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No nos podemos callar
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No nos podemos callar

Por Jorge Molina Sanz
miércoles 01 de abril de 2020, 18:51h

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Habrá que decir algo, ya no es el momento para seguir de perfil.

Llevamos muchos días de confinamiento, nuestro marino y la joven profesora han estado callados, porque ante los temas relevantes, graves e importantes no se debe hacer una crítica fácil, ni comentarios aventurados, frívolos o derrotistas.

Un día más, nuestros amigos, no pueden tener ese café matinal al que están habituados, pero no han dejado de seguir las noticias y esta mañana nuestro viejo marino comenta:

—Sobre lo que estamos viendo, ya podemos sacar algunas conclusiones desapasionadas. La primera es que, una vez más, se confirma que en la resolución de problemas si actuamos demasiado pronto nuestra actuación se puede calificar de desmesurada, pero si lo hacemos demasiado tarde será insuficiente.

La joven profesora al otro lado del teléfono dice:

—Lo que comentas es cierto y una buena reflexión porque, en este caso, nuestros dirigentes manejan datos e información que nosotros no disponemos, o por lo menos todos esos servicios y organismos especializados los tenían. Aunque esto está reñido con la propaganda o el uso político; porque el único escenario inevitable era que llegara el coronavirus, pero evitable podría haber sido algunas de las cosas que han ocurrido.

Siguió nuestro marino:

—Sabemos que un «cisne negro» —como señala Taleb— desborda todo lo que toca como es esta pandemia, y lo más fácil, desde las emociones, es buscar culpables y criticar, pero justo en esos momentos es cuando más hace falta el rigor, la objetividad y la racionalidad. Esto, que es axiomático, no nos puede abstraer del análisis, porque siempre se aprende del espíritu crítico y socrático. Por ello me atrevo a apuntar que hubo una irresponsabilidad culposa por aguantar hasta las manifestaciones del 8M y permitir todo tipo de concentraciones y movimientos multitudinarios. Por mucho que se diga que no había datos concluyentes en aquellos momentos, eso es, sencillamente mentira.

Los había —siguió nuestro marino— y muchos «comités científicos» que ya lo apuntaban. Ese juego político, además de censurable, no debería haber evitado que se empezaran a tomar medidas. Peter Drucker hablaba de la anticipación y la previsión como algunas cualidades básicas de la dirección, y todo lo que hemos visto nos ratifica en que estamos ante unos deficientes gestores, muy alejados de esas cualidades. Podemos afirmar que tenemos un gobierno manifiestamente mejorable, más preocupado por la propaganda y en vender una falsa transparencia, manipulando la verdad y utilizando medios de comunicación cercanos y subvencionados al efecto. Aunque este escenario, probablemente, no ocurriría si contásemos con otra oposición más sólida, más consecuente y con menos complejos. Aunque pedir solidez, en una época tan líquida, sea excesivo. ¿Cómo pueden ahora reprochar las manifestaciones cuando unos se empeñaron en ir a ellas y otros montaron un sarao propagandístico?

Nuestra joven profesora secundó al viejo marino:

—Dentro de ese «cisne negro», probablemente porque mantengo un espíritu candoroso e ingenuo, me pregunto si un país como el nuestro, la decimoquinta potencia mundial, supuestamente, con una estructura y organismos especializados, no tiene gente que esté trabajando en supuestos de catástrofes y situaciones extremas. Viendo como se ha actuado parece que tenemos un gran déficit y que los políticos solo tienen protocolos, previsiones o escenarios para la propaganda y los juegos florales. Además, ahora, en sus comparecencias, no paran de decir que han seguido las indicaciones de la «ciencia» y de los «expertos», pero no sabemos quiénes son, ni quiénes forman parte de esos sesudos comités. ¿Existen realmente? o son otro juguete más —por aquello de que nos toman como niños— en manos de los políticos.

El marino comentó:

—En 2015, Bill Gates, hablaba de que el mayor peligro al que se podía enfrentar nuestra sociedad era una pandemia. Me cuesta creer que los países occidentales no cuenten con protocolos ante una eventualidad de esas dimensiones, pero los primeros pasos, las primeras actuaciones nos hacen dudar de su efectividad. Si eso no existe en nuestro país sería reprobable, pero si existe la pregunta sería por qué no se ha movilizado, por qué nos actuado con mayor anticipación. Claro que, viendo como se ha puesto en marcha —con escasos medios de protección personal— la organización más estructurada que tenemos para actuar en situaciones extremas, como son nuestras fuerzas armadas, a las que se les ha negado, por cuestiones políticas, una mayor y más rápida actuación. Aunque esto no nos debe sorprender cuando no hemos sido capaces de proteger debidamente a nuestros sanitarios y fuerzas del orden. El desconcierto y los bandazos han sido épicos. Menos mal que nuestra sociedad y nuestros profesionales están demostrando una mayor responsabilidad e integridad que sus dirigentes.

El teléfono ardía, pero la joven profesora continuó con la conversación:

—Tenemos muchas más cosas que comentar. Creo que deberíamos seguir analizando esta pandemia y comentar distintas caras de este poliedro, para tener una visión más holística y no caer en la melancolía o el sectarismo. Detrás de todo esto no está una mera curva, una estadística o gráficos comparativos, lo que hay son vidas humanas, lo que hay son muertos alejados del consuelo de los suyos, lo que hay son vidas de profesionales truncadas por la falta de medios de protección, y la sensación de impotencia y desesperación.

Nuestro marino comentó:

—Todo esto es lo más grave, aunque en las caras de ese poliedro también habrá que analizar las previsibles consecuencias económicas de esta pandemia. Las actuaciones de los políticos y de la sociedad. Imagino que cuando acabe esto nada será igual.

Estábamos tristes, previsiblemente no sea la mejor forma de llevar este confinamiento, pero no solo valen los chistes y los memes por wasap.

Esperemos que todo esto nos haga mejores y aprendamos.

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