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Réquiem a la concordia
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Réquiem a la concordia

Por Jorge Molina Sanz
viernes 24 de septiembre de 2021, 00:48h

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Los homenajes al asesino etarra Henri Parot son una deriva a situaciones ya olvidadas y peligrosas.

Nuestros amigos estaban sorprendidos por la autorización del acto en Mondragón, el marino comenta:

—Con este gobierno y desde los tiempos de Zapatero, incluido los de Rajoy en los que no se enmendó ninguno de los extravíos anteriores, me siento desconcertado con la política que ha seguido con los terroristas de ETA.

Quiero suponer que hay razones que no alcanzo a comprender, porque lo que veo en los últimos tiempos es un obsceno espectáculo que se aleja bastante del sentido común, la razón, la justicia y la dignidad de los españoles.

Cuando el terrorismo estaba derrotado, no se tenía que haber cedido un ápice. Evidentemente, de cara a la normalización y la pacificación, se debía dar una salida magnánima, pero con unas premisas irrenunciables; como la rendición total (ETA sigue existiendo, solo que ahora no mata), el abandono de las armas, la petición de perdón a las víctimas y que se juzgasen todos los delitos de sangre cometidos; todavía hay pendiente de esclarecer y sin juzgar alrededor del 40% de esos asesinatos.

Nunca debemos olvidar que esos criminales no estaban en una «lucha armada», como les gusta proclamar y nos intentan vender; estos delitos se cometieron en democracia, estos crímenes pretendían implantar por la fuerza, el miedo y el terror sus postulados.

Nunca deberíamos olvidar que esas atrocidades se cometieron en un país en el que, por medio de las urnas, se podía plantear cualquier programa o idea, por muy extravagante que sea, con la única condición del respeto a las leyes y la Constitución.

Aunque estos cobardes, como Otegui o Parrot preferían el terror, el tiro en la nuca, la bomba lapa y matar cobarde e indiscriminadamente a civiles, niños y mujeres, destrozando familias y causándoles un dolor irreparable para el resto de sus días.

Interviene la joven profesora:

—Este gobierno, y su ministro de Interior, Marlaska, en algún momento, deberá rendir cuentas de su política antiterrorista, primero con el acercamiento de presos, su posterior excarcelación y transformarlos en socios preferentes. Una política que contribuye a que el mundo abertzale bravuconee y se crezca. Pedro Sánchez debería dejar de mirar para otro lado y evitar ese resurgir del odio, el blanqueo y el olvido de esas acciones criminales.

En la convocatoria de Mondragón, no es aceptable que el delegado del Gobierno y la Audiencia Nacional pongan como excusa que la convocatoria no ponía expresamente que se trataba de una exaltación al asesino etarra Henri Parrot,

Esa burda excusa no se sostiene porque solo había que ver quiénes eran los convocantes. Todo el mundo lo sabía, estaba en todos los medios de comunicación y se había proclamado como una marcha festiva de 31 kilómetros, como homenaje a los años que ese asesino llevaba en la cárcel y como una presión para cambiar la ley.

Lo que se pone de manifiesto es que ni la delegación de Gobierno, ni la Audiencia Nacional han sido capaces de poner coto a un acto que era una exaltación del terrorismo, una humillación a las víctimas del terrorismo y un despropósito.

Éstos han sido cómplices de esa iniquidad. Parrot es un sanguinario criminal, que no se ha arrepentido, que está imputado por 82 muertos, de los cuales 39 probados y con 26 sentencias condenatorias en firme, entre ellas, la más mediática, el ataque a la Casa-Cuartel de Zaragoza, en el que, entre otros, causó la muerte de cinco niñas.

Sigue el marino:

—No es justo que se pretenda cambiar leyes para que salga un despiadado asesino a la calle, después de que todos esos etarras, no arrepentidos, se han beneficiado de un acercamiento al País Vasco y de privilegios carcelarios.

Políticamente se ha decidido mirar para otro lado, se ha optado por olvidar, por blanquear esos crímenes y pasar página; aunque con el fin del terrorismo no se pueden borrar todas las vidas truncadas, todas las víctimas y las secuelas que arrastraran de por vida.

Las víctimas, han mantenido un comportamiento ejemplar y de resignación a lo largo de los años. Se han sometido al sistema legal y judicial, sin buscar venganzas, otorgando en muchos casos el perdón y en la confianza de que el sistema legal y judicial los iba a defender y la legalidad iba a prevalecer.

Esta sociedad creyó que aquellas muertes no habían sido en vano y que, si no se cedía al terror y el chantaje, se acabaría imponiendo la luz sobre la penumbra, que emergería el estado de Derecho y que al final la democracia vencería sobre la oscuridad, el terror y los crímenes.

La joven profesora añade:

—En esta política tan ávida por reescribir la historia, por rememorar el pasado, no dejo de preguntarme si realmente se quiere olvidar todo esto y convertirlo en una anécdota.

¿Queremos que las nuevas generaciones no sepan la realidad de nuestro pasado reciente?

¿Queremos mentirles y dejarlo como una anécdota?

¿Queremos vender la falacia de que fueron dos bandos en lucha por disputas ideológicas?

Sólo me queda una ingenua y vana esperanza de que, en algún momento, como ocurrió después del asesinato de Miguel Ángel Blanco, la sociedad se remueva y le cause rubor a la clase política y judicial. Mientras, lentamente, nos alejamos de la democracia y del estado de Derecho.

El marino concluye:

—No podemos mentir, aquellos fueron asesinatos realizados a sangre fría, matando cobardemente por la espalda y con atentados con muertes indiscriminadas. Y todo ello en democracia.

Esos terroristas asesinos, no arrepentidos, que se pasean por las tabernas del País Vasco son unos criminales que nos deben producir asco, desprecio y repulsa.

¡Este blanqueo, esta política y este olvido nos retrata como sociedad!

Nuestros amigos se levantan y dejan atrás su actitud vital, optimista y divertida para dar paso a una cierta desesperanza y escepticismo.

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