Esto quiere decir que nunca va a haber información fidedigna, veraz y como dicen muchos, libre e imparcial. Realmente en ellos la imparcialidad no existe porque detrás de ellos tienen jefes o sponsors que los financian y se deben a ellos. Ellos crean una serie de imágenes que favorecen solo sus intereses y no los de la población.
Con esto queremos comunicar algo muy claro: no son creíbles aunque parezca o nos hagan creer que sí. Todo lo que llegue de ellos no es fiable hasta los propios titulares.
Este fenómeno de la manipulación no es un fenómeno nuevo, ya desde sus inicios el periodismo estaba tocado por este mal.
Por otro lado también vemos que un modelo centrado en las imágenes, el espectáculo y el entretenimiento obviamente deja mucho que desear de la calidad periodística porque en esto no hay búsqueda de la verdad que es en realidad a lo que se debería llamar o dedicar el periodista libre si es que queda alguno hoy ya que existe una manipulación sistemática de los contenidos.
Esto se hace deliberadamente, se falsea.
Ni que decir que muchos periodistas están en la búsqueda de nuevos puestos y en trepar para asegurar su puesto de trabajo, su dinero, su prestigio y no arriesgar o contar realmente la verdad.
Se les vió el plumero aunque la población en un estado de narcótico siga tragando imágenes por las pantallas.
El periodismo tiene hoy un problema de autocrítica y de autoestima, por supuesto. Si durante un mes al ciudadano no le llegara ningún tipo de información del exterior no le pasaría nada, no le es necesaria para nada todo ese bagaje falseado, es más, cuanto menos se encontraría mucho más tranquilo y comunicativo con los demás en su propio medio.
Los medios producen otra incoherencia: aíslan al individuo y finalmente todos piensan lo que quieren las grandes corporaciones de la información que piensan.
La labor real de un periodista no es crear confusión sino la de cambiar el mundo a través de su trabajo para que este sea mejor cada día.