Uno de los crímenes periodísticos más repugnantes que he vivido tienen que ver con Cristina Fallarás, que ahora la incluyen en la lista de consejeros de RTVE, a comienzos del dos mil.
En esas fechas me encargaron que pusiera en marcha el diario El Barcelonés con sede en Santa Coloma, por encargo de una empresa que presumía de tener varios medios escritos en Madrid, y cuyo principal accionista era un tal Sanromán, dueño, cómo no, de una gran empresa constructora, Edisan. Debía haber negociado la construcción de una importante obra en esa zona de Barcelona, donde se hablaba castellano, para que me movilizaran de forma urgente y poner en marcha el diario, que a mi me vendieron como independiente.
En contacto con ciertos profesionales de Barcelona llego a contratar, como directora, a Cristina, que viaja a Madrid donde la confirman en el cargo. En pocos meses se hace con una brillante redacción de jóvenes periodistas y empiezan a imprimirse magníficos ejemplares de números cero. Y justo unos días antes de la inauguración del medio recibo la llamada de uno de los directivos de Madrid, que con voz temblorosa me indica que los del PSOE de Barcelona han montado el cristo al enterarse de que la Fallarás dirigirá el medio. Y que había que sustituirla porque de lo contrario boicotearían al empresario.
Yo no comprendía nada porque, entre otras cosas, sabía de la relación de militancia de Cristina con los socialistas, que no me ocultó cuando la contraté, pero el argumento es que había sido una periodistas de Pascual Maragall y la querían lejos de los medios. Ella entendió la papeleta y antes de que el proyecto de El Barcelonés se cerrara, y con ella la docena de periodistas que estaban en la nómina, aceptó marcharse sin pelear.
Tras poner en marcha el diario marché a Alicante donde monté El Mediterráneo para el mismo grupo. Era una época donde los diario gratuitos florecían como setas al abrigo de una publicidad generosa fruto del boom económico de la construcción. No volví a saber nada de Cristina Fallarás hasta que llegó la crisis, los desalojos de viviendas hipotecadas y ahí es cuando me desayuné con que a la periodista, joven madre, también le había llegado la carta de desahucio. Se me revolvieron las tripas y sólo pude escribir un artículo de solidaridad con la periodista. Le podía haber ayudado porque en aquellas fechas andaba en proyectos donde cabía como profesional, pero no supe localizarla. Luego la ficharon los de al Ser, como tertuliana, y me alegré.
Espero verla en el consejo de RTVE, que aunque algunos la presenten como de extrema izquierda, se que defenderá a la profesión y tratará de que los informativos, por lo menos, sean decentes.