El presidente Donald J. Trump ha anunciado el levantamiento de las sanciones a Siria, marcando un cambio significativo en la política estadounidense y ofreciendo al país una "nueva oportunidad" bajo el liderazgo del nuevo presidente Ahmed al-Sharaa. Este movimiento busca normalizar las relaciones con Israel y se enmarca dentro de un esfuerzo más amplio por estabilizar la región tras años de conflicto. Al-Sharaa, anteriormente designado como terrorista, se compromete a colaborar con Estados Unidos en temas de terrorismo y reformas económicas. La decisión de Trump responde a presiones de aliados regionales como Arabia Saudita y Turquía, quienes ven en este cambio una forma de alejar a Siria de la influencia iraní. Sin embargo, críticos advierten sobre el pasado autoritario de al-Sharaa y los riesgos asociados con esta nueva estrategia diplomática.
Durante más de una década, Siria ha sido un escenario marcado por la guerra, las sanciones y el ajedrez geopolítico. Sin embargo, en un giro sorprendente de la política estadounidense, el presidente Donald J. Trump ha anunciado el levantamiento de las sanciones que han asediado a este país, brindando a Damasco una «nueva oportunidad» bajo su nuevo liderazgo y promoviendo la normalización histórica de relaciones con Israel. Este cambio radical se presenta como un triunfo para la paz y la revitalización económica, marcando el inicio de una nueva era en Oriente Medio, donde antiguos adversarios podrían finalmente alinearse contra el extremismo y la corrupción.
Entre los aspectos más destacados de esta decisión se encuentran:
Ahmed al-Sharaa, quien lideró Hayat Tahrir al-Sham (HTS), una facción vinculada a Al-Qaeda, ha experimentado una notable transformación. Tras derrocar al régimen de Bashar al-Assad en 2024, su gobierno busca legitimidad mediante la lucha contra ISIS, ofreciendo distensión con Israel y buscando inversión occidental. La decisión de Trump de levantar las sanciones —anteriormente impensable— refleja una apuesta pragmática: que Siria, liberada del estrangulamiento económico, pueda convertirse en un bastión contra el extremismo en lugar de un estado fallido.
«Buena suerte, Siria. Demuéstranos algo especial», expresó Trump durante su visita a Riad, resonando con su doctrina diplomática transaccional «América Primero». Al-Sharaa, quien alguna vez tuvo un precio de 10 millones de dólares por su cabeza en EE.UU., ha prometido «construir una Torre Trump en Damasco» y abrir las reservas petroleras sirias a empresas estadounidenses. Sin embargo, escépticos como el senador Lindsey Graham advierten que el ascenso de al-Sharaa fue «por la fuerza, no por voluntad popular», mientras que Israel permanece cauteloso ante las intenciones sirias.
En el núcleo del acuerdo propuesto por Trump se encuentra la posible inclusión de Siria en los Acuerdos de Abraham, acuerdos mediadores entre árabes e israelíes. Si Damasco acepta participar, sería el signatario más controvertido hasta ahora: un antiguo apéndice iraní alineándose ahora con Jerusalén. Trump lo presentó como un «acuerdo histórico por la paz», pero los riesgos son altos: Siria también debe asegurar prisiones del ISIS, expulsar milicianos palestinos y prevenir la consolidación iraní.
Los sauditas y emiratíes, que se opusieron durante mucho tiempo al régimen respaldado por Irán de Assad, habrían presionado a Trump para obtener alivio en las sanciones, apostando que una revitalización económica podría alejar a Siria del influjo iraní. «Lo que hago por el príncipe heredero», bromeó Trump, insinuando el papel detrás del escenario desempeñado por Riad. No obstante, las minorías drusas y alauitas temen represalias tras el ascenso del HTS; una tensión que debe ser manejada cuidadosamente por el acuerdo propuesto por Trump.
La guerra civil siria ha dejado más de 500 mil muertos y fue alimentada por «rebeldes moderados» respaldados por EE.UU., quienes posteriormente se pasaron al bando jihadista. Los ataques aéreos lanzados por Trump contra Assad en 2017 dieron paso a un giro pragmático: reconocer que al-Sharaa tiene ahora las llaves para lograr estabilidad en Siria. El ministro ruso de Relaciones Exteriores Sergey Lavrov había sostenido durante mucho tiempo que las sanciones «perjudicaban al pueblo sirio», y la decisión de Trump se alinea con la visión moscovita; sin embargo, esto podría alienar a los halcones bélicos dentro del propio EE.UU.
«Comprométete o empuja a Siria nuevamente hacia los brazos rusos», advirtió el representante Marlin Stutzman tras reunirse con al-Sharaa. La visión del líder sirio sobre convertir su país en un «centro comercial» similar a Dubái resulta seductora; sin embargo, como señaló el exembajador Robert Ford: «Él es autoritario por naturaleza». La pregunta persiste: ¿Este arriesgado movimiento traerá paz duradera o simplemente reconfigurará el tablero político entre los líderes fuertes del Medio Oriente?
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