Oímos hablar de los migrantes mucho por política, por tragedias, por miseria; y entonces la idea de trabajar con lo personal, con los aspectos únicos de cada persona era una manera de visibilizar todas esas historias de vida y valorizarlas en un “Un español en Alemania” todas las cartas se dirigen a seres queridos que están o que estuvieron en los sitios donde nacieron estas personas migrantes. Lo que tienen en común es el desarraigo vivido, aunque de manera distinta en cada una de ellas. Hay una tercera persona que nace en ti cuando emigras: la persona de allí, la persona de aquí y como un tercer ser que es la suma de todas esas sabidurías que el camino te va a dar.
Historias de vida de emigrantes
El destino tuvo separados a Elena Gómez y Pedro Fernández 10 años. Estaban hechos el uno para el otro, pero el destino quiso que no estuvieran juntos hasta una década después de su divorcio.
La historia de Elena Gómez y Pedro Fernández es el ejemplo de migrantes, que de vez en cuando hay que creer en San Valentín.
Siempre se han querido y ahora es cuando lo pueden gritar a los cuatro vientos. Juntos en Alemania. Imposible borrarles la sonrisa de felicidad de la boca, pese a lo que han vivido.
Hace 15 años, Cupido hizo de las suyas y entre ambos hubo un flechazo. Cada verano Elena pasó sus vacaciones en León, hubo un flechazo, 2.000 kilómetros les separaba y poco a poco se fue erosionando hasta la amistad. Cada uno siguió su vida, Pedro Fernández en León España y Elena Gómez en Solingen (Alemania). ¿Pero eran felices? Decían que sí, pero en el fondo ambos sabían que les faltaba algo.
Vivieron la vida como si de un guion de película se tratara. Ella conoció a alguien, se casó en Alemania, fue feliz... hasta que llegó el divorcio. La vida le dio dos bofetadas, pero era fuerte, muy fuerte. Ya estaba sola.
Su hermana también había puesto tierra de por medio y vivía feliz con su reciente marido.
Elena se aferraba a sus sobrinos, su trabajo, sus amigas... pero el corazón seguía roto. Hasta que Pedro volvió a cruzarse en su camino. 18 años después se atrevieron a dar un paso que muchos estaban esperando pero sólo ellos podían dar. ¿Los intentamos? Se preguntaron. El destino les tenía una mesa reservada en el restaurante del amor. Allí celebraron el último San Valentín.
Cartas que dignificar a los migrantes
“Mamá te escribo por Whatsapp para contarte algunas cosas, pero esta vez quiero que leas mi carta delante de toda la familia de España… Como tú ya sabías, he estado hace varias semanas liada con análisis y pruebas médicas, de las que esperaba respuesta. Yo lo veía venir, ya lo presentía cuando el doctor me citó aquel día, se me cayó el cielo encima, porque me dijo qué es lo que tenía… Ahora me dicen que estoy embarazada de tres meses, serás abuela”, escribe Elena, compartiendo alegría, amor y felicidad, por las nuevas tecnologías.
Emigrar sin la pareja es un reto para los dos. Por el tiempo transcurrido y lo difícil del reencuentro. Pasados meses o años, puede ser que los sentimientos, las ganas, no sean igual que con la despedida. El agua corre. La migración suele tener sentimientos encontrados: De entusiasmo por lo que viene, lo bueno que hay más allá, el cumplir un deseo, cuando es deseada y de tristeza por lo que dejas, de rabia e impotencia, si es obligada.