Con el tercer rescate, la empobrecida Grecia se ha convertido en la nueva colonia de la poderosa Alemania. Nunca se vieron en la corta historia de la Unión Europea condiciones tan leoninas como las impuestas al país que fuera cuna de la democracia en el Acuerdo inspirado por la canciller alemana Angela Merkel, impuesto por Bruselas y aprobado por el Parlamento heleno.
Grecia entera está en venta. Alemania ha tasado en 50.000 millones de euros sus grandes infraestructuras (luz, gas, petróleo, puertos, aeropuertos) que serán privatizadas en los próximos años con la finalidad de afrontar el pago del tercer rescate de 86.000 millones, así como la deuda acumulada de 300.000 millones y sus correspondientes intereses que crecen día a día.
Todo ello unido a un durísimo plan de ajuste que obligará al pueblo griego a trabajar años y años para tratar de pagar tan apabullante deuda, en un país de apenas 12 millones de habitantes.
Las cifras no cuadran. Ni las privatizaciones ni una mayor carga impositiva a costa de recortar aún más las prestaciones sociales serán suficiente para devolver un tercio de la deuda.
De momento, no hay quita. Bruselas habló de reducir la deuda. Hasta el inflexible FMI, en un ataque de lucidez, estaba de acuerdo en que el tercer rescate fuese parejo con una reestructuración de la misma.
Pero la canciller de hierro y su fiel ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble se han opuesto a la quita. Argumentan que cuando el Gobierno de Tsipras -o el que le suceda si convoca elecciones anticipadas y la coalición de izquierda Syriza las pierde- dé señales de que Grecia cumple lo acordado, entonces se hablará de la quita.
Analistas y expertos aseguran que el tercer rescate es una huida hacia delante y que mucho antes de que concluyan los cuatro años de su duración, Grecia volverá a estar en bancarrota.
En ese tiempo parte de sus infraestructuras habrán sido adquiridas a precio de ganga por empresas europeas o chinas, el dinero procedente de las ventas irá a parar a los deudores, fundamentalmente bancos alemanes, el país estará algo mejor gestionado por el aliento en el cogote del Eurogrupo y los griegos empobrecidos.
Entonces, si las cuentas nunca iban a cuadrar ¿qué finalidad tiene esta tragedia puesta en escena por Bruselas con el guión escrito por Alemania a la que los europeos asistimos expectantes?
La respuesta vino del exministro de economía griego, Yanis Varoufakis, al desvelar tras ser cesado por
las presiones de Merkel el plan secreto de Alemania en unas declaraciones que dieron la vuelta al mundo.
Varoufakis explicó que el ministro alemán le dijo textualmente que el objetivo de poner a Grecia contra las cuerdas era “preparar el terreno para lo que Schäuble había decidido que era lo 'óptimo' mucho antes de que nuestro Gobierno fuese elegido: que había que facilitar a Grecia una salida ordenada del euro como medida de disciplina para todos aquellos Estados miembros que se resisten a su plan de reestructurar la zona euro”.
A Schäuble, con unas orejeras que le impiden ver más allá de la economía del euro, le faltó la visión geoestratégica de lo que se estaba jugando en Europa: que Estados Unidos no iba a permitir, bajo ningún concepto, que Grecia abandonase el euro y, de la noche a la mañana, cayese bajo la influencia de Putin.
Tras un par de conversaciones telefónicas con Obama, Merkel frenó a su ministro. Al fin y al cabo ¿qué supone un rescate de 86.000 millones en la inmensidad de la economía europea si con ello se evita darle al líder ruso, gratis y en bandeja, la salida griega del euro? Basta con observar un mapa para darse cuenta de la privilegiada posición geoestratégica de la península griega.
Merkel ha logrado, de momento, la cuadratura del círculo. Mantiene contento a Obama, consolida el liderazgo alemán en la UE y convierte a Grecia en una colonia al controlar el plan de privatizaciones de las infraestructuras griegas y la recapitalización de los bancos griegos.
No es una exageración. El nuevo organismo que llevará a cabo las privatizaciones -denominado “Fondo de Activos Estatales”-, estará supervisado por la Comisión; es decir, por Alemania que es quien manda en la Comisión, según desveló Varoufakis en las citadas declaraciones.
Las entidades bancarias griegas no podrán tomar decisión alguna sin consultar antes con las instituciones europeas y una parte sustancial de los ingresos por la venta de los activos griegos irán a parar a los bancos alemanes, en calidad de principales deudores.
El diccionario de la Real Academia Española define “colonia” como “territorio fuera de la nación que lo hizo suyo, y ordinariamente regido por leyes especiales”. ¿Les suena?