Yo prefiero hablar de todos aquellos ciudadanos que no toman decisiones importantes en la cúpula de Afganistán, o aquellos que no tienen influencia en la marcha de su país, por riquezas o por ostentar el dominio de grandes instituciones.
Si bien en otros temas parece que puede dar lugar al idealismo, aplicar la ideología definida, o seguir las creencias propias, en este caso concreto lo que tenemos delante se presta poco a falsas interpretaciones: Los ciudadanos Afganos en general tienen la formación que tienen. Piensan lo que piensan. La economía es claramente susceptible de ser estudiada en qué fase está, y las costumbres, creencias, modos de vida y aspiraciones del conjunto de la población, visto desde el punto de vista de la estadística, yo creo que es fácil de llevar a cabo análisis medianamente objetivos.
Es bien conocido por todos, tanto pueblo llano como grandes especialistas, que lo que va formando y acomodando la mente de todas las personas son las costumbres e ideas que desde pequeñitos, ya en la cuna, se comienza a sembrar y, a veces imponer, en su modo de proceder. Lógicamente se van acomodando sus gustos y aficiones, por ello, las comidas, fiestas y demás costumbres nos parecen normales las que nos han enseñado. Es obvio. Todos terminamos comiendo y comportándonos como desde pequeños, y según las costumbres de la época, se nos ha acostumbrado.
Debemos partir de los datos por fríos que parezcan. Quizá algunos quieran un análisis más ideológico o espiritualista, y alegarán que un ser humano es el mismo independientemente de la formación o riqueza que tenga, pero si pretendemos hacer un análisis científico, lo hemos de hacer con datos, porque nosotros sabemos que un ser humano piensa y reacciona en función a una serie de variables perfectamente detalladas. Unas de las más importantes es su nivel de formación y sus niveles de satisfacción de las necesidades básicas y su riqueza material. Debemos ver sus datos y compararlos con los demás países, por lo menos según los organismos internacionales.
Según estudios realizados por instituciones de Occidente, la Renta per cápita Afgana es de 524$ al año. Sus producciones de bienes y servicios, así como sus importaciones y exportaciones son las que son. La calificación objetiva y global, respecto a su pobreza e índices de desarrollo, que dichos organismos le conceden, es la número 167 de 192 estados que componen la ONU.
Según los datos de la UNESCO, el índice de alfabetización de las mujeres Afganas adultas en 1.979 era del 5%, en 2.011 subió al 17% y en 2.018 del 30%, frente al de los hombres que en los mismos años era del 30, 45 y 55%. El índice de alfabetización de toda la población Afgana adulta actual es… Del 43%.
Todos estos ciudadanos viven en sus pequeños valles, a veces inaccesibles nueve o diez meses al año, no salen casi nunca de allí, no saben leer ni escribir, lo que reciben es la oración o la charla del Mulá de turno de lo que dice El Corán. Lo único que les preocupa es llenar sus estómagos de lo que puedan al menos dos veces al día, y que sus hijos no sean raptados, asesinados, o destrozados por el hambre.
Los medios de comunicación que existen ya sabemos de quién son y a qué amo sirven. También hemos comprobado estos días, sin rubor alguno, como se trata a los profesionales que pretenden elaborar una mínima información objetiva y veraz. Hemos visto cómo el corresponsal de TVE podía saludar a un nuevo ministro, pero bajo ningún concepto realizarle pregunta alguna.
Todo este caldo de cultivo nos proporciona una visión general, objetiva, de lo que tenemos delante cuando pretendemos realizar razonamientos de qué pensará y cómo reaccionará el ciudadano medio Afgano, y por ello, estadísticamente, podemos sacar un gráfico de en qué posición están los Gobernados Afganos.
Para intentar mostrar a dichos ciudadanos hagamos una comparación: Si con una máquina del tiempo pudiésemos trasladarnos a cualquier pueblo Español del S. XVII, y si es zona montañosa con amplios valles, mejor, como Navarra, el País vasco, o Galicia, sin descartar Sierra morena o las Urdes, donde solo conocían la iglesia de turno, que salían una vez en la vida para ir al servicio militar, y que los índices económicos y de alfabetización son parecidos, podemos entender cómo se comportaron aquellas poblaciones, y como se comportarán estas. En qué pensarán y cuáles serán sus valores en la vida, así como los fantasmas que anidarán en sus retorcidas mentes.
Con esos ciudadanos afganos es con las mimbres que debemos realizar nuestro cesto. No hace falta grandes estudios sociológicos para saber que cualquier señor brutal de turno, con fusil en mano y mucha explotación, y unos llamados intelectuales que lo único que hicieron fue acudir a una Madrasa y aprender de memoria el Corán, pueden hacer creer que cualquier molino de viento, por claro que sea el día, puede pasar, como le sucedió a un tal Alonso Quijano, por un gigante monstruoso. Y si, además, el terrible enemigo, no lleva barba y es un demonio occidental… Mejor que mejor… Para mantenerlos lo más engañados posible.