Las camionetas llegaron primero, transportando hombres armados hacia la cima de la montaña envuelta en niebla. Luego, las llamas aparecieron y devastaron un bosque de majestuosos pinos y robles. Después de que el fuego consumió el bosque el año pasado, las camionetas regresaron. En esta ocasión, llevaban plantas de aguacate que se están arraigando en los huertos dispersos por la cumbre, una vez cubierta de árboles, donde solían buscar hongos los lugareños.
"¡Nunca antes habíamos presenciado un incendio tan mortal como ese!", exclamó Maricela Baca Yépez, una funcionaria municipal de 46 años que ha vivido en Patuán, una localidad ubicada en las mesetas volcánicas donde el pueblo purépecha de México ha residido durante siglos. En el occidente de México, los bosques están siendo devastados a un ritmo alarmante. Mientras que la deforestación en lugares como la selva amazónica o Borneo es impulsada por la ganadería, la minería de oro y los cultivos de aceite de palma, en este lugar es alimentada por el insaciable apetito de Estados Unidos por los aguacates.
En la tala de bosques para darle espacio a los plantíos de aguacates, participan diferentes intereses, incluyendo grupos delictivos, terratenientes, autoridades locales y líderes comunitarios. En ocasiones, se incautan terrenos privados ilegalmente. Es posible que la mayoría de la deforestación realizada en las últimas dos décadas para el cultivo de aguacates haya sido en violación de la ley mexicana, que prohíbe el "cambio de uso de suelo" sin autorización gubernamental.
Hace menos de 40 años, Estados Unidos comenzó a importar aguacates de México. Desde entonces, el consumo de este fruto ha aumentado considerablemente. Esto se debe a las campañas de mercadotecnia que lo promocionan como un alimento saludable para el corazón y a la demanda constante durante todo el año de platos como tostadas de aguacate y rollos California. En comparación con hace dos décadas, los estadounidenses ahora comen tres veces más aguacates.
Activistas ambientales y de derechos humanos afirman que satisfacer esa demanda al sur de la frontera ha tenido un alto costo. Según ellos, se ha producido la pérdida de bosques, el agotamiento de los acuíferos utilizados para abastecer de agua a los árboles de aguacate -que requieren grandes cantidades de agua- y un aumento en la violencia impulsada por bandas criminales que desean ingresar por la fuerza a este lucrativo negocio.