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Del kaos al logos (XXXIV): Ley de la Multilateralidad Interactiva
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Del kaos al logos (XXXIV): Ley de la Multilateralidad Interactiva

Por Carlos González
jueves 05 de septiembre de 2019, 12:12h

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Este principio, ley, o conocimiento universal incontrovertible, ha de quedar claro aquí y ahora para que entendamos algo más de la dinámica de los conflictos. La vida en la que existimos, de la que formamos parte interactiva, y que hoy pretendemos entender para convertir esas apreciaciones en conceptos explicables, funciona, además de con otros axiomas, con el siguiente: “Para que haya vida, movimiento, confrontación, modificación, evolución… ha de darse el supuesto que no haya solo Hidrógeno, u Oxígeno, o cualquier otro compuesto o elemento. Son las relaciones entre distintos elementos, fuerzas, posiciones o voluntades lo que crea todo el juego de lo que llamamos… Vida”.

Esto nos relativiza toda la importancia o valor que le damos a unos elementos u otros, y más aún, algo que explico hasta la saciedad y de momento me quedo solo “Los buenos y los malos no existen”, “Solo lo favorable a… o lo desfavorable a…”. Lo único que existe son distintos elementos en sus posiciones, en función a sus fuerzas y sobre todo, hablando de humanos, deseos y voluntades contrapuestas que quieren una serie de ambiciones, deseos, sueños…

El principio de la existencia de más de una sola voluntad o fuerza, es consustancial con la existencia de un conflicto. La voluntad de distintas partes, confrontadas y compitiendo entre sí, son las que lo forman. Si hay conflicto es porque hay al menos dos partes en confrontación, competencia y posible alcance de equilibrio entre ellas. Si una parte no tiene contendiente no existe el conflicto.

También debo explicar que una parte siempre tiene el poder relativo, que es la influencia que ejerce sobre todas las demás partes --a cada una en la medida en que puede influirla-- bien directa, bien indirectamente. De este modo sitúa al contrario, o a los contrarios, de cara a la competencia para alcanzar un objetivo que desean los contendientes.

Una parte puede condicionar a todas las demás con las que está en relación, con las que forma ese conflicto, a jugar en el terreno que elija, y esto, en permanente interacción. Y, viceversa, siempre está expuesto a los movimientos de los demás que le posicionarán a él. Hablamos siempre en función a la medida o fuerza con la que cada parte puede situarse en el escenario de disputa.

Es una parte la que puede, en principio, colocar al contrario, elegir la modalidad de combate. Iniciado un movimiento por una parte, la otra siempre queda obligada a dar una respuesta a ese movimiento y esa primera parte queda presa del movimiento que inició y al que deberá atenerse. Por su parte, el contrario, con su nuevo movimiento de respuesta, posiciona a la parte que inició dicho movimiento anterior obligándole a dar una respuesta a esta nueva posición.

Así, constantemente, una parte siempre condiciona la posición de la otra. Cuando el conflicto es multilateral sucede exactamente igual. Por ejemplo, cuando el Ejército Alemán invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939, las demás naciones debieron definir sus posturas, o declarando la guerra o apoyando a Alemania, o expresando su neutralidad. Por su parte, Alemania quedó presa de su movimiento y debió defenderse o atacar a aquellas naciones que le declararon la guerra y ayudar y defender a las que se declararon a su favor, es decir, también tuvo que definir su postura frente al nuevo movimiento de los demás países.

Normalmente creemos que una parte domina un conflicto, esto casi siempre es erróneo. Aunque sea para castigar al que aparece culpable por ello, pero una parte es cautiva de todos los movimientos de las demás. Si puedes le haces pagar su movimiento, si no lo haces puedes quedar por cobarde, o por débil. Los demás sacarán, aunque sea erróneamente, sus conclusiones, y estas determinarán su próxima posición. Todo ello en constante movimiento.

Nadie, absolutamente nadie es… Libre. Todos estamos a merced de los movimientos de los demás. Y todo ello en un permanente e interactivo movimiento tal como la Ley de la Expansión constante predice.

Sobre el autor

Carlos González es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, y de reciente aparición El Sistema, de editorial Elisa.

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