La práctica de lavar pollo crudo en la cocina se ha convertido en un hábito peligroso y obsoleto que incrementa el riesgo de intoxicaciones alimentarias al propagar bacterias. Datos recientes indican que este comportamiento es cada vez más común, con más de la mitad de los cocineros encuestados admitiendo que lavan pollos enteros antes de cocinarlos. Estudios realizados con imágenes de alta velocidad confirman que el lavado del pollo bajo el grifo dispersa gotas de agua contaminadas por toda la cocina.
Un hábito en aumento
Cocinar pollo a una temperatura interna de 165 °F (74 °C) es el único método confiable para eliminar patógenos nocivos como Salmonella y Campylobacter. La manipulación segura, que incluye el uso de tablas de cortar separadas y un lavado exhaustivo de manos, es crucial para prevenir la contaminación cruzada.
En las cocinas del mundo, un ritual bien intencionado se repite con preocupante frecuencia: el lavado del pollo crudo. Impulsados por la creencia de que están limpiando su alimento, un número creciente de cocineros domésticos participa inadvertidamente en una práctica desaconsejada por las autoridades sanitarias y expertos en seguridad alimentaria durante décadas. Nuevos datos provenientes de Australia revelan que este hábito contraproducente no solo persiste, sino que está en aumento, creando un vector creciente para la contaminación bacteriana peligrosa.
Desmitificando una práctica común
El mensaje central de las organizaciones de seguridad alimentaria es claro: “A pesar de lo que le hayan dicho o visto en redes sociales, nunca debe lavar pollo crudo antes de cocinarlo, ya que esto probablemente propagará bacterias por toda su cocina, aumentando el riesgo de enfermedades transmitidas por alimentos”, afirma el profesor asociado Julian Cox, vicepresidente del Consejo de Información sobre Seguridad Alimentaria. Aunque parece lógico pensar que enjuagar elimina impurezas visibles, los procesos modernos de procesamiento avícola ya incluyen un paso de lavado, haciendo innecesario y peligroso cualquier intento adicional en un fregadero doméstico.
Preocupantemente, esta práctica se está volviendo más común. Investigaciones del consejo indican que en 2025, el 51 por ciento de los adultos australianos que cocinan pollo entero suelen lavarlo primero, un aumento significativo desde el 49 por ciento registrado en 2021. Las cifras son igualmente altas para piezas con piel (48 por ciento) y sin piel (44 por ciento). Esta tendencia es especialmente alarmante dado que el pollo es la proteína animal más popular en Australia, lo cual implica que un hábito riesgoso se aplica a un alimento básico.
Los peligros invisibles del lavado
El principal riesgo al lavar pollo radica en la lluvia invisible que genera. Bacterias dañinas como Campylobacter y Salmonella, comunes en aves crudas, no simplemente se eliminan al lavarlas; más bien, se dispersan a través de gotas de agua que pueden viajar mucho más allá del fregadero.
Nuevas investigaciones utilizando imágenes a alta velocidad han capturado visualmente esta amenaza. Los estudios demuestran que el agua fluyendo sobre la superficie blanda del pollo crea hendiduras y salpicaduras significativas. Estas gotas eyectadas, repletas de bacterias, aterrizan sobre encimeras cercanas, utensilios y alimentos limpios. La investigación encontró que la transmisión bacteriana aumenta con una mayor altura del grifo y una tasa más rápida del flujo del agua—condiciones comunes en una cocina típica—creando así un camino para la contaminación cruzada hacia alimentos como ensaladas o postres que no serán cocidos.
Tradición versus ciencia moderna
La persistencia obstinada del lavado del pollo tiene raíces históricas y refleja un deseo profundo por tener control en la cocina. Durante generaciones, recetas publicadas desde los años sesenta instruían a los cocineros a enjuagar las aves. Era un paso transmitido entre familias, surgido en tiempos con estándares diferentes para el procesamiento y como un intento lógico—aunque erróneo—de asegurar limpieza. El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos comenzó a recomendar oficialmente abandonar esta práctica en los años noventa; sin embargo, las viejas costumbres son difíciles de erradicar.
Análisis sobre el comportamiento del consumidor sugieren que las personas continúan con esta práctica por varias razones: desconfianza hacia los procesos industriales modernos, creencias erróneas sobre la eliminación de materia fecal o simplemente porque “siempre lo han hecho así”. Algunos incluso piensan erróneamente que lavar el pollo con agentes ácidos como vinagre o jugo de limón eliminará las bacterias; sin embargo, la ciencia ha demostrado lo contrario: estos lavados breves son ineficaces para matar patógenos y solo aumentan el riesgo de salpicaduras.
Estrategias para una preparación segura
Abolir el lavado es solo una parte esencial dentro de una estrategia integral para garantizar la seguridad alimentaria. El paso más crítico consiste en asegurarse de cocinar el pollo a una temperatura capaz de destruir bacterias nocivas. Las autoridades sanitarias recomiendan universalmente cocinar aves hasta alcanzar una temperatura interna mínima de 165 °F (74 °C), verificada mediante un termómetro insertado en la parte más gruesa del alimento; confiar únicamente en señales visuales como jugos claros no es suficiente.
Aparte del proceso culinario adecuado, manejar correctamente los alimentos es fundamental para prevenir enfermedades. Las prácticas clave incluyen:
- Lavar siempre las manos con agua y jabón antes y después de manipular aves crudas.
- Utilizar tablas y platos separados para carne cruda y alimentos listos para consumir.
- Descongelar pollo congelado en refrigeración o microondas; nunca dejarlo fuera a temperatura ambiente.
- Limpieza exhaustiva con agua caliente y jabón sobre todas las superficies y utensilios utilizados al tratar carne cruda.
Para aquellos que sientan necesidad imperiosa por retirar humedad excesiva del pollo, la alternativa segura consiste en secar la carne suavemente con toallas desechables inmediatamente después.
Conclusiones sobre higiene culinaria
No hay lugar a dudas: el fregadero no es un sitio seguro para el pollo crudo. El acto mismo de lavar—una vez símbolo consciente dentro del arte culinario—ha sido redefinido por la ciencia como uno importante contribuyente a la contaminación dentro del hogar. Con enfermedades transmitidas por alimentos causando aproximadamente 4.67 millones casos anuales solo en Australia, decidir colectivamente abandonar este único hábito podría tener un impacto significativo sobre la salud pública. La transición hacia comidas más seguras requiere confiar plenamente en el poder del calor y no dejarse llevar por ilusiones acuosas. Al evitar lavar el pollo y centrarse adecuadamente tanto en su cocción como higiene general, los cocineros caseros pueden proteger sus hogares y familias contra daños prevenibles.
Fuentes consultadas:
La noticia en cifras
| Año |
Porcentaje de adultos que lavan pollo entero |
Porcentaje de adultos que lavan piezas con piel |
Porcentaje de adultos que lavan piezas sin piel |
| 2021 |
49% |
43% |
40% |
| 2025 |
51% |
48% |
44% |