Un reciente estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha puesto de manifiesto una tendencia preocupante: el uso de ChatGPT podría estar erosionando la inteligencia humana, transformando a los usuarios en consumidores pasivos de ideas prefabricadas en lugar de pensadores activos. Los investigadores del Media Lab del MIT descubrieron que los participantes que utilizaron el chatbot de OpenAI para redactar ensayos mostraron un alarmante bajo compromiso cerebral, lo que genera serias inquietudes sobre las consecuencias a largo plazo de la dependencia de la inteligencia artificial, especialmente en los niños.
El estudio, liderado por la científica investigadora Nataliya Kosmyna, dividió a 54 participantes en tres grupos: uno que utilizó ChatGPT, otro que empleó Google para buscar información y un tercero que se basó únicamente en su propia cognición para escribir ensayos al estilo SAT. Las exploraciones electroencefalográficas (EEG) revelaron una marcada diferencia: los usuarios de ChatGPT exhibieron la actividad neural más débil, mientras que el grupo que escribió sin asistencia tecnológica mostró el mayor compromiso cognitivo. Con el tiempo, quienes usaban IA se volvieron cada vez más perezosos, pasando de formular preguntas estructurales a copiar y pegar contenido generado por la IA.
La muerte del pensamiento crítico
Los hallazgos son preliminares, pero presentan un panorama sombrío sobre el impacto de la IA en la inteligencia humana. Según el estudio, «durante cuatro meses, los usuarios de modelos de lenguaje grande consistentemente tuvieron un desempeño inferior en niveles neurales, lingüísticos y conductuales». Al final del período evaluado, los ensayos generados por ChatGPT eran casi indistinguibles entre sí: carentes de alma, formulaicos y desprovistos de pensamiento original. Dos docentes de inglés que revisaron estos trabajos describieron los ensayos como robóticos y poco inspiradores.
Kosmyna decidió publicar rápidamente los resultados antes de su revisión por pares debido a las crecientes preocupaciones. Ella advirtió que los responsables políticos ya están impulsando la integración de la IA en las aulas sin comprender los riesgos involucrados. «Lo que realmente me motivó a publicarlo ahora es que temo que en seis u ocho meses habrá algún legislador que decida implementar 'jardín infantil con GPT'», declaró a TIME. «Creo que eso sería absolutamente perjudicial. Los cerebros en desarrollo corren el mayor riesgo».
Un aviso para el futuro
Las preocupaciones de Kosmyna no son infundadas. En abril pasado, el presidente Trump firmó una orden ejecutiva que mandata la integración de la IA en las escuelas estadounidenses; Will Scharf, secretario del personal de la Casa Blanca, afirmó que esto es esencial para «formar a la fuerza laboral del futuro». Sin embargo, la investigación sugiere que este enfoque podría tener efectos contraproducentes, creando una generación con habilidades cognitivas limitadas y escasa capacidad para resolver problemas.
El estudio también subrayó una distinción clave entre la IA y los motores de búsqueda tradicionales. Mientras los usuarios de Google mostraron un compromiso cerebral moderado al filtrar y sintetizar información activamente, aquellos que utilizaron ChatGPT evitaron completamente el pensamiento crítico, delegando su esfuerzo mental al algoritmo. Las exploraciones EEG indicaron que el grupo sin asistencia tecnológica tenía «las redes más fuertes y distribuidas», con una actividad aumentada en regiones vinculadas a la memoria y creatividad.
Cuando se pidió posteriormente a los usuarios de ChatGPT reescribir un ensayo sin ayuda tecnológica, mostraron dificultades para recordar su propio trabajo y presentaron ondas cerebrales alfa y theta debilitadas—indicativos de un procesamiento cognitivo superficial. «La tarea se llevó a cabo eficientemente y podría considerarse conveniente», comentó Kosmyna. «Pero como mostramos en el artículo, básicamente no integraste nada en tus redes memorísticas».
A medida que avanza esta investigación hacia el impacto de la IA en ingenieros informáticos, los primeros resultados son aún más alarmantes. Si las corporaciones reemplazan a desarrolladores junior con inteligencia artificial, podrían estar perjudicando inadvertidamente las capacidades resolutivas de su fuerza laboral. La eficiencia parece venir acompañada del costo a la ingeniosidad.
La urgente publicación del estudio resalta una creciente brecha: mientras gigantes tecnológicos y políticos promueven la IA como el futuro educativo y laboral, científicos advierten sobre sus efectos ocultos en la mente humana. Como concluye Kosmyna: «Es absolutamente crítico educar sobre cómo usamos estas herramientas y promover el hecho de que tu cerebro necesita desarrollarse de manera más analógica».
En una era donde la conveniencia supera a la autosuficiencia, esta investigación actúa como un llamado urgente. La elección es nuestra: fomentar el pensamiento independiente o someter nuestras mentes a las máquinas.