Una alarmante serie de testimonios ha revelado una red profundamente arraigada de abuso ritual infantil en Israel. Sobrevivientes han denunciado la explotación sistemática por parte de figuras religiosas, educadores e incluso miembros actuales y anteriores del Knesset, el parlamento israelí.
Las revelaciones, expuestas en informes de investigación y desgarradores relatos ante legisladores israelíes, describen ceremonias que combinan simbolismo religioso con un sadismo extremo, dejando a las víctimas psicológicamente devastadas mientras las autoridades luchan por responder adecuadamente. Los sobrevivientes relatan haber sido sometidos a abusos grupales y manipulaciones psicológicas diseñadas para hacerles creer que su sufrimiento tenía un propósito divino.
Testimonios impactantes
Los relatos incluyen ceremonias que invocan deidades bíblicas condenadas, como Baal Peor y Ashtoreth, llevadas a cabo por individuos que aparentan seguir prácticas judías ortodoxas. Las víctimas han descrito ser forzadas a participar en reenactments bíblicos simulados y a ingerir fluidos corporales, todo bajo una manipulación psicológica intensa.
El abuso frecuentemente comenzaba en la infancia temprana, con familiares –en ocasiones exvíctimas– entregando a los niños a los perpetradores. Los sobrevivientes reportan haber soportado años de tormento, solo para enfrentar incredulidad al intentar denunciar los crímenes. Las investigaciones policiales se han estancado repetidamente debido a la «falta de evidencia», lo que los sobrevivientes afirman es una táctica utilizada por los abusadores para evadir la responsabilidad.
Complicidad política e institucional
Durante una audiencia en el Knesset, los sobrevivientes testificaron que médicos, policías y legisladores participaron o facilitaron el abuso. Una sobreviviente mencionó haber sido traficada por todo el país desde los cinco hasta los veinte años. Ambos enfatizaron que figuras prominentes —incluidos líderes comunitarios y funcionarios gubernamentales— están implicados, utilizando amenazas para silenciar a las víctimas.
La Dra. Naama Goldberg, directora de una ONG que asiste a sobrevivientes de abuso, confirmó que los testimonios coinciden en casos no relacionados, sugiriendo la existencia de una red organizada. A pesar de presentar evidencia a la policía, indicó que no se ha tomado ninguna acción significativa.
Aunque un representante policial reconoció estos casos como una «prioridad máxima», tanto sobrevivientes como defensores siguen siendo escépticos debido a un historial de negligencia institucional.
Estrategias de control psicológico
El abuso va más allá de la violencia física; se utiliza la doctrina religiosa para fracturar la psique de las víctimas. Terapeutas informan que muchos sobrevivientes sufren trastorno disociativo de identidad (TDI), una condición vinculada al trauma extremo prolongado. Se afirma que los abusadores emplearon rituales y sobrecarga sensorial para inducir disociación, asegurándose así de que las víctimas reprimieran recuerdos o fueran descalificadas como testigos confiables.
El Rabino Dr. Udi Furman, experto en abuso ritual, destacó cómo los perpetradores distorsionan textos cabalísticos y bíblicos para justificar su explotación, presentando la violencia como una forma de trascendencia espiritual. Esta «inversión espiritual», donde lo maligno es santificado y el sufrimiento glorificado, deja a los sobrevivientes lidiando con una profunda traición tanto por parte de individuos como de la fe en la que fueron criados.
Un llamado urgente a la acción
Las denuncias reflejan patrones internacionales similares al abuso vinculado a élites, como el caso Epstein. Los sobrevivientes sostienen que figuras prominentes participan en un «safari retorcido» de explotación. Críticos argumentan que el sistema legal israelí carece de herramientas para procesar abusos espirituales disfrazados como prácticas religiosas, permitiendo así a los perpetradores operar con impunidad.
A pesar del reconocimiento por parte de legisladores durante la audiencia sobre estos testimonios como un «momento decisivo», persiste el temor entre los sobrevivientes sobre la posibilidad real de justicia debido al poder arraigado de los abusadores. Como advirtió uno de ellos: «Traten esto como terrorismo». Estas revelaciones subrayan una inquietante realidad: bajo las instituciones religiosas y políticas en Israel existe un mundo sombrío donde se sacrifican niños no en altares de fe, sino en aras del poder desenfrenado.
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