La vida vino del mar y somos hijos de este. Los bosques, la naturaleza profunda también nos atrae ya que está en nuestros genes desde que nuestros ancestros vivían y morían en los árboles.
El espacio interestelar también nos succiona con fuerza, como algo incontrolable, desde los albores el hombre primitivo veneraba al cielo, a las estrellas, en una búsqueda espiritual.
Parece que algo nos llama desde arriba, sin ir más lejos el hombre sigue construyendo tecnología para arribar a las estrellas.
Hay miles de casos en todo el mundo de avistamientos de luces, naves extrañas que no podemos controlar, ya que su velocidad y formato escapan a nuestra imaginación, y avances hasta la fecha de hoy.
Durante la pandemia han aumentado los avistamientos según el prestigioso diario New York Times.
Objetos que se desplazan a unas velocidades para nosotros hasta ahora imposibles y con una tecnología no humana.
¿Podríamos llegar a pensar ingenuamente que estos visitantes fueran solo en primera instancia bondadosos?
¿Estamos en la onda o realmente preparados para una conexión que se puede dar en cualquier momento sea del calado que sea?
Y, por último, si esto sucediera: ¿podría ser el comienzo de la resolución de nuestros conflictos en nuestro planeta entre nosotros?