Europa se asoma al abismo de la guerra
Por
Enrique MONTÁNCHEZ
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enriquemil21es/7/7/13
jueves 18 de junio de 2015, 19:39h
La puesta en estado de alerta de los sistemas de armas más modernos de Rusia y la OTAN, en medio de maniobras continuas y una escalada de las amenazas entre los dirigentes de ambos bloques, supera estos días los peores momentos de la Guerra Fría y acerca al continente europeo al abismo de la guerra.
El conflicto de Ucrania se ha convertido en la excusa del pulso entre la OTAN, liderada por Estados Unidos, y la Rusia de Putin para redibujar de nuevo el mapa de Europa tras la guerra de los Balcanes.
Estados Unidos planteó tras la caída de la Unión Soviética un doble objetivo geopolítico para la OTAN: integrar a la totalidad de los países del Este que constituían el Pacto de Varsovia -la organización militar homónima en el bloque comunista-, y atraerse a las nuevas naciones que formaron parte de la URSS, fundamentalmente la extensa y estratégicamente situada Ucrania.
El cálculo de los estrategas norteamericanos pasaba por aislar a Rusia, para que nunca más volviese a ser una gran potencia capaz de disputar a Estados Unidos la hegemonía mundial. Los thinktank de Washington tenían claro, hace 25 años, que China se convertiría en su gran adversario en el siglo XXI y que había que desplazar el foco de los intereses estratégicos hacia la denominada “cuenca del Pacífico”.
Volcarse al nuevo escenario del Pacífico suponía dar la espalda, en cierta medida, al escenario euroatlántico protagonista del siglo XX con dos guerras mundiales en las que la intervención militar de Estados Unidos fue decisiva. Sobre todo en la segunda, tras la victoria anglosajona que consolidóa Norteamérica como gran potencia.
Estados Unidos dirigió durante la Guerra Fría la política militar europea del mundo bipolar surgido en la Conferencia de Yalta. Después decuatro décadas logró derribar el bloque soviético gracias a los profundos errores del propio sistema comunista, al implacable acoso de la CIA, a la generosa propaganda y a la carrera armamentista culminada por el maquiavélico engaño de la “guerra de las galaxias” inventado por Reagan con la finalidad de colapsar la economía soviética.
La ampliación de la OTAN hacia el Este, a modo de “cordón sanitario”alrededor de la Rusia europea, prometía cerrar el círculo para dejar asentada la “pax americana” en el viejo continente y pasar a ocuparse de China. Pero Estados Unidos no previó que un coronel del KGB, buen conocedor del mundo secreto y sus artimañas, iba a dar al traste con un plan tan minuciosamente planificado y desarrollado.
La Rusia de Putin se siente rodeada y amenazada, y ha situado su “línea roja” infranqueable en las provincias prorrusas del este de Ucrania. Para Moscú, Ucrania es un territorio estratégico. Perderlo sería como una lanzada en la barriga de la madre Rusia. El jefe del Kremlin suele repetir que Ucrania es la antesala de Rusia en las ambiciones de Estados Unidos.
Teniendo claras ambas posiciones, es fácil imaginar los colosales intereses en juego. Washington quiere liquidar de la escena política a Putin, que le devuelve el golpe a Estados Unidos donde más le duele: una calculada estrategia para debilitar el dólar, con el visto bueno de China, consciente de que más temprano que tarde chocará con EE.UU.
Estados Unidos sabe que mientras que el dólar sea la divisa de referencia mundial está asegurado su poder hegemónico. Cuando dirigentes como Sadam Husein o Gadafi plantearon vender sus producciones de petróleo en otras divisas o en dinares de oro fueron apartados del poder violentamente.
Para doblegar al imperio americano, Rusia y China tratan de reemplazar el dólar como moneda de respaldo del sistema financiero internacional. La principal herramienta para alcanzar este objetivo es el grupo de economías emergentes formado por los BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Estos cinco países han creado recientemente el Nuevo Banco de Desarrollo y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII), destinados a terminar con el monopolio del FMI y del Banco Mundial, entidades tuteladas por Washington.
En medio, Europa, atrapada en una difícil disyuntiva: seguir el dictado de Estados Unidos y oponerse frontalmente a Rusia, o, por el contrario, crear una agenda propia que le permita mantener su estabilidad estratégica, no perder -Alemania sería la gran perjudicada- elatractivo mercado ruso y sus 145 millones de consumidores, y preservar el acceso a sus gigantescos recursos de gas y petróleo.
No es de extrañar, pues, que el castigo norteamericano a la adhesión de Crimea, seguido sin mucho ardor por la Unión Europea, sea unas duras sanciones económicas con el objetivo de infligir daños severos a la economía rusa y obligar aque Putin hinque sus rodillas en tierra.
Vivimos una guerra político-económica con capítulos muy significativos que van desde el acaparamiento de toneladas de oro por parte de los bancos centrales de Rusia y China para respaldar el rublo y el yuan en el caso de una inesperada caída del dólar, hasta la sintonía del gobierno griego de Tsipras con Putin, dispuesto a financiar la economía de Atenas en el momento que abandone el euro. O, en el extremo opuesto del Mediterráneo, el vuelco del mapa político español, una pieza todavía difícil de encajar en el tablero.
De la cada vez menos sorda guerra económica, se ha pasado en pocas semanas a que rusos y americanos muestren su músculo militar, un mal augurio en cualquier situación. Nunca, desde los momentos más álgidos de la Guerra Fría, la OTAN había realizado tantas y contundentes maniobras al mismo tiempo.
Solo en este mes de junio “Saber Strike-2015”(Sablazo) en los países Bálticos y Polonia, con la participación de 6.000 militares de 13 países. “Noble Jump” (Salto Noble), dentro del conjunto de maniobras terrestres y marítimas denominadas “AlliedShield” (Escudo Aliado), en las que participaron medio centenar de buques de guerra y 5.000 marinos y soldados de 15 países.Otras similares bajo el nombre “Baltops 2015”. Maniobras que anticipan el despliegue permanentede aviones y material pesado junto a las fronteras rusas.
Por su parte, Putin pone en máxima alerta sus fuerzas nucleares, anuncia el despliegue de sus mejores misiles de crucero apuntando hacia Europa y realiza maniobras masivas en todos los distritos militares de la Federación.
Ante un panorama tan sombrío es lógico preguntarse: ¿la respuesta militar es la única salida a una situación tan deteriorada?
Americanos y rusos tendrían que dar en los próximos días señales de que están dispuestos a negociar. Obama, a retirar las sanciones económicas y la presión sobre Ucrania. Putin, a dejar de conspirar contra el dólar y a desmilitarizar las provincias prorrusas de Ucrania, cuyo alto el fuego sería garantizado por una fuerza de paz de Naciones Unidas. ¿Llegaremos a verlo?