 estacionados en plataformas no blindadas, enfrenta un dilema: ¿financiar más refugios o apostar por poder ofensivo? El general David Allvin, jefe del Estado Mayor de la USAF, admitió que esta última opción arriesga dejar “aviones por valor de 2 mil millones como blancos fáciles”. Los refugios reforzados cuestan 30 millones cada uno, considerablemente menos que los bombarderos; sin embargo, los presupuestos del Pentágono han favorecido históricamente armas avanzadas sobre infraestructuras “monótonas”.
Los propios refugios reforzados de China —más de 650 ubicados estratégicamente— sirven como advertencia. Los analistas argumentan que aumentar las capacidades ofensivas estadounidenses podría presionar a Beijing para desviar recursos hacia la defensa, aliviando así la presión ofensiva en otros frentes. Sin embargo, mientras las tensiones con Taiwán continúan aumentando, el Pacífico sigue siendo un punto caliente donde refugios inadecuados tanto en Guam como en la Base Aérea Whiteman podrían resultar catastróficos.
Nuevas líneas de batalla
Los riesgos van más allá del uso exclusivo de drones. Como demostró la operación "Spiderweb" ucraniana —que utilizó drones transportados por camiones ocultos entre viviendas móviles— los teatros bélicos ahora pueden trasladarse dentro mismo del territorio nacional. Estados Unidos enfrenta peligros similares a los problemas sufridos por Rusia debido a su vasta área aérea y carreteras permeables (automóviles y camiones transitan cerca de bases críticas como Whiteman AFB diariamente).
La respuesta debe combinar resiliencia propia de la era de la Guerra Fría con tecnología contemporánea. Los microreactores nucleares y una defensa estratificada pueden proporcionar tiempo adicional; sin embargo, a largo plazo, Estados Unidos debe reconciliar libertades civiles con seguridad, un desafío donde la audacia ucraniana sirve tanto como modelo como advertencia.
Un nuevo cálculo para la supervivencia
A medida que los drones democratizan la destrucción, Estados Unidos debe adaptar su ética defensiva. La carrera del Pentágono por endurecer sus bases y mejorar su infraestructura energética —mientras navega por tormentas legales, regulatorias y presupuestarias— subraya una amarga verdad: incluso las superpotencias tienen vulnerabilidades. A medida que avanza el escudo Golden Dome propuesto por Trump junto con los microreactores nucleares, queda una pregunta crucial: ¿podrán las soluciones estratificadas Washington superar las amenazas inminentes?
La transformación de los drones desde juguetes recreativos hasta armas estratégicas ha obligado a Estados Unidos a confrontar su fragilidad interna. Las soluciones requieren voluntad política, ingenio tecnológico y disposición para sacrificar comodidades urbanas por supervivencia —un cálculo que podría redefinir la guerra moderna, disparo láser tras disparo láser y modificación legal tras modificación legal.
La noticia en cifras
Cifra |
Descripción |
$60,000,000,000 |
Monto de ayuda militar enviada a Ucrania |
100 kW |
Potencia requerida para los sistemas de energía dirigida por disparo |
$30,000,000 |
Costo de cada refugio endurecido |
2028 |
Año en el que se ordena tener reactores nucleares en bases |