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Raya y el último dragón

Disney ha matado definitivamente la masculinidad

sábado 20 de marzo de 2021, 10:54h

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Célebre e indeleble crossover en la segunda parte de Rompe Ralph. Abigarrado y apiñadísimo conciliábulo de plurales personajes. ¡Reunión de princesas! Vanelope se cuela en un camerino. Y brotan por allá Blancanieves, Bella, Cenicienta, Aurora, Ariel, Jasmine, Pocahontas, Mulán, Tiana, Rapunzel, Elsa, Anna, Moana, y Mérida.

De princesas a guerreras: involución

Deviene abracadabrante suerte de fiesta de pijamas donde las chicas intercambian distintas impresiones de lo que significa ser una princesa, una denuncia asaz satírica, en principio, una burla de su propia imagen: damiselas en apuros, necesitadas de príncipes, amenazadas por villanas a cada cuál más aviesa que la anterior, huérfanas de madre, cuya única compañía depende de unos animalitos. Ahora, en el camerino, las vemos en un entorno relajado, como si fueran actrices en su hora de descanso, sin vestuario ni antifaces, siendo ellas mismas (¿sí?) fiscalizando las exigencias del guión. Basta ya de princesas vulnerables, tímidas y dependientes de un varón. Empoderadas, pues. De "dóciles" princesitas a implacables guerreras.

Lo último de la mortífera plaga feminista, Raya y el último dragón. Tal personaje no es una princesa en busca del amor verdadero, bah, cosa de pusilánimes. Al menos en Mulán existía un interés amoroso y acababa emparejada con un alto cargo militar (curioso, ¿sí?). O una cinta una película como Frozen pareciera revolucionaria, porque aunque había princesas -dos a falta de una-, era el amor de las hermanas lo que las salvaba. Los hombres, difuminados. Pero despojémonos de ardides, en Frozen, a la sazón, se hallabna todos los tópicos al uso: pretendientes, chicos, amor, canciones y ostentosos y ampulosos ternos…

Rememoremos. Vaiana rompía en 2016 la baraja, y ahora, pasado un lustro, después del deletéreo y liberticida movimiento Me Too, con Raya se apuntalan los nuevos y lastimosos paradigmas Disney (y de la animación y el cine contemporáneo en general). En el ínterin, fomentándose el atroz militarismo de toda la vida. Guerreras. Dirigida la nueva película de Disney por el ganador del Oscar Don Hall (Big Hero 6) y por Dean Wellins, se nos narra la historia de Raya, la referida y despiadada guerrera solitaria.

El óptimo modelo femenino: la teniente O'Neill

Un filme que hubiera sido impensable hace diez años, porque aquí las protagonistas no son princesas ni damiselas en apuros, son guerreras. Feroces. Todos los personajes importantes son mujeres (los hombres, vaporosos, débiles o extremadamente feminizados). Mujeres que envainan magníficamente una espada y se lían a dar guantazos, cuchilladas a la primera de cambio. No hay interés amoroso. Ninguno. Solo guerra, militarismo.

La scottiana y siniestra Teniente O'Neill, perfeccionado modelo de mujer, pues. Y el opresivo y opresor Gran Leviatán, aplaudiendo con sus monstruosas orejas tal tiránica militarización de nuestras sociedades, bajo ropajes de falaz y patrañero patrioterismo. Patrioterismo, entonces. Además, otro impresionante poro abierto: las guerreras no se arrancan a cantar en ningún momento del filmen para no tener que mostrar y demostrar sus sentimientos. Aquí no hay Let it go que valga, sino un universo postapocalíptico y una maldición que desgarrar. Y una diosa/guerrera madre, redentora.

El periplo de Raya: tendrá que encontrar al último dragón para acabar para siempre con los pérfidos Druun. Cocteleen la joya de Ang Lee, Tigre y dragón, con la saga de Mad Max. Y tendrán nuestro desagradable destilado. Y, por supuesto, agreguen otro sello del nuevo paradigma Disney, tan genocida Nuevo Orden Mundial: falsaria diversidad. Además de impulsar la letal ideología de género, la compañía yanqui mira un poco más hacia el continente asiático. La geopolítica, tan presente. China, desde luego. El totalitario modelo político-económico chino, tan caro a las genocidas élites.

