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Armando Maradona, fuiste y serás siempre el más grande
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Armando Maradona, fuiste y serás siempre el más grande

miércoles 25 de noviembre de 2020, 22:37h

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Se nos fue. Te lloraremos. Y recordaremos tus andanzas futboleras, únicas. Y cómo todo comenzó en bonaerense arrabal. Y tras Villa Fiorito, extrema penuria, efímera presencia en Boca y su borrosa estancia en Barcelona, con la imborrable final de Copa del 84 a leche limpia. Endika, trampa. Migueli, derviche danzarín. Miguel Sola cañoneado. Diego, eximio púgil.

Nápoles, siete años inolvidables

Diego Armando Mardona, el más grande pelotero (lejos de él, incluso, Di Stefano, Pelé, Cruyff y Puskas) aterriza en Nápoles. La historia del balompié voltea, desde ese momento, feroz, atroz y fascinantemente. 1984-1991. Un espeso y tórrido 5 de julio de 1984 Maradona se planta en la ciudad sureña. Llega al Napoli, uno de los peores equipos de la liga italiana. Desde el 84 dan comienzo siete años gloriosos.

Flor y escoria, cénit y abismo, gloria y miseria. Italia pudiente, Italia menesterosa, la lucha de clases por otros medios. Septenio colosal. Hasta la llegada de Maradona al Nápoles, esta escuadra sólo había ganado dos copas italianas. Con Maradona al frente consiguió dos scudettos (1987, 1990), una Copa (1987) y una UEFA (1989). Colosal siempre Diego.

¡Cómo definiste, Jorge!

Pero sobre, todo, el mundial mexicano, 1986, los cuartos de final contra la pérfida Albión, vengando la thatcheriana humillación de Las Malvinas, el mejor gol de la historia, quiero llorar, Dios santo, viva el fútbol y el gol más tramposo jamás habido, la celebérrima mano de Dios. Genial tahúr, apurada síntesis y resumen de Diego.

Y luego, la final, en el mayestático Estadio Azteca. La perfecta definición de Jorge Valdano, Karl-Heinz Rummenigge descontando en el minuto 74 para Alemania, Rudi Völler provocando agonizantes tablas a los 80 minutos. Y, emergiendo, milagroso, el eterno Jorge Burruchaga.

El fútbol siempre es (mucho) mejor que la vida

Y emerge el desparrame vital. Con familia, fiestas, celebraciones o los problemas judiciales suscitados con la mentirosa Operación China. Vehemente y torcido senderear napolitano, sus noches de putas y farlopa, sus hijos fuera del matrimonio, sus semblantes semidivinos, sus oscuros vínculos con la camorra de los Giulianos. El domingo por la noche, tras el partido, cena y jarana, hasta el miércoles, El Pelusa, El Diez limpiándose después para jugar el siguiente domingo. Pero arriba a la cancha y se va la vida, los problemas, se va todo.

Diego, de qué planeta viniste

Zurda única, guante blanco calzado en el pie, hombre pegado a una pelota de cuero, ángel con alas heridas, proporcionando siempre alegrías al corazón, huyendo penas y dolores, en qué gramilla feliz, gambetearía el chiquilín, infinito enigma, barrilete cósmico, de qué planeta acudiste, fino mago bonaerense, pasmaste a los ingleses, que al día de hoy siguen confundiendo la mano con el corazón. El fútbol es bastante mejor que la vida.

Pero, sobre todo, gracias Diego. Gracias por existir. Siempre te vamos a querer. Siempre. En fin.
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