Pablo Casado llegaba entusiasmado este lunes al Comité Ejecutivo Nacional del partido, convocado para nombrar a los portavoces en el Congreso y en el Senado, así como para valorar los resultados obtenidos en los últimos comicios. Todo iba bien hasta que, en un alarde de egocentrismo, Casado desdijo en la posterior rueda de prensa a varias de las figuras del PP reunidas para tal ocasión, lo que encendió la mecha de un polvorín que estalló poco después durante el almuerzo de los barones con el líder de los populares.
Que el Partido Popular ha cosechado sus peores resultados, tanto en las generales como en las municipales y autonómicas, es innegable. Sin embargo, el líder del PP, Pablo Casado, sigue inmerso en esa realidad paralela que le empuja a creerse ganador de las elecciones y a celebrarlo como tal, en un arranque de euforia impropio de alguien que ha rebajado el poder de su formación hasta mínimos históricos.
Alguien tenía que parar los pies a Casado, quien no entiende la palabra “fracaso” desde su irrupción en el tablero político siendo solo un estudiante de la mano de Alfredo Prada, el que fuera vicepresidente y consejero de Justicia de la Comunidad de Madrid en tiempos de Esperanza Aguirre, investigado por cierto por el juez que intenta aclarar las irregularidades en la construcción de la fallida Ciudad de la Justicia. El intrépido joven fue escalando posiciones hasta ser cabeza de un partido que, en la actualidad, se encuentra en su peor momento.
El giro a la derecha del PP en una carrera hacia el precipicio político por hacerse con el liderazgo de la extrema derecha ha tenido sus consecuencias. Las urnas han sido las primeras en frenar a un Casado desatado, que iba elevando el tono según transcurría la primera de las citas electorales de este convulso 2019.
El cisma del Comité Ejecutivo Nacional
Este lunes, los barones se agarraban a los resultados “no tan malos” de la capital antes de entrar a un Comité Ejecutivo que se preveía tenso, pese al pequeño ‘entremés’ que se vivió a las puertas del mismo en el que todo eran sonrisas y abrazos, cuando en verdad la película bien podría llamarse como el clásico de 1965, ‘Sonrisas y lágrimas’.
La reunión dio lugar a un sinfín de informes e inconmensurables intentos por parte del equipo de Casado de demostrar el buen hacer su líder en los últimos comicios. La tensión previa se transformó en aparente calma, lo que llaman ‘el ojo de la tormenta’.
Apenas unos minutos le bastaron al líder de los populares para deshacer el trabajo de su equipo de convencer a los barones de que merece seguir al frente del barco. Casado se dirigió con el mismo semblante de (falso) ganador electoral hasta la sala de prensa, donde compareció ante los medios para desmentir a aquellos barones que anunciaban un giro al centro por parte del partido, del que se habría visto beneficiado en las elecciones del pasado domingo.
El propio Núñez Feijóo aseguraba poco antes de entrar a la sede de la formación que “el PP ha entendido el mensaje de las generales. Es verdad que no hemos tenido tiempo, pero hemos ensanchado el partido durante estas tres últimas semanas y hoy tenemos mejores resultados que en las generales, lo que acredita que debemos seguir insistiendo en el centro y en el centroderecha”.
Casado no lo iba a dejar pasar. Pero Moreno Bonilla se le había adelantado, secundando el mensaje del dirigente gallego, aludiendo a “la centralidad, la ponderación, la moderación” como “la clave” para recuperar al electorado.
Como Pedro a Jesús, Casado negó hasta en tres ocasiones a sus compañeros de partido: la primera al señalar que la campaña del 26-M había sido “acertada, como la de las generales”, con un programa marco “muy similar” y sin “ningún bandazo ni supuestos giros inexistentes”.
Por si acaso no había quedado claro el mensaje que quería lanzar, el líder popular volvió a insistir: “Niego la mayor; el PP sigue donde ha estado siempre. No ha habido tal giro al centro”, algo que repitió posteriormente fuera de cámaras a los medios presentes.
Y el polvorín estalló…
Los barones del Partido Popular esperaban a Casado para el correspondiente almuerzo del Comité Ejecutivo Nacional, donde toda calma presuntamente conquistada durante la reunión previa se disipó de golpe tras las palabras del díscolo Casado.
Fueron Feijóo y Moreno, amparados sobre todo por Isabel Bonig, los instigadores de la rabieta del líder popular, a quien reprocharon unos análisis poco fiables durante la reunión e incluso le recriminaron que, si no entendía lo que ha pasado, “es que no ha entendido nada”. El propio Feijóo le intentó explicar que la imagen actual del PP es que “nos habíamos derechizado”, y que si no comparte esa impresión, “habría que concluir que los candidatos de las municipales eran mejores que los de las generales”.
El rifirrafe fue en aumento cuando Moreno Bonilla le reprochó “la foto de Andalucía con Vox” ya que, a su parecer, había hecho más daño al partido que la de Colón. Sin embargo, Casado se mostró impertérrito y no cedió ni un ápice en su discurso.
Los barones recordaron al cabeza del PP que “las elecciones se ganan desde el día siguiente a las anteriores”, advirtiéndole sobre el craso error que puede llevar a cabo al seguir en la misma línea que en las generales y en cuanto a nombramientos en las semanas sucesivas, puesto que sobrevuela en Génova el nombre de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz popular del Congreso y el de Ignacio Cosidó para el Senado.
De momento, la primera batalla la ganaron los barones, quienes consiguieron que Casado retrasase los nombramientos, dejando de forma provisional a José Antonio Bermúdez de Castro y Cosidó, y designando a Teodoro García Egea, a Javier Maroto y a la presidenta del PP de Navarra, Ana Beltrán, como miembros del equipo negociador con Ciudadanos y Vox para futuras alianzas, siendo los dos primeros los artífices del conocido como ‘pacto a la andaluza’, una fórmula que intentarán replicar a lo largo y ancho de España.