Ya sabemos que no es un poder como el que puedan representar China o Rusia, con una organización política o económica, y un ejército fuerte detrás. Sino varios estados distintos que, alegando fuertes creencias en esa religión, desafían a Occidente de vez en cuando. Y, que incluso se creen, que ahora han conseguido que los ejércitos Occidentales abandonasen Afganistán.
No es el momento aquí de decir qué o quién es El Islam. Hay muchísimo escrito sobre dicha gran religión, y que posiblemente fue la más completa y avanzada de las proféticas en su día, aunque, igual que el Judaísmo y el Cristianismo se han quedado anquilosados en la historia. Quizá para quien quiera profundizar, el libro de Hans Küng titulado, El Islam, sea lo mejor que he leído. Y decía la más avanzada de esas tres en su día, porque más de seiscientos años posterior al Cristianismo, fue más moderna y por ello más completa que las dos anteriores en las que se funda. Trajo el divorcio femenino, o la propiedad de sus bienes y el acceso a la herencia de las mujeres, algo impensable para sus ancestros, el Judaísmo y el Cristianismo.
No se trata aquí de presentar, y menos juzgar, los fundamentos, dogmas y ritos de esta extendida religión, sino de analizar una posible estructura política, organizativa, económica y militar que les lleve, de verdad, a sus seguidores, a disputar el Liderazgo Cultural mundial. Para ello se necesita, tal como dispuso en el pasado con el poderosísimo Imperio Otomano, de una fuerza estatal para ejercer en todos los órdenes ese posible liderazgo. Parece que en el pasado lo intentó el Egipto de Naser, quiso decir cuatro tonterías Sadam, y ahora con Irán y sus Ayatolás, y los grupúsculos del denominado ISIS, parece que intentan hacer algo en ese sentido. Aunque también está en el aire saber si lo que pretenden es exportar su concepción del mundo al exterior, o encerrarse en un Gueto, con férreas murallas frente a otras culturas, y comerse los mocos a si mismos.
Podemos afirmar que cualquier intento de presentarse con esa estructura de pensamiento, con esa Concepción del mundo que diría Wilhelm Dilthey (1.833, 1.911), ante las demás culturas, y pretender ejercer ese posible liderazgo de poder político, económico y militar, ya quedó enterrado en la historia en 1.923, cuando, ante la clarísima derrota en la I Guerra Mundial, el Imperio Otomano decidió abolir el Sultanato, declararse una República (Res Pública) al más mero estilo Occidental, incluso adoptar nuestra forma de escritura, y trabajar para llegar a ser un estado laico y moderno. Salvo que el actual partido Turco dominante quiera liderar de nuevo toda esa pléyade de Repúblicas islámicas y presentarse todos unidos, desde Indonesia y Tailandia a Marruecos, y desde el Cáucaso norte hasta Centro-África, con una estructura política, económica y militar totalmente unida. Supongo que no muchos, incluso de sus propios seguidores, se apuntarían a esta posibilidad.
En cuanto a su Psicología, podemos decir que no evolucionó nada más allá de sus padres, el Judaísmo y el Cristianismo, e igual que estos, no supo pasar de un estado teocrático con una absoluta sumisión a los preceptos religiosos y por ello nada práctico para construir un verdadero estado. Y menos en los tiempos en los que vivimos. Esto es ciencia, porque ya ha sido claramente demostrado por la experiencia histórica, lo comprobamos al analizar tal como se quedó anquilosado el viejo Judaísmo que fue destruido y esclavizado por Nabucodonosor en el año 587 A.C. y después ya fue una provincia dependiente de unos y de otros incapaz de vivir por sí mismo, hasta el año 70 D.C. en que tuvo que ser arrasado por el Imperio Romano, porque ni siquiera como protegido sabía sobrevivir. Y tal como le sucedió a los Estados Pontificios contra las repúblicas de Venecia, Florencia o Génova, que no pudo evolucionar y fue arrasado hasta quedar en lo que quedó tras su absorción por la República Italiana en 1.870, y clarificada su situación en los pactos de Letrán de 1. 929. En realidad quedó como un convento grande de curas y monjas con el Papa al frente, pero incapaz de gobernar a la más mínima población o al más pequeño territorio. La historia ya nos ha demostrado hasta la saciedad que aquellas religiones proféticas -y también le sucedió lo mismo a las sapienciales- “Son algo en lo que posiblemente creer, con grandes criterios morales para la conducta individual, y quizá familiar o étnica”, pero algo absolutamente inservible para construir un estado que pueda regular los impuestos, el comercio, las infraestructuras o la vida técnica, manufacturera, o creativa en lo literario o las artes plásticas.
Debemos entrar, y aceptar, una cuestión humana que parece poco discutible, “No se puede creer en una Religión, alegar que es una creencia libre humana, y después disponer de férreos ejércitos que obliguen a las prácticas y ritos de la misma, porque entonces ya no es una creencia libre”.
La Psicología de un creyente Musulmán, que puede que fuese muy importante en épocas de tribus, caravanas, vida nómada y rebaños por el desierto, la experiencia demostró que ya quedó relegada en su propia historia cuando en el S. X, en Bagdad, tuvo que elegir entre Razón y Fe, y allí, quedando triunfadores los defensores de la fe, no se produjo más que una clara decadencia en cuanto a desarrollo social, económico, literario y militar. Ya fueron dominados por Turcos y otras etnias y no se produjo desarrollo alguno en la ciencia, algo en lo que en ese momento eran los líderes absolutos.
Si algo nos ha demostrado la historia es que, “No se puede pensar en Cielos, Dioses y mundos ideales, y, a la vez… Gobernar las cosas materiales de este mundo”.