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Diez conclusiones sobre la dictadura covid

Diez conclusiones sobre la dictadura covid

O cómo solo queda luchar implacablemente contra ella

viernes 28 de mayo de 2021, 10:57h

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Rememoremos el genio de Arthur Schopenhauer. "La verdad pasa por tres fases. Primero es ridiculizada; segundo, se la opone violentamente; y tercero, es aceptada como evidente". Expresado de otro modo, estación termini: la desnuda (y tantas veces dolorosa) realidad se impone, cual brutal, brutalísima, bofetada. La verdad termina siendo aceptada. Eso sí, en tantas ocasiones demasiado tarde...

Ni olvido ni perdono

Algunos, ocurra lo que ocurra, ni olvidaremos ni perdonaremos. De la necesidad se extrae luminosa virtud, tal grotesca pantomima plandémica. Algunos confirmamos lo consabido. No era muy difícil. Otros comenzaron a darse cuenta de la realidad, el mundo real, el desierto de lo real. Pues eso, apreciado Neo, eres un esclavo. Neo, naciste en cautiverio, naciste en una prisión que no puedes ni oler ni saborear ni tocar. Una prisión para tu mente. Y de ti siempre dependió. O pastilla azul, como hasta ahora; o pastilla roja, abriendo un poquito los ojos.

Y tal vez puedas llegar a entender estas diez sencillas conclusiones del criminal y covidiota sainete. Y aunque, aparentemente, la mayoría no ha aprendido nada de lo ocurrido, eventualmente, acabarán poniéndose al día. Imagino. Y una vez que algo se sabe, transitar de la epistemología a la ética. Del kantiano qué puedo saber al qué puedo y debo hacer. Y como expresó H.R. Haldeman tan acertadamente, en un determinado momento "no se puede volver a poner la pasta de dientes en el tubo".

Ilimitada corrupción de todo

Uno. Nuestros sistemas políticos se hallan irremediablemente corrompidos. Podridos hasta el tuétano. Prácticamente todos - diríase todos - los políticos son extremada e irremediablemente corruptos. No se puede confiar en ningún partido político. Todos pueden ser, y han sido, alquilados. Sobre todo comprados. Y votar significa legitimar tal horror. No hay mal menor que elegir. Solo bien razonable. Y ninguna urna lo proporciona.

Dos. La democracia es una farsa. Democracia, flatus voci: mucho más cuando estamos siendo dirigidos por maquiavélicos y sádicos psicópatas del más alto calibre. Democracia, basura: desde siempre. Nunca habrá una verdadera democracia cuando el dinero y el poder siempre se dirigen a más de lo mismo. Como la burra al trigo. Y lo más martirizante es que carecemos de alternativa razonable: aparta de mí los amargos cálices genocidas- como fue el tercero- de una suerte de cuarto reich. Por favor, no insultéis mi inteligencia.

Tres. El sistema no se detendrá ante nada para mantener su poder. Y si es posible, incrementar sus niveles de control y explotación. Carece de escrúpulos. Ninguna mentira es demasiado escandalosa, ninguna hipocresía demasiado nauseabunda, ningún sacrificio humano – ritual, preferentemente- demasiado grande. Hijoputistas, al servicio de los hijos de puta que manejan el mundo desde inmemoriales témporas, te llamarán “negacionista”. Qué cosas.

Disidencia controlada, controladísima…

Cuatro. Los movimientos supuestamente disidentes no son generalmente nada de eso. Sea cual sea la dirección en la que pretenden atacar al sistema, sólo lo fingen y sirven para canalizar el descontento en direcciones inofensivas para la genocida caterva en el poder. E incluso cristalizan útiles - recuerden el concepto de tontos útiles-para las globalistas agendas.

Cinco. Cualquier voz "disidente" de la que haya oído hablar en los medios de comunicación mayoritarios probablemente – seguramente - sea falsa. El sistema no ofrece publicidad gratuita a sus enemigos reales. El sistema no da publicidad gratuita a sus genuinos enemigos. Y usted acertó: amenazantes, liberticidas y totalitarios servicios secretos detrás de toda operación, encubierta o no, de disidencia controlada.

Infinita cobardía humana, serviles perrodistas, crueles mamporreros

Seis. La mayoría de la gente de nuestra sociedad deviene infinitamente cobarde. Están dispuestos a renunciar a todos los buenos valores, a la vida buena, y a principios que han difundido durante toda su vida, simplemente para evitar el más mínimo riesgo de crítica pública, molestias o incluso minúsculos quebrantos económicos.

Siete. Los grandes medios de comunicación no son más que un aparato de propaganda del sistema, el mejor vocero pues. Y los periodistas que trabajan en ellos han alquilado o vendido sus almas, poniendo sus habilidades de escritura (a menudo mínimas), totalmente a disposición del poder. A cualquiera de sus sórdidas ramificaciones. Una preguntita fácil de responder. ¿Conoce algún gran medio en España, de "derecha" o "izquierda", que cuestione siquiera levemente la campaña de "vacunación"? Pues ya está. Blanco y en botella suele ser leche.

Ocho. La brutal y maltratadora policía - junto a los fumigadores milikitos- no está al servicio de la gente ( la que paga sus sueldos, tras previo expolio fiscal), sino al servicio de una minoría poderosa y extremadamente pudiente que controla y explota al populacho para sus propios intereses, siempre estrechos y muy codiciosos. Y enormemente depravados, claro.

Basurientos expertuzos y la barbarie bautizada como progreso

Nueve. Ningún "científico" o expertuzo es de fiar. Utilizarán el poder hipnótico de sus batas blancas y su condición de autoridades para beneficiar a quienes financian su trabajo y su estilo de vida. El que paga manda. Fíjense el panorama: tiranía sanitaria, Estado policial/militar, dictadura tecnocientífica...Ya lo dijo Cum Fraude, "acelerar" procesos previos. Perfeccionar el tecno-horror bicéfalo, estatal-gran capitalista.

Diez. El progreso es una ilusión engañosa. La historia del progreso es la historia de la barbarie, es la historia de los vencidos, como aseveró luminosamente el genio del egregio judío Walter Benjamin. Progreso, una mierda pinchada en un palo. Deviene espejismo utilizando como tenebrosa coartada la creciente automatización e industrialización. Más "progreso", infinita peor calidad de la vida humana. De hecho la reducirá "progresivamente" hasta extinguirla por completo.

Del saber al hacer

…Y lo dicho. Del qué puedo saber al qué puedo y, sobre todo, qué debo hacer. En fin.

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