La pareja cuidó del joven como si fuera suyo, mientras que Li Jingzhi quedó destrozada, hasta el punto de empapelar su lugar de origen con fotos con el rostro de su hijo. Llegó a aparecer en televisión, donde ha contado durante años su experiencia, con el fin de que alguien le diese respuestas.
Su propio hijo, Li Jingzhi, reconoce haberse emocionado con la historia sin darse cuenta de que su propia madre estaba hablando de él.
Un reencuentro gracias al reconocimiento facial
Las autoridades locales retomaron la investigación con la ayuda de las nuevas tecnologías de reconocimiento facial. Y así, 32 años después, los investigadores usaron una foto de Li Jingzhi de la época de su robo y la trataron hasta envejecerla a una apariencia similar a la que tendría en la actualidad.
Posteriormente, la imagen fue metida en la base de datos de la policía china y confrontada con los millones de reconocimientos faciales que el régimen de Pekín lleva a cabo cada día de forma constante. El resultado fue un coincidencia extraordinaria con un ciudadano de Sichuan, donde gestionaba un comercio de decoración de interiores.
Finalmente, un test de ADN permitió confirmar que era el niño robado a Li Jingzhi, aunque Mao creció con el nombre de Gu Ningning sin saber que había sido secuestrado y sin pensar en ningún momento en la existencia de sus padres biológicos.