A fin de cuentas, sus majestades de Oriente son los únicos poderes reales que escuchan a los migrantes. Por eso, he querido escribir a esta institución mis deseos para la reconstrucción de un mundo post-COVID19.
Queridos Reyes Magos:
No sé si este año, con la que está cayendo, vais a poder venir cargados de regalos. Es posible que os tengáis que quedar a mitad de camino por falta de presupuesto; también puede ocurrir que un mercader sin escrúpulos os haya birlado los camellos en una de esas famosas estafas piramidales. Quizás pensáis que lo que nos merecemos es “un saco lleno de carbón”.
Estas son las tres cosas que un emigrante en Alemania pide este año.
Primero:
Regularización masiva de personas migrantes.
Otra cosa que me gustaría mucho que formase parte de la nueva realidad, y en la que nuestro querido Rey Baltasar estará de acuerdo, es una regularización masiva de las personas migrantes que viven en esta España o en Alemania en mi caso.
España nuestra, a veces madre y muy a menudo madrastra. Sabemos que los países tienen el derecho a regular las migraciones, pero también que el sistema actual no respeta los derechos humanos y sirve para condenar a la semiesclavitud a centenares de miles de personas. No parece ser una aspiración inalcanzable cuando países tan cercanos cultural, económica, política y socialmente como Portugal e Italia lo han hecho.
El 28 de marzo del 2020 el Gobierno de Portugal anunció la regularización de todas las personas migrantes que hubieran solicitado permiso de residencia, con el fin de garantizar los derechos de todas las personas que viven en Portugal. Eduardo Cabrita, ministro de Administración Interna, aseguraba que es “importante garantizar los derechos de los más frágiles, como es el caso de los inmigrantes. Es un deber de una sociedad solidaria en tiempos de crisis”.
El pasado 13 de mayo del 2020, era Italia quien anunciaba la regularización de unas 250.000 personas migrantes que trabajan en tareas agrícolas y de cuidado. A la hora de anunciar la medida, Teresa Bellanova, ministra de Agricultura, jornalera desde los 14 años y sindicalista, decía entre lágrimas: “Hoy los invisibles lo serán menos. El Estado es más fuerte que la criminalidad y los explotadores”.
Segundo:
Que las vidas de todas las personas valgan lo mismo, con independencia del lugar de nacimiento, el sexo, el color de la piel, la religión que se practique, el tener papeles o no tenerlos. Creemos que que los migrantes nos veremos muy contentos con este deseo porque vivimos en nuestra propia piel la exclusión de este derecho, como tantos hombres y mujeres inmigrantes y refugiados hoy.
Tercero:
Una ciudadanía activa. Es precisamente desde esa memoria de lo vivido, majestades, desde donde quero pediros el siguiente regalo: una ciudadanía activa que se implique en la vida de sus comunidades. Precisamente porque ha habido una vivencia común que ha generado una empatía a nivel global y al mismo tiempo, creo que no es del todo descabellado pedir esto.
Una ciudadanía activa que genere redes de solidaridad con quienes se encuentran en una situación más vulnerable, que acompañe la soledad y el miedo de sus vecinos aunque sea a base de aplausos y música, que se organice para exigir y controlar a los gobiernos.
Esto pasa, sin duda, por un compromiso real de los gobiernos con la transparencia y la apertura de vías efectivas de participación de la ciudadanía. No quiero ciudadanas y ciudadanos que depositen toda la responsabilidad en los gobiernos, sino una ciudadanía que sepa ser corresponsable para construir la sociedad desde abajo.
Nadie ha salido indemne de 2020. Por un motivo u otro, todos los ciudadanos del mundo hemos resultado afectados por un nuevo virus que nos llevó, en el mejor de los casos, a estar encerrados en nuestras casas y, en el peor, al duelo de la pérdida de seres queridos. Intentar abarcar todos los aspectos en los que el COVID-19 ha marcado nuestra vida es imposible, por ese motivo en este resumen nos centramos solo en dos:
La desigualdad y la economía.
Según el líder de la ONU, António Guterres, prevé que para 2030 habrá todavía unos 500 millones de personas en la pobreza extrema.
En los últimos doce meses, el COVID-19 ha profundizado esas desigualdades, una realidad que destaca la agencia de la ONU encargada de los asuntos laborales, la Organización Internacional del Trabajo, que afirma que 2000 millones de trabajadores del sector informal son especialmente vulnerables.
A lo largo del año, la Organización Internacional del Trabajo publicó una serie de proyecciones que alertaban de que millones de personas perderían su trabajo o quedarían subempleadas.
“Esto ya no es sólo una crisis de salud mundial, también es una crisis mayúscula económica y del mercado laboral que tiene un gran impacto en las personas migrantes ”, dijo el director general de la OIT, Guy Ryder. El organismo entonces emitió recomendaciones para mitigar el daño a los medios de vida, como la protección de los empleados en el lugar de trabajo, programas de estímulo económico y laboral y apoyo a los ingresos y al empleo.
En abril del 2020, la magnitud del sufrimiento mundial quedó patente en un informe de la ONU que mostró que la pobreza y el hambre estaban empeorando y que los países ya afectados por crisis alimentarias eran muy vulnerables a la pandemia. “Debemos mantener en funcionamiento las cadenas de suministro de alimentos para que las personas tengan acceso a la comida que les permita vivir”, señaló el estudio, que también enfatizó la urgencia de continuar la entrega de asistencia humanitaria “para que las personas en crisis estén alimentadas y vivas”.
El estudio, realizado en noviembre del 2020 por GAD3, evidencia el desastre social que se avecina porque de las familias emigrantes con hijos que estaban en situación de pobreza casi la mitad perdieron su trabajo con la llegada de la pandemia, frente al 8% de quienes tiene hijos pero una mejor situación económica en Alemania. Save the Children hizo una proyección del incremento de la pobreza infantil severa apuntando a una subida de diez puntos entre 2020 y 2021, respecto a la cifra actual del 13% de los niños emigrantes en Europa en riesgo de exclusión, según el Observatorio Infantil. Cifras a las que ponen cara los migrantes y otras miles de familias a las que se ha inoculado el virus de la pobreza para el que, al contrario que la Covid-19, no hay tanto empeño económico y social por inyectar la vacuna.
Nuestro caso no es excepcional porque el 80% de las familias emigrantes en Alemania en situación de pobreza que tenemos hijos menores hemos visto reducidos nuestros ingresos.
“Es triste tener que utilizar la carta de los Reyes Magos para pedir que se nos haga un mínimo caso a nosotros los migrantes”.