Para el actual y contradictorio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con tal de continuar detentando el poder hará todo lo posible. De hecho ya ha comunicado que hasta el 2020 no serán convocadas elecciones generales…
En lo que lo que respecta al problema catalán, se desvive ofreciendo importantes dádivas de distinto tipo a los independentistas entre las que figuran: levantar el control extraordinario de las cuentas de la Generalidad, retirar los recursos inconstitucionales contra leyes catalanas, celebración de un referéndum sobre un nuevo estatuto, etc. pero todo ello con nulo resultado ante el Chuti-Torra, quien con su impostado tono desafiante y a modo de respuesta, apela incluso a la apertura de las cárceles si sus políticos procesados resultan condenados.
Autodeterminación e instauración de la república catalana constituyen propuestas que los secesionistas no están dispuestos a negociar bajo ningún concepto, aunque ello les suponga inestabilidad económica, fractura civil, deterioro institucional, etc. etc.
En cuanto a los aspectos restantes y con sus actuales estrategias, hasta el momento, Sánchez, solo está cosechando fracasos y rotundas equivocaciones, soportando provocaciones y dilatando de manera incomprensible una nueva aplicación del artículo 155, pero con un rigor sensiblemente superior al empleado por Mariano Rajoy. Razones no le faltan y en cuanto al capítulo de concesiones ya lo tiene totalmente agotado, aunque eso sí, huero de aciertos y plagado de ridículos.
Lo que no acaba entenderse es el ofrecimiento a título personal de Ana Pastor, presidenta del Congreso, invitando a Torra a que acuda al Parlamento para exponer y debatir sus ideas ante los restantes partidos, y más sorprendente todavía el publicar dicha propuesta sin consultarlo previamente con el presidente de su partido, Pablo Casado.
El Jefe del Ejecutivo, hipotecado hasta la médula con todas aquellas formaciones que le auparon a la Moncloa, goza de una facilidad pasmosa para instalarse en la fantasía políticamente hablando. Sánchez, que no admite críticas, entiende que solo se trata de una cuestión de tiempo para aplicar las reformas ambiciosamente necesarias desde la izquierda. Dicho así, todo parece que solo se trata de un simple encaje y coordinación interna sobre la gestión de los asuntos a resolver por los distintos ministerios. Obviamente, todo parecido con la realidad es mera coincidencia.
Como era de esperar y ante tanta incongruencia, oposición y medios, se han volcado en descalificar y cuestionar el cúmulo de dislates, rectificaciones y despropósitos cometidos por el Gobierno en sus primeros 100 días. Justo todo lo contrario de lo que opina el reciente Gobierno socialista con su mensaje a Europa de que "España es el único país grande que puede gobernar respetando los compromisos con la Unión". Con todo el respeto que merecen semejantes grandilocuencias, nos recuerdan a su antecesor y egregio contador de nubes Rodríguez Zapatero.
Con un simple repaso sobre los acontecimientos y decisiones tomados por el actual presidente y restantes miembros de su Gobierno, basta citar una parte de sus malhadadas intervenciones en casos como: financiación económica, renovación de RTVE, enchufes y dedazos a montón, abuso del Decreto-Ley, inmigración, Valle de los Caídos, subida del IRPF, bombas y astillero y un largo etcétera.
Hasta ahora, el PSOE nos ha proporcionado de todo menos tranquilidad y resultados. Tropezar dos veces en la misma piedra resultaría demasiado fuerte. Tal como en su día pronunció el ilustre pensador Tomacc de Valerokivich “roguemos para que el capítulo de gilipolleces cometidas en el pasado no influyan en nuestro futuro como ciudadanos”… ¡¡Tiempo al tiempo!!