Parece que el rédito político que sacaban de este movimiento al que, por ejemplo, el PSOE ha ido eliminando letras, ya no es tan importante. Sin embargo, el colectivo vuelve a verse vilipendiado por nuevas fuerzas que no hace mucho que han emergido pero que evocan un pasado que parecía pisado y que ha llevado de nuevo a la palestra debates 'cavernícolas' como pueden ser las terapias de conversión, la unión civil de dos personas del mismo sexo, por no hablar ya de la adopción homoparental o de las personas transexuales, fuertemente atacadas en los últimos tiempos, tanto a derechas como -inesperadamente- a izquierdas, sobre todo por el movimiento feminista más radical, que las excluye como mujeres e incluso las señala.
Volvemos hacia atrás, y no hay más que verlo en la polarización de la sociedad, a merced de una clase política que brilla por su falta de escrúpulos como marionetas del marketing detrás de oscuras figuras como Miguel Ángel Rodríguez o Iván Redondo.
En todo este caos, la formación política más atacada de forma indiscriminada es, precisamente, la que se ha colocado del lado del colectivo LGTBIQ+, sin erradicar ninguna letra ni hacer de menos a ningun integrante de estas siglas que han luchado durante décadas por sus derechos, y que ahora ven cómo se pueden ir desvaneciendo.
No es de extrañar que el mitin de Ciudadanos en Chueca haya sido uno de los más productivos para la formación de Inés Arrimadas, que siempre ha mantenido la misma línea en defensa del colectivo y reprochando desde el Congreso de los Diputados cada ataque recibido como si fuera un golpe propio.
Veremos si, finalmente, la Comunidad de Madrid se sumerge en la derecha más radical y comienzan los años más oscuros de la región para un movimiento lleno de color, que lucha y luchará siempre contra el tono gris de quienes les defenestraron, ocultaron e incluso mataron únicamente por amar, que no odiar, como hace el bando contrario en esta lucha sin sentido.