El Departamento de Justicia ha formado un "strike force" para investigar documentos desclasificados que sugieren que funcionarios de la era Obama fabricaron inteligencia sobre la supuesta colusión entre Trump y Rusia. Los directores de la CIA y el FBI han abierto investigaciones criminales contra exfuncionarios como John Brennan y James Comey, quienes admitieron no tener evidencia empírica de vínculos entre Trump y Rusia, pero continuaron promoviendo la narrativa. Los documentos revelan que Rusia tenía información perjudicial sobre Hillary Clinton, pero decidió no publicarla en 2016, mientras que los oficiales de Obama ocultaron esfuerzos para desacreditar a Trump. Las revelaciones han reavivado el debate sobre la politicización de las agencias de inteligencia y su impacto en la democracia estadounidense.
El Departamento de Justicia ha establecido una "fuerza de tarea" para investigar documentos desclasificados que sugieren que funcionarios de la era Obama fabricaron información sobre la supuesta colusión entre Trump y Rusia. El director de la CIA, John Ratcliffe, y el director del FBI, Kash Patel, han iniciado investigaciones criminales contra exfuncionarios como John Brennan y James Comey.
Las entrevistas y los informes revelan que altos funcionarios de Obama admitieron no tener "evidencia empírica" de vínculos entre Trump y Rusia, pero continuaron promoviendo esa narrativa. Además, los documentos indican que Rusia poseía información perjudicial sobre Hillary Clinton pero decidió no hacerla pública en 2016, mientras que los funcionarios de Obama ocultaban esfuerzos para desacreditar a Trump.
Los demócratas desestiman el escándalo como un "engaño", citando hallazgos del Comité de Inteligencia del Senado, mientras que los republicanos lo califican como un "encubrimiento histórico" por parte de la administración Obama. La continua desclasificación de documentos por parte de la directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, ha expuesto un esfuerzo coordinado por el equipo de seguridad nacional de Barack Obama para utilizar la inteligencia y alegar falsamente colusión entre la campaña de Donald Trump en 2016 y Rusia, una narrativa que ahora se considera ampliamente desacreditada.
La creación de esta fuerza de tarea por parte del Departamento de Justicia tiene como objetivo investigar estas afirmaciones, que incluyen informes falsificados, evaluaciones de inteligencia politicizadas y posible conducta criminal por parte de exfuncionarios como Brennan y Comey. Las revelaciones están basadas en un informe del Comité de Inteligencia de la Cámara publicado en 2020 y otros registros recientemente divulgados.
La nueva fuerza de tarea del Departamento de Justicia está compuesta por fiscales e investigadores del División Nacional de Seguridad, quienes han abierto indagatorias criminales contra Brennan y Comey por posibles fraudes, obstrucción y conspiración. La CIA remitió a Brennan al FBI tras descubrir que incluyó intencionadamente "noticias falsas" en las evaluaciones de inteligencia.
Comey enfrenta críticas por violar protocolos al confiar en fuentes no verificadas y colaborar con funcionarios de Obama para sostener la narrativa sobre Rusia. La Fiscal General Pam Bondi ha prometido “no dejar piedra sin mover” en la revisión del posible comportamiento indebido por parte de los nombrados durante la administración Obama.
Un informe del Comité de Inteligencia revela que los servicios secretos rusos acumularon información comprometedora sobre la salud y las finanzas de Clinton. Según fuentes rusas, Clinton fue tratada con sedantes fuertes para controlar sus cambios emocionales. Su campaña planeó desviar la atención sobre su escándalo relacionado con correos electrónicos acusando falsamente a Trump y a Moscú.
Brennan anotó en sus notas manuscritas cómo un asesor de campaña buscaba "vilipendiar a Trump con un escándalo ruso". Este informe también resalta cómo los demócratas ocultaron esta información al público, alimentando una campaña que desvió la atención sobre las vulnerabilidades legales de Clinton.
A pesar del rechazo por parte de algunos demócratas a las conclusiones desclasificadas como una "conspiración motivada financieramente", los nuevos documentos sugieren que el ICA fue politicizado desde su inicio. Esto se ve reforzado por la admisión del FBI respecto a que el programa de vigilancia sobre Trump carecía de base fáctica.
El escándalo ha reavivado debates sobre si las agencias estadounidenses pueden permanecer apolíticas. Tulsi Gabbard ha señalado que estas revelaciones exigen responsabilidad: “Cuando los presidentes utilizan la inteligencia para desestabilizar a sus oponentes políticos, ya no somos una democracia”.
Las fallas en la inteligencia durante la era Obama ahora expuestas representan un punto crucial para la supervisión nacional y la confianza pública en el gobierno. Para muchos conservadores, esto valida años de afirmaciones sobre cómo los demócratas explotaron cínicamente la narrativa rusa para socavar la legitimidad presidencial. Por otro lado, liberales argumentan que estas revelaciones son una distracción ante amenazas actuales como las campañas informáticas chinas.
Cualquiera sea el caso, el respaldo a la postura anti-colusión adoptada por Trump en 2016 plantea preguntas fundamentales sobre las salvaguardias institucionales—y si los próximos desafíos en política exterior serán enfrentados con verdad o mentiras politicizadas.