Hamas ha rechazado firmemente el plan de estabilización propuesto por EE. UU. e Israel, que exige la desmilitarización de Gaza bajo supervisión internacional. La organización considera que cualquier fuerza extranjera en la región sería una ocupación legitimada y se niega a aceptar un papel militar no palestino en la seguridad interna de Gaza. A medida que el plan enfrenta un estancamiento, los países potencialmente involucrados dudan en enviar tropas, temiendo conflictos con los palestinos. La situación en el terreno es frágil, con acusaciones mutuas