Se votaba en el Congreso de los Diputados el acuerdo sobre la reforma laboral entre sindicatos, patronal y gobierno.
En cualquier país democrático que se precie no debía tener mayor problema y debía haber sido un mero trámite, en el que la política respetara un acuerdo social de tanta envergadura.
Eso en un país donde la praxis política se escriba con mayúscula, pero no en el nuestro repleto de mezquindad y juego sucio.
Ese trámite que demandaba una ley de tanta importancia, que beneficia a millones de trabajadores y trabajadoras, se ha convertido en un verdadero esperpento y nos ha hecho enrojecer de vergüenza, a todos aquellos que consideramos que nuestros políticos deben estar a la altura de las circunstancias.
Por el camino horas de negociación del gobierno de coalición de izquierdas, especialmente con el resto de grupos de la investidura.
ERC, Bildu y PNV han hecho oídos sordos a ese acuerdo histórico, sobre todo por la bajeza de “¿y de lo mío qué?”, obviando la importancia de desactivar las medidas más lesivas para los trabajadores, que puso en práctica el gobierno de Mariano Rajoy.
A esos tres partidos les corresponde dar la cara ante sus gentes, especialmente ERC en el que la mayoría de sus votantes están afiliados a los sindicatos firmantes, CC.OO. y UGT.
A pesar de ello PSOE y Podemos habían sido capaces de llevar hacia el sí a una amalgama de partidos de izquierda a derecha, desde Compromis y Más País, a Cs y UPN.
En este último caso con un cambio de cromos bastante impresentable en el Ayuntamiento de Pamplona, que indica a qué nivel de degradación ha llegado la política española.
Eso hacía que los números dieran para su aprobación, 175-174.
Pero la ruleta del destino dio en el último instante dos giros rocambolescos, la traición de los dos diputados de UPN que han votado contra lo decidido por su partido y el error del diputado del PP, Alberto Casero.
¿La suerte que persigue a Pedro Sánchez desde su investidura, o esa ruleta del destino que ahora gira a su favor?
Pero centrémonos en esos dos hechos que confirman la decadencia de la política por aquí.
Un diputado sale elegido en una lista elaborada por su partido y aunque el escaño legalmente le pertenece, éticamente no, se debe a las decisiones, a la disciplina del partido que le llevó a ese lugar.
Por eso el señor Sergio Sayas, al que conozco bien por haber compartido tertulia mucho tiempo, ha traicionado esos principios que deberían ser sagrados y además ha mentido al asegurar que a pesar de no estar de acuerdo aceptaría a regañadientes la decisión de sus superiores votando a favor.
La duda que surge es si ese cambio se ha producido en circunstancias parecidas al famoso “Tamayazo” de Madrid, e incluso si su cambio ya era conocido por el PP que lo guardaba en secreto, para con un golpe de efecto final dejar KO al gobierno. De ahí los aplausos que se escucharon en su bancada en un momento dado.
¿A cambio de qué? ¿Prebendas, cuestiones económicas, puestos en el futuro en sus filas? El tiempo responderá a esas preguntas aunque lo que parece en estos momentos huele bastante mal.
La segunda cuestión es si cabe más grave, especialmente por el lamentable espectáculo que está dando el PP a raíz del error del señor Casero.
Es como si en un partido de fútbol un jugador se metiera un gol en propia puerta y después se solicitara con vehemencia que no contara, que no subiera al marcador. O si en unas elecciones alguien intentara abrir la urna para cambiar su voto emitido erróneamente.
Ese error no se puede cambiar, como no se ha podido en las decenas de ocasiones en las que ha ocurrido algo parecido.
¿O es que pretende el PP tener un trato de favor en este caso?
La imagen que se está dando es lamentable.
Una política de regional preferente, desde la no aceptación del acuerdo social intentando cambiarlo con falta de ética, pasando por el acuerdo espurio habido entre PSN y UPN de cambio de cromos (tú votas la reforma, yo evito reprobar al alcalde de Pamplona por su actitud racista contra los emigrantes), por la degradación de sus diputados en Madrid y finalizando por un PP navajero, enardecido provocando una tensión absolutamente innecesaria a cuenta del error de su diputado.
Mal señores Sayas y Adanero, mal señor Casado y Cia, mal PSN y UPN, mal ERC, Bildu y PNV. Una situación que confirma la decadencia de nuestra clase política que de nuevo no da la talla.
Como decía esta mañana el SG de CC.OO., Unai Sordo referido a estos últimos, “demuestran con su actitud que no saben de esto”, que no han pisado una fábrica o un puesto de trabajo en la vida añado.
Menos mal que el gobierno, especialmente la ministra de trabajo que se ha dejado la piel en el empeño, los sindicatos y la patronal nos abren una vía a la esperanza.
Hoy es un día de claroscuros, ojalá que mañana sólo haya claridad. De momento si para esos millones de trabajadores que se van a beneficiar de lo aprobado, aunque haya sido por un gol en propia puerta de los contrincantes que ha evitado un nuevo “tamayazo”.
Veremos.