La trama que solo se ha empezado a conocer del llamado “caso Mediador” apunta ser una madeja mucho más difícil de desliar que esa otra que tan bien conocemos en Almería bajo el nombre de “Operación Poniente”, que año y medio después del visto para sentencia, la sentencia no se ha visto.
Era 20 de octubre de 2009, hace unos 14 años, cuando la Policía Nacional entraba en el Ayuntamiento de El Ejido y procedía a la detención de un total de 20 personas, entre las que estaban el alcalde de entonces, Juan Enciso, y el interventor municipal, José Alemán. Las intervenciones telefónicas y los documentos dieron para mucho en los medios de comunicación, que nos focalizamos en la vertiente política que conectaba a políticos socialistas con los del PAL (escindidos del Partido Popular), y cómo, juntos, conspiraban –si así puede llamarse- para acabar como el PP almeriense en general, y con su presidente, Gabriel Amat, en particular; todo ello con la Diputación como escenario principal y el beneplácito del PSOE de Manuel Chaves.
Traigo esto a colación, porque el caso Mediador está ahora mismo en esa fase, la de las filtraciones, la de los medios atando cabos políticos, la de la oposición pidiendo comisiones de investigación… pero lo cierto es que tres lustros después seguimos esperando veredicto, cuando ya los inicialmente imputados se han ido reduciendo hasta la mínima expresión, y cuando haya condenas, éstas serán escasas en cuantía de años de prisión, y ninguno cumplirá más allá de dos o tres, por mucho que le impongan.
Recuerdo, y por eso he comenzado por ahí, que hablando con una persona que investigaba el caso, ésta me decía que en algún momento iban a tener que ponerle punto final, dejar de indagar, porque con cada nueva pesquisa, surgían nuevos indicios delictivos, hasta el punto de que convenía asegurar lo que tenían en vez de seguir dispersándose por caminos. Eso parece que ocurrirá aquí, que la trama se va complicando más y más, y cada papel que se mueve desvela más líneas de investigación.
Es por eso que cuando esto acabe, lo del Mediador digo, ya veremos cómo lo hace, pero de momento, vamos a lo que vamos.
Y a lo que vamos es a que si hay un mediador es porque hay dos partes o más entre las que mediar y a las que todas reconocen su función, y si hay un Tito Berni, es porque hay unos sobrinos y unas sobrinas.
En la parte del caso que estamos conociendo, y que desde luego es solo la más morbosa y simple, todo apunta a que estamos ante unos estafadores, cuyo funcionamiento se basaba en el relumbrón más que en otra cosa.
Un diputado, o dos, o tres, o quince… en nuestro sistema parlamentario, no pueden hacer absolutamente nada por un empresario que quiere una subvención europea, o que le quiten una sanción. Eso sí, esos diputados pueden presumir de conocer a tal ministro o ministra, o al propio presidente del Gobierno, o tal secretario de Estado, y puede haber entonces quienes piquen, quienes paguen por cenar con esos diputados tan influyentes, y que paguen no solo la cena, también las copas y lo que se tercie, y también al mediador que convoca el evento.
Si al pequeño empresario lo llevan desde su pueblo en una isla canaria, a Madrid, le dan un paseo por el Congreso saludando a todo el mundo, de despacho en despacho, con palmaditas en la espalda, y si luego, como han ido a lo que han ido, los llevan a conocer al comandante de la Guardia Civil, lo que le tranquiliza de que hagan lo que hagan no les van a investigar, pues miel sobre hojuelas. A pagar y divertirse.
Pero no olvidemos que estas cosas comienzan cuando hay alguien que quiere algo, y también alguien que está dispuesto a dar a cambio de algo.
Y también está el que alardea, ese al que le gusta presumir de contactos, de hablar a diario con los ministros, de ser uno con un secretario de Estado que es asesor áulico del Presidente; ese al que le gusta tanto presumir de tener mano, que van y se la cortan. La mano.