Cumplo por esa razón setenta y dos años ese día que merecen algún comentario.
Hasta la pandemia a las gentes de mayor edad se nos ha ido denominando de manera diferente, viejos, ancianos, personas mayores, pero ahora tenemos una nueva manera; grupo de riesgo.
Porque nos ha tocado sufrir en propias carnes lo más duro de esta cruel pandemia. Las dos generaciones que vivimos y algunos sufrimos el franquismo, hemos sufrido en estos siete meses una masacre sin precedentes.
Por eso me pongo a escribir esta reflexión con una extraña sensación de superviviente y siento como diferente este nuevo cumpleaños en tiempo de coronavirus.
Nací en Madrid donde pasé la mitad de mi vida, la otra mitad repartida entre Navarra y Catalunya lo que me da una perspectiva amplia de lo que es España. Para disgusto de algunos en la calle Ferraz 70, actual sede del PSOE, mi partido estos últimos 29 años aunque 10 de ellos sin carné.
Fue en plena postguerra y con el franquismo ya consolidado. Una vez que crecí física y mentalmente participé activamente en la lucha para enterrarlo, con algunas consecuencias dolorosas como mi paso en dos ocasiones por las manos de “Billy el niño”, pero también con experiencias inolvidables que me llevan a decir a veces que contra Franco vivíamos mejor.
Después me tocó sufrir en propias carnes otra cruel represión; la de ETA y su mundo. Paradojas del destino.
Cuando era más joven (digo esto porque aunque parezca mentira aún sigo sintiéndome así) miraba a las personas de la edad que cumplo, como si ya hubieran terminado su ciclo por este perro mundo.
Ahora me toca a mí, y la verdad es que no me siento tan mal. La carrocería anda con el lógico desgaste de los miles de kilómetros recorridos, pero el motor sigue todavía fino.
Eso me anima a seguir la andadura, a visitar nuevos lugares, a conocer nuevas gentes, y sobre todo a seguir transgrediendo, rompiendo moldes, porque esa transgresión tiene que ver con una juventud que no está relacionada necesariamente con la edad.
Me consta que eso molesta a algunos, o quizás a muchos, pero me temo que tendrán que aguantarme algún tiempo más.
Transgresor, también heterodoxo, y como consecuencia, o al revés, libre. Camino ahora ligero de equipaje, más ligero aún que antes, y eso te proporciona esa libertad que tantos añoran en una época en la que abundan en el ambiente político los lameculos, pelotas, ortodoxos, oficialistas y como consecuencia de todo ello vulgares y mediocres.
Pero al mismo tiempo soy defensor del diálogo, de la comunicación entre diferentes, incluso entre muy diferentes, “constructor” de puentes que algunos canallas se empeñaron en destruir en el pasado, pero que afortunadamente logramos reconstruir y ahora permiten el paso seguro entre ambas orillas de este río actualmente remansado y controlado.
Amigo de mis amigos, enemigo cordial de mis enemigos, amante de mi familia. Respeto a ciertas personas, admiro y observo con placer un atardecer en pleno otoño, disfruto de la conversación agradable con amigos, de una parte de la naturaleza, un libro y cómo no, una canción.
Esa es otra de mis pasiones: la música. Pasión, qué palabra, qué sentimiento tan poco utilizado en la negra, o quizás debo decir gris, época que nos toca sufrir. La música y sus músicos y músicas, especialmente las relacionadas con el rock and roll en todas sus modalidades. Buena gente, la mejor que he conocido en un momento en el que no suelen abundar en el plano político donde me suelo mover.
Cuando pienso en cómo deseaba que fueran las celebraciones de este día de cifra redonda, soñaba con una fiesta en mi casa, en mi sancta sanctorum con gentes como Paco Cifuentes, Carlos Chaouen, “El Drogas”, Gussy, Kutxi, Olga Román, Cristina Narea, Rozalén, Rafa Pons, Álvaro Urquijo, Aurora Beltrán, incluso el propio Quique González. Un coro de lujo para un instante mágico.
Política. Otra pasión. Con encuentros y desencuentros, amores y desamores… políticos lógicamente. Traiciones, algunas gentes de baja estopa que la desacreditan y que me inspiran un profundo desprecio.
Política con decepciones pero en la que sigo inmerso a pesar de todo, y en la que pienso seguir precisamente por esa pasión, aunque estoy seguro de que algunos desearían mi desaparición fulminante y definitiva. Pues va a ser que no. Por eso observo con preocupación lo que acontece en Catalunya donde viví 5 años.
Setenta y dos años ya. Miro hacia atrás y veo una historia, unas historias, dignas de plasmar negro sobre blanco. Quién sabe, quizás cuando me aburra y decida escribirlas acabe siendo un “best seller”. Seguro que algunos apartados aparecerán destacados en la prensa de aquí, y de allí. Ciertas relaciones han dado para mucho.
En fin, este nuevo 17 de Octubre de este año sombrío de 2020, comienzo el primer día del resto de mi vida. Espero que esta, como la anterior, dé para otro libro al menos con las mismas páginas, eso suponiendo que los irresponsables de diferentes pelajes me, nos, lo permitan.
Mientras tanto disfruto a tope y sigo soñando que le quito el puesto a Bruce Dickinson como cantante de Iron Maiden. Por eso como despedida permitirme un grito juvenil: ¡larga vida al rock and roll, porque los viejos roqueros aunque tengan ya setenta y dos años, nunca mueren incluso en tiempo de pandemia!
Veremos…
Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE)