OPINIÓN

Hipotecas e impuestos

Jorge Molina Sanz | Sábado 10 de noviembre de 2018
Hoy mi viejo marino llegó al café con un archivador con toda la documentación de su casa: escritura de compra, pagos de impuestos, de notaría y registro; más todos otros pagos como tasación, gestoría, licencia de primera ocupación. En fin, todo un archivador.

Sorbí café, me sonreí y le pregunté por la carpeta.

― Voy a volver a guardarla; contrariado, porque esperaba la confirmación de la sentencia para reclamar los impuestos y coger mi barco para darme un viajecito; pero, una vez más, han ganado los bancos.

Me reí y le comenté que en este tema había unos ganadores, unos perdedores y unos sufridores —que son los que siempre pierden―, pero que los bancos no eran los ganadores.

Con su habitual sorna me dijo:

― Tú que siempre has dicho como Mark Twain: «Los bancos te dan un paraguas cuando hace sol y te lo retiran cuando llueve» ¿ahora vas a entrar en su defensa?

Esbocé una sonrisa cómplice, pero expresé que, haciendo un análisis somero los que han ganado por partida doble han sido los políticos.

Por un lado, se han ahorrado una situación complicada para las Haciendas autonómicas que, según el alcance de la retroactividad, podría haberles puesto en una situación complicada financieramente si hubieran tenido que devolver lo pagado por ese impuesto, aunque posteriormente se lo reclamaran a los bancos.

Por otro, se les ha abierto un campo nuevo para extender su demagogia, poder usar medias verdades; actuar vendiendo un burro cojo, y encima tener que agradecérselo.

Los perdedores son el estado de derecho y la credibilidad en la justicia.

Unos señores que han estado manteniendo una doctrina ―unos meses antes esos mismos magistrados habían sentenciado de forma contraria― y de repente modifican sustancialmente la doctrina hasta la fecha. Eso, con independencia que nos pueda interesar, nos hace pensar que se merman las garantías jurídicas.

Ese cambio radical no obedece a una interpretación de la ley, en función de la singularidad del caso que están juzgando. En estos casos los jueces se exceden de sus competencias que es la interpretación de la ley; dejan de hacer justicia para hacer política, están cambiando las leyes. Y eso corresponde al legislativo, no a las togas y las puñetas.

Al descrédito de la justicia, hay que añadir el daño que se le hace al estado de derecho. Las garantías jurídicas contribuyen a crear estabilidad, aportan seguridad a la sociedad y garantías para que podamos realizar todo tipo de actos, para firmar contratos o desarrollar la economía de un país; ningún inversor se acercará donde sabe que, en cualquier momento, por una decisión judicial arbitraria, puede verse abocado al descalabro.

El resto, los ciudadanos somos los sufridores. Solo podrían haber sido ganadores, de carambola, aquellos que hubieran comprado un inmueble en el pasado y estuvieran dentro del plazo de la retroactividad que marcase la sentencia. En ese caso podríamos haber asistido a otros problemas colaterales en la financiación autonómica.

En ese escenario la Hacienda hubiera tenido que reclamarles a los bancos. Con seguridad, en este caso, se hubiese abierto un larguísimo proceso judicial, que hubiese llegado a tribunales internacionales y con una dudosa sentencia, puesto que en esto no se trata de cláusulas leoninas, sino de ajustarse al contrato y al derecho consuetudinario.

La medida demagógica, populista y mesiánica sobre que la van a pagar los bancos no dejan de ser fuegos artificiales, porque es muy diferente quien tenga obligación de presentar ante Hacienda la liquidación del impuesto a quien realmente lo pague.

― ¿Hay alguna duda que la acabará pagando el que compra el inmueble?, comentamos al unísono.

Seguimos comentando y coincidimos en que alrededor de 25 % de lo que se paga por una vivienda está compuesta de impuestos y tasas. Por ello resulta demagógico que quienes tienen en sus manos el Boletín del Estado y los Boletines autonómicos se pongan reivindicativos y defensores de los sufridos ciudadanos cuando ese sufrimiento está en sus manos cortarlo de raíz.

Máxime cuando estamos hablando de un impuesto prácticamente inexistente en todos los países de nuestro entorno, y aquellos que excepcionalmente lo tienen su importe es aproximadamente una quinta parte menor al nuestro.

Mi viejo marino exclamó:

― Entonces con la compra de nuestras viviendas, en lugar de premiarnos por ahorrar y crear capital, lo que hacemos es financiar algunos de los despilfarros autonómicos.

Como siempre pensé lo incisivo y punzante que es mi viejo marino.

Pero en la aldea las cosas no se ven de esta manera, y aunque el mar aparezca en calma no por eso se dejan de ver las tormentas.

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