La Centers for Disease Control and Prevention (CDC) ha dado un giro significativo en su política respecto a la vacunación contra la hepatitis B para recién nacidos. En una reciente declaración, el director interino de la CDC, Jim O’Neill, anunció que la agencia ya no exigirá la administración universal de esta vacuna dentro de las 24 horas posteriores al nacimiento. Esta decisión responde a un creciente escrutinio sobre la seguridad y eficacia de la vacuna, especialmente considerando que los recién nacidos presentan un riesgo mínimo de contraer hepatitis B.
A partir de ahora, se aconseja a los padres y proveedores de atención médica tomar decisiones individualizadas basadas en factores de riesgo. Aunque se seguirá recomendando la vacunación inmediata para los niños nacidos de madres infectadas, la CDC reconoce que es médicamente viable retrasar la vacunación hasta al menos dos meses para aquellos recién nacidos que sean considerados de bajo riesgo.
Justificación cuestionable para la vacunación masiva
La vacuna contra la hepatitis B fue introducida en 1982 y se incluyó en el calendario de inmunización infantil en 1991. En 2005, la CDC endureció sus directrices, insistiendo en que todos los recién nacidos debían recibir la primera dosis dentro de las 24 horas, sin importar el estado de infección materno. Los funcionarios de salud pública justificaron esta política argumentando que no había tenido éxito el enfoque dirigido a grupos de alto riesgo, lo que hacía necesaria una vacunación universal.
No obstante, críticos del programa sostienen que esta justificación es profundamente errónea. La hepatitis B se transmite principalmente a través de sangre y fluidos corporales, situaciones casi inexistentes en recién nacidos a menos que su madre esté infectada. Encuestas indican que el 87% de los pediatras no considera necesario vacunar a infantes sanos con esta vacuna; sin embargo, las normativas estatales han obligado a su cumplimiento durante décadas.
Pruebas de seguridad a corto plazo generan preocupación
Uno de los hallazgos más alarmantes es la falta de pruebas exhaustivas sobre la seguridad a largo plazo del producto. Los ensayos clínicos realizados por Merck y GlaxoSmithKline solo monitorearon a los infantes durante cuatro o cinco días tras la vacunación, un período demasiado breve para detectar reacciones adversas tardías. El aluminio, un adyuvante neurotóxico utilizado para provocar una respuesta inmune, puede tardar meses o años en manifestar daños autoinmunes. Sin embargo, como los reguladores solo observaron efectos secundarios inmediatos como hinchazón o fiebre, los daños a largo plazo fueron sistemáticamente ignorados.
El Dr. Paul Thomas, pediatra y defensor de la seguridad vacunal, destaca que cada dosis contiene 250 microgramos de aluminio—más de diez veces el límite máximo diario permitido por la FDA para recién nacidos. Al combinarse con otras vacunas ricas en aluminio (DTaP, Hib), los infantes podrían recibir más de 1,000 microgramos antes de cumplir seis meses—a una dosis considerada insegura incluso para un adulto de 350 libras según las directrices de la FDA.
Vínculo con el autismo y ciencia suprimida
Robert F. Kennedy Jr. ha denunciado durante mucho tiempo los esfuerzos del CDC por ocultar datos que relacionan las vacunas con daños neurológicos. En 1999, el investigador del CDC Thomas Verstraeten analizó el Vaccine Safety Datalink y encontró un riesgo relativo del 11.35—lo que significa que los infantes vacunados al nacer tenían un 1,135% más probabilidades de desarrollar autismo en comparación con sus pares no vacunados.
En lugar de abordar estos hallazgos, el CDC convocó una reunión secreta en Simpsonwood Retreat en 2000 donde funcionarios discutieron estrategias para enterrar esta evidencia. Transcripciones internas revelan conversaciones sobre lanzar estudios contrarios para «probar» que no existía ningún vínculo—priorizando así las ganancias industriales sobre la salud infantil.
Coerción y derechos parentales amenazados
Los padres que se niegan a vacunar contra la hepatitis B suelen enfrentar coerción hospitalaria y obstáculos burocráticos e incluso amenazas relacionadas con servicios infantiles. Mike Adams, fundador de Natural News, relata cómo funcionarios panameños retuvieron el certificado de nacimiento de su hija hasta que presentó prueba de vacunación—aunque no existe una amenaza real del virus para los recién nacidos.
Los hospitales presionan regularmente a los padres utilizando tácticas intimidatorias, advirtiendo que los infantes no vacunados corren el riesgo mortal del daño hepático—pese a que el 97% de las madres dan negativo por hepatitis B. Mientras tanto, aquellos pediatras que cuestionan estas mandatorias arriesgan perder sus licencias profesionales, creando así una cultura donde se impone el cumplimiento en lugar del consentimiento informado.
Precedente global y camino hacia adelante
Paises como Reino Unido y Dinamarca retrasan la vacunación contra hepatitis B hasta dos meses sin experimentar brotes significativos. Sin embargo, las autoridades sanitarias estadounidenses han desestimado estos modelos alegando erróneamente que la «diversidad poblacional» justifica una vacunación masiva entre infantes.
Con las nuevas orientaciones del CDC, ahora los padres cuentan con respaldo legal para retrasar o rechazar la vacuna contra hepatitis B para recién nacidos considerados de bajo riesgo. Sin embargo, aún queda mucho por hacer; aseguradoras importantes como Blue Cross Blue Shield han prometido continuar cubriendo esta dosis al nacer mientras asociaciones médicas como la AAP critican este cambio como «peligroso».
Conclusión: Restaurando la libertad médica
La reversión del CDC representa una victoria poco común por transparencia médica; sin embargo, persiste un largo camino por recorrer. Los padres deben mantenerse alerta ante el cabildeo farmacéutico y las mandatorias coercitivas. Hasta que se realicen estudios independientes sobre seguridad a largo plazo, las familias merecen tener derecho a evaluar riesgos frente a beneficios—libres del miedo y propaganda institucional.
A día de hoy, no se pueden ignorar ni los riesgos asociados con toxicidad por aluminio ni las dudas sobre la necesidad real del uso generalizado del producto en recién nacidos. La era del cumplimiento ciego está llegando a su fin—y finalmente se está reconociendo el derecho a elegir informado.
Mire al Secretario de Salud Robert F. Kennedy Jr., exponiendo su argumento sobre cómo gran parte del aumento en casos autistas podría atribuirse a esta vacuna.
Fuentes incluyen:
DailyMail.co.uk
BrightU.ai
Brighteon.com
La noticia en cifras
| Cifra |
Descripción |
| 97% |
Porcentaje de madres que testan negativo para hepatitis B. |
| 250 mcg |
Cantidad de aluminio por dosis de la vacuna (10x el límite del FDA para recién nacidos). |
| 1,000 mcg |
Cantidad total de aluminio combinando otras vacunas a los 6 meses. |
| 1,135% |
Aumento del riesgo de autismo asociado con la vacunación contra hepatitis B. |