Con los viernes sociales, las contrapartidas a independentistas, nacionalistas y apoyos de filoterroristas nos obligan a analizar nuestro pasado y futuro inmediato.
Parecía que hoy había vuelto el invierno y vimos a nuestro viejo marino que estaba dispuesto a calentar el ambiente.
—Cada día me preocupa más el encanallamiento de la política. Todo lo que pasa me lleva a pensar que remamos a contracorriente de nuestros intereses; con medidas demagógicas y descerebradas, gastos no productivos y el ascenso de los independentistas. Vislumbro un escenario preocupante. Aunque nuestros políticos siguen encantados de haberse conocido.
Nuestra profesora, siempre dispuesta a mediar le repuso:
—Has criticado mucho a este gobierno. Has juzgado con dureza el uso del avión presidencial y los viajes internacionales sin un contenido práctico. Has reprochado el uso de medios públicos para hacerse su campaña a costa de todos. Pero los vilipendiados viernes sociales de Pedro Sánchez están aprobando medidas que pueden ser buenas para mucha gente.
Lejos de atemperar, esto enervó a nuestro marino que, sin dejar tiempo, replicó:
—¿Te refieres a esas medidas aprobadas de tapadillo, sin discusión parlamentaria, apoyadas por filoterroristas y de quienes quieren destruir este país? ¿Estamos hablando de medidas que no están evaluadas económicamente para garantizar su viabilidad y sostenibilidad a lo largo del tiempo? Lo único que veo es un panorama complicado, con recetas populistas, la presión de los independentistas y separatistas vendiendo caro su apoyo y solicitando prebendas a costa del resto de los españoles, y creando un clima irrespirable a base de demagogia, mentiras y desigualdad.
Quedaba claro su posicionamiento, pero continuó con sus comentarios. Parecería que el frio le obligaba a caldear el ambiente.
—Con la llegada de Rajoy al gobierno todo el mundo criticó su subida de impuestos. Ese no fue mi caso, me molestaba, pero entendí que dada la situación económica era posible que fuese la única alternativa, aunque nos fastidiase; pero eso tenía que haberse acompañado de una serie de medidas que contuviesen y ajustasen el gasto público, pusiese orden en las cuentas y modernizase los servicios públicos. Cuadrar las cuentas de esa manera lo hace mi nieta, pide más y más, hasta que consigue lo que quiere. ¡Esa receta es sencilla!
«Mientras nos mintieron. Como ejemplo: proclamaban que no habían subido los costes laborales, mientras que convirtieron pluses que no eran cotizables, hasta entonces, en cotizables con el incremento de las cuotas para la empresa y los trabajadores; o alargar el plazo para que pague la S. Social en los casos de ILT. Todo esto son incrementos de los costes laborales y menoscabo de beneficios sociales anteriores.
La joven profesora intervino para decir:
—Querido marino, pero las reformas que se hicieron en el mercado laboral son las que han permitido la recuperación del empleo.
Eso no debería tener réplica, si no fuese porque se ha deteriorado el mercado laboral y la subida de impuestos ha hecho que solo percibamos la mayor presión fiscal, el deterioro del poder adquisitivo y la restricción de algunos derechos o beneficios.
—Insisto en la cobardía —replicó nuestro marino—, en la pasividad ante temas importantes y las malas mañas de Rajoy y sus adláteres. Ese aspecto no es algo baladí. Si carecían del valor necesario para hacer reformas profundas acorde a la crisis que sufríamos, si no tenían el coraje para meter a las autonomías en cintura, si no podían reducir los costos, duplicidades y despilfarros públicos —cuando se contaba con una mayoría absoluta—, que hubiesen pedido el rescate a la Unión Europea.
Lo que estaba diciendo nuestro marino era una acusación grave —como mínimo a Rajoy, Montoro y Sáez de Santamaría—, por lo que nuestra joven profesora, algo divertida y mohína, le replicó:
—¿Entonces crees que nos hubiera ido mejor con la aparición de los «hombres de negro»? ¿Cómo puedes pensar que con una economía intervenida estaríamos mejor?
Nuestro marino sorbió café, la miro con dulzura y añadió:
—Nos hemos empeñado en proclamar que evitar el rescate fue uno de los méritos de ese gobierno, pero insisto: si eso no se acompañaba de medidas estructurales para acabar con algunos temas, solo conseguiríamos montar un circo con unos enanos convertidos en gigantes. Nosotros acudimos al rescate bancario, cuando en realidad fue a las cajas de ahorros, en las que metieron la mano en la caja o se tomaron decisiones y aprobaron inversiones extemporáneas que se escapaban de la ortodoxia bancaria. Aunque los que causaron ese desatino son estos mismos partidos políticos y sindicatos. ¡Para ellos no ha habido coste!
«La intervención nos hubiese supuesto —añadió—, tal como ha ocurrido con Irlanda, Grecia y Portugal una serie de medidas de ajuste fiscal que nosotros ya hemos padecido, pero también reformas estructurales adaptadas a cada país, como puedan ser la privatización de empresas y servicios públicos o el cierre de instituciones cuyo coste no era justificable. Hubiese sido una buena ocasión para acabar con esa parte del diseño autonómico que solo reporta gasto, propaganda, duplicidades y clientelismo.
«A lo mejor se hubiesen acabado algunas ideas peregrinas y desmanes. Se hubieran cerrado o privatizado unas cuantas televisiones autonómicas, unos cuantos organismos innecesarios o esas embajadas fake que han sido un vehículo para colocar a amiguetes o familiares. A lo mejor recuperar algunas competencias para el Estado no hubiese sido tan malo; Alemania lo ha hecho y no ha ocurrido nada.
Nuestra joven profesora lo miraba atónita, pero el marino continuó:
—A Grecia se le acabaron las proclamas demagógicas, los populismos y las mentiras en su contabilidad. Irlanda se reconstruyó y sigue hacia delante. Y nuestra vecina Portugal, siempre tan cerca y siempre tan lejos, no solo ha sido capaz de reducir el paro, mejorar los salarios y las pensiones, aumentar las exportaciones y reducir su déficit, sino que ha salido del rescate y ha empezado a devolver prestamos, y aunque no todo sea maravilloso —por ejemplo, la inversión pública ha caído del 5,5% del PIB en 2010 al 2% en 2017—, se ha enfocado a captar inversores y empresas, especialmente tecnológicas, creando condiciones favorables para su implantación y ofrecer la residencia en buenas condiciones.
Estábamos exhaustos, el frio del ambiente había quedado templado, y nuestro marino concluyó:
—¡Si nosotros no lo hacemos, por favor, que nos rescaten! A lo mejor nos quitamos a unos cuantos parásitos.
El riesgo de la aldea es que se puede opinar sin importar la bravura del mar.
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