Vladimir Putin defenderá con “uñas y dientes” la base naval de Tartus, la única instalación naval de Rusia en mares abiertos. Su ubicación en el Mediterráneo permite a la Armada rusa vigilar el escudo antimisiles desplegado en los destructores estacionados en la base hispano-norteamericana de Rota, al otro extremo de dicho mar.Así de tajantes se muestran fuentes de inteligencia naval europeas al valorar la estrategia del presidente ruso en Siria. Tartus, en la costa mediterránea, se ha convertido en la única base naval de la Armada rusa que se mantiene en condiciones operativas todo el año.
Los puertos rusos del Pacífico y del Polo Norte están sujetos a la variabilidad del clima y suelen permanecer cerrados una gran parte del año. En cuanto al Mar Negro, Crimea y los otros puertos solo son efectivos si los buques de guerra rusos acceden al Mediterráneo y al Atlántico atravesando el Bósforo bajo el control de la OTAN.
Tartus es la única base de la Armada rusa en mares abiertos y centro de espionaje electrónico
Desde Tartus los buques rusos establecen rutas de vigilancia sobre los cuatro destructores estadounidenses ubicados en la base hispano-norteamericana de Rota (Cádiz) que habitualmente patrullan el Mediterráneo y se adentran en el mar Negro hasta la península de Crimea.
Estos destructores están dotados de misiles y el
sistema de radar “Aegis” capaz de detectar desde el mar el lanzamiento de misiles de largo alcance o balísticos a varios miles de kilómetros de distancia y destruirlos en vuelo antes de que alcancen sus objetivos.
Moscú considera que, una vez finalizada la amenaza de Irán al renunciar a fabricar bombas atómicas, el escudo antimisiles balísticos puesto en marcha por el Pentágono en el seno de la OTAN tiene a Rusia como único objetivo.
Por otra parte, Rusia posee instalaciones de espionaje electrónico en Tartus que controlan Oriente Medio y el flanco sureste de la OTAN, según las citadas fuentes. Razones más que suficientes para defender “cueste lo que cueste” la permanencia de Moscú en territorio sirio.
Los tres objetivos de Putin en Siria
1 - En estos momentos el objetivo más importante de Moscú es defender con todas las “capacidades militares” su presencia en Siria, para lo cual es imprescindible que su interlocutor y aliado siga siendo el presidente Bashar al-Asad.
2 - El segundo es destruir, en la medida de lo posible, las infraestructuras del Estado Islámico que ha establecido alianzas con los movimientos yihadistas en Chechenia, Daguestán, Ingushetia, Kabardino-Balkaria y otras repúblicas federadas de Rusia. Putin quiere impedir al precio que sea que el islamismo se extienda por el Cáucaso ruso.
3 - El tercer objetivo, vinculado en cierto modo a los precedentes, es imponer a Bashar al-Asad como protagonista en cualquier solución negociada a la guerra. A diferencia de lo que hizo Mijail Gorbachov en 1990 en Iraq, cuando Moscú abandonó a Sadam Husein sabiendo que la coalición anglo-norteamericana preparaba la guerra contra Iraq, esta vez Putin se ha adelantado a una nueva intervención occidental y ha salido a defender su estratégico aliado Al-Asad.
Es la primera vez desde los años 80 que Rusia realiza operaciones militares de envergadura en el exterior de sus fronteras. Entonces lo hizo con una intervención masiva en Afganistán en defensa de su aliado el gobierno comunista de Kabul. Posteriormente, la desaparición de la Unión Soviética y el debilitamiento de Rusia como superpotencia tuvieron una incidencia directa en los gobiernos de Moscú que se mostraron incapaces de defender a sus propios aliados en la arena internacional.
Tanto en el caso de Afganistán como ahora en Siria, lo que ha movido a los dirigentes del Kremlin han sido consideraciones estratégicas. En el primer caso la URSS aspiraba aún al viejo sueño de la Rusia zarista de abrir una vía al Océano Índico a través de Asia Central; hoy se trata de defender la presencia militar rusa en Siria.
Células durmientes en Moscú
Los ataques rusos a las posiciones del Estado Islámico buscan igualmente debilitar la retaguardia de los movimientos yihadistas existentes en algunas repúblicas federadas de Rusia y de las “células durmientes” instaladas en Moscú.
El servicio secreto ruso FSB está convencido de que entre la comunidad islámica de Moscú -cerca de 3 millones de musulmanes-, hay numerosas células yihadistas en espera de pasar a la acción.
Con el fin de que la presencia rusa en el Mediterráneo Oriental no sea percibida como una amenaza, Putin ha puesto en marcha un plan para reforzar los vínculos económicos con los socios europeos principalmente en el mercado de materias primas y en garantizar el suministro energético del gas ruso.
Esta es, estiman fuentes de inteligencia europeas, la forma de aislar el “núcleo duro anti-ruso” en el campo occidental, que aún no se hace a la idea de la pérdida de Crimea, lo que para el Kremlin es irreversible.