Raya y el último dragón: visualmente, potente, potentísima, sin duda. Narrativamente, asaz tediosa y muy reiterativa, es dable añadir. La ideología matando el cine, otra vez (¿y van?). La estructura fílmica recuerda demasiado a un pésimo videojuego, ya que Raya tendrá que ir pasando “pantallas” y viajando por diferentes escenarios hasta llegar al enemigo final.

Disney, eficaz vocero propagandístico del Nuevo (des)Orden Mundial

Y con la vacua y patética fraseología al uso impregnando toda nuestra historia. Términos como deconstrucción masculina, masculinidad tóxica, espacios seguros no mixtos, heteropatriarcado, empoderamiento ( utilizado cual comodín universal), sororidad, heteronormatividad, privilegios masculinos, cisgénero, lenguaje inclusivo, techo de cristal, brecha salarial, mansplaning (cuando un hombre, supuestamente, no deja hablar a una mujer), perspectiva de género, masculinidad hegemónica, cultura de la violación, “hermana yo si te creo”... han sido diseñados, recordemos cuantas veces sea necesario, completamente, en las factorías de género de Usa y exportados sin tributos arancelarios de ninguna clase a Europa occidental. Añádanle la correspondiente coreografía cartelera con sus consignas-leyendas y logotipos copiados al pie de la letra de las “hermanas feministas americanas”, payasescas marionetas en la agenda de George Soros y la CIA.

Todo este marasmo e indigesta verborragia de agresivo, fascistoide disgregador y totalitario feminismo viene y arranca de muy atrás. Los 8-M, hipnosis colectiva, incluye este fin de semana nuestra particular hipnosis Disney. Lo dicho, Raya y el dragón, desorejada y burda propaganda NOM. Sin más.

Y desde medios hegemónicos y sus periodistas-sicarias millonarias, hasta la Zarzuela, pasando por el conglomerado político neoliberal-progre, llegando al vicario de Cristo en la tierra (madrileña y más allá). Recuerden, en ese sentido, a Osoro, la Virgen apoyaría el 8-M, qué cosas.

Y todo el pelotón sumándose al aquelarre lila, en rúas pobladas fundamentalmente por niñatas analfabetas repitiendo como loros amaestrados los consabidos ( y ferozmente antimasculinos) eslóganes barbijaputenses y cuya mayor opresión en sus vidas es no haber podido comprar el último modelo Samsung Galaxy.

Tres cerditos y tres mafias, para entenderlo todo mejor

Y siempre pululando los tres cerditos, sin los cuales no podemos entender nuestras actuales sociedades: el Informe Global 2000 del gobierno yanqui setentero, ampliando y dando continuidad a lo escrito en el Informe Rockefeller y el Informe Kissinger NSSM-200. Tres escritos que diseñan nuestro actual genocidio. Y siempre lo mismo: pufos víricos y farsas climáticas, siempre genocidas y calcándose: supuesta superpoblación, pobreza, sobre-explotación de recursos, extinción de ecosistemas, incremento de precios, desastres naturales e inestabilidad política. Blablabla. Todo trola, obvio.

Y tres mafias - feminismo, elegetebeí y género- se han transformado y devienen feroz herramienta de control social del Estado y de fundaciones “filantrópicas” (ironic mode) privadas de multimillonarios (Open Society, Ford, Rockefeller, Friedrich Ebert…), vinculándose al genocidio en ciernes citado. Feminismo, basura de los servicios secretos, destruyendo la familia y la natalidad, sin más.

No cabe la menor sombra de duda de que existe oscurísima senda hacia el inclemente cumplimiento de una agenda globalista feminazi/femibolche que, al igual que sucede con la migratoria, tan forzada e irreal, tiene unos conspicuos patrocinadores y colaboradores. Con unas metas que la ligan estrechamente con los eugenésicos propósitos del Nuevo Orden Mundial (Agenda 2030, Great Reset…), grandes inversores billonarios y criminales agencias de “inteligencia”. Todo ello para utilizar dicha agenda feminista como instrumento de aceleradísima desintegración social. Destrucción de la familia y de la natalidad. Nada nuevo bajo el sol, Eclesiastés dixit.

Pues lo dicho, hacia el genocidio y más allá. Y Disney cumple su papel. Como los actuales matarratas transgénicos (dizque “vacunas”), estupefaciente y falsario macguffin de nuestra actual plandemia. Hacia el transhumanismo. Y más allá (de la Tierra).

En fin.
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