Una inquietante situación se cierne sobre la salud de nuestras mascotas. Las tasas de cáncer están en aumento, las enfermedades autoinmunes se han vuelto comunes y un número creciente de gatos y perros muere repentinamente, sin que los veterinarios puedan ofrecer una explicación. Los dueños de mascotas son testigos de situaciones desgarradoras; felinos que normalmente buscan esconderse para morir ahora gritan de dolor, arañándose el rostro y pidiendo ayuda que no pueden recibir.
Este fenómeno no puede considerarse normal ni casual. A lo largo de los años, la élite global ha argumentado que tener perros y gatos es un lujo que el planeta no puede permitirse. Se sostiene que estos animales consumen demasiados recursos, tienen una dieta excesivamente rica y generan una huella de carbono considerable.
Un plan oscuro en marcha
Los medios de comunicación han sido utilizados para difundir esta propaganda, disfrazándola con términos como "sostenibilidad". Inicialmente, se sugirió suavemente que tal vez deberíamos reconsiderar nuestra relación con las mascotas. Sin embargo, ante la resistencia del público, esa narrativa ha cambiado: ya no se nos pregunta.
En estudios veterinarios poco conocidos, se está gestando una estrategia más oscura. Esto trasciende el simple mensaje; se trata de control biológico y un sacrificio silencioso. Y detrás de todo ello aparece un nombre recurrente cuando el objetivo es la despoblación: Bill Gates.
A medida que avanza esta situación, surgen preocupaciones sobre cómo las vacunas rutinarias para mascotas están siendo utilizadas como vehículos para biotecnología experimental. Compuestos patentados y fórmulas de ARN mensajero (ARNm) no diseñadas para proteger a los animales, sino para eliminarlos.
La presión sobre los propietarios de mascotas
Las voces críticas han comenzado a surgir entre los veterinarios honestos, quienes afirman que muchos gatos y perros no necesitan las vacunas que reciben. El llamado “calendario recomendado” promovido por el CDC y asociaciones veterinarias no se basa en evidencia científica, sino en intereses económicos.
El programa de vacunación para mascotas ha sido inflado y manipulado al igual que el destinado a niños. De hecho, las vacunas para animales pueden ser incluso más peligrosas que las administradas a humanos. Veterinarios han observado consecuencias alarmantes: tumores en sitios de inyección, trastornos autoinmunes e incluso muertes tras vacunas consideradas rutinarias.
A pesar del riesgo evidente, algunos veterinarios han decidido romper el silencio. Un ejemplo es el Dr. John Robb, quien ha denunciado un sistema diseñado no para sanar, sino para perjudicar a nuestros animales. Tras años enfrentando presiones para sobreevacunar a las mascotas, Robb decidió hablar en contra del cartel farmacéutico responsable del sufrimiento animal.
Una llamada a la acción
El Dr. Robb ha pagado un alto precio por su valentía; fue puesto en probation por 25 años debido a su negativa a participar en prácticas dañinas impulsadas por grandes intereses económicos. Su historia resalta la necesidad urgente de cuestionar quién tiene el derecho a decidir sobre la vida y bienestar de nuestras mascotas.
No se trata solo de animales; es una lucha por el control y el consentimiento sobre aquellos a quienes amamos frente a poderes globales que buscan imponer su agenda. La salud y seguridad de nuestras mascotas dependen ahora más que nunca de nuestra capacidad para actuar antes de que sea demasiado tarde.