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'En Alemania están mis raíces, pero mi corazón pertenece a España'
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"En Alemania están mis raíces, pero mi corazón pertenece a España"

Por Jose Mateos Mariscal
sábado 08 de mayo de 2021, 08:45h

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Se han escrito muchos textos sobre migración de España a Alemania, pero pocos se detienen a reflexionar respecto de lo que significa migrar.

Como por ejemplo, la nostalgia que se experimenta por estar lejos del país y de los seres queridos, y los estereotipos y prejuicios que se debe enfrentar. Mi serial ‘Un español en Alemania’, que describe y explica de forma magistral el fenómeno humano del desplazamiento y los efectos que conllevan las migraciones. Este texto, comienza explicando que la migración no es solo un impulso natural de las personas, sino que también es un derecho que tenemos todos y todas. Según el artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, todos tenemos derecho a migrar, es decir, a circular libremente y a elegir nuestro lugar de residencia en el territorio de un Estado. Así también, tenemos derecho a entrar o salir de cualquier país, incluyendo el propio.

Pero no todos los países reconocen realmente el derecho a migrar de las personas y, por ende, tampoco reconocen los derechos que tenemos como migrantes al momento de cruzar las fronteras. La Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares nos recuerda que los derechos humanos no desaparecen cuando cruzamos un límite territorial, legal o cultural, pues estos son inamovibles y debemos hacer lo posible para que sean respetados. "No importa si somos mujeres u hombres, nuestra edad, profesión u oficio, nuestro color de piel, sexo, religión, pensamiento político o nacionalidad, pues al migrar todos y todas tenemos derecho", recalcando en mi serial.

Luego, hacen la distinción entre migrante y refugiado. Al respecto, aclaran que "un refugiado es un migrante que ha debido salir de su país forzadamente porque su vida corre peligro y que es reconocido por el derecho internacional como una persona a la que hay que proteger. Es decir, hay una diferencia jurídica fundamental entre los dos. Los refugiados tienen derecho a recibir asilo porque no pueden retornar a sus hogares y necesitan un lugar seguro donde vivir".

Por su parte, un migrante es cualquier persona que se está desplazando o que se ha desplazado lejos de su habitual lugar de residencia a través de una frontera internacional o dentro de su mismo país. Esto, sin importar su estatus legal, si el movimiento es voluntario o involuntario, las causas para su desplazamiento y la duración de su estadía, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

En Alemania están mis raíces

La familia Mateos Hernández llegó a Wuppertal, Alemania, en 2013 desde Zamora, España. La joven familia estaba huyendo del hambre, de los desahucios, de la crisis inmobiliaria en el país en 2008, aunque la política no estaba en la mente de los niños, que estaban emocionados por ver Alemania. Para Yasmin, de doce años, fue una enorme experiencia hacer su primer vuelo en avión, llegar a su nuevo piso con sus techos altos, que "parecía casi mágico, y con un frigorífico lleno de comida". Recuerda cómo su padre le enseñó a sus dos hijos la nieve por primera vez, que en aquella primavera del 2013 estaba casi derritiéndose. Encontró un trozo de nieve detrás de una iglesia local en una esquina donde no llegaba el sol. La nieve era gris, manchada por la contaminación. "Pero mi padre estaba tan feliz y tan orgulloso de mostrarnos este pequeño trozo de nieve que para mí era la cosa más sucia que había visto en mi vida", recuerda Leandro, que en aquel momento tenía ocho años. "Por supuesto cuando finalmente nevó varios meses después, encontré que era fantástica. Blanca y esponjosa".

Pero mi corazón pertenece a España

A veces la historia es como la de aquel hombre que se fue para Alemania, que trabajó y trabajó diciendo que un día iba a regresar a España. Siempre envió puntual dinero para sus padres, y con el tiempo ganó dinero para construir una casa bien grande para cuando regresara al pueblo. El hombre, después de 20 años, ya no era tan joven. Ya tenía cuatro hijos y una pequeña fortuna en marcos que traducida a las las antiguas pesetas ya era considerable. Decidió entonces regresar para quedarse en su pueblo natal. Pero nadie de su familia quiso acompañarlo, ninguno extrañaba a un país que nunca fue el suyo, había alguna simpatía por él, para las vacaciones era muy bonito, pero no para quedarse. Y entonces regresó solo. Volvió a su pueblo natal, con lágrimas en los ojos y ahogándose por el nudo en la garganta volvió a ver a sus padres y a sus hermanos, todos más viejos, más gordos. Y se sintió feliz. Pero después de una semana descubrió que la España que tanto extrañaba, de la que tanto comentaba en los foros en Internet, no era ésta que visitaba. No era en la que estaba ahora. Por alguna razón inexplicable ya no era la España de su nostalgia. Se dio cuenta con dolor que ya no pertenecía a España, que tenía que regresar Alemania, en donde ahora estaba su casa, su familia, su gente, a donde ahora pertenecía.

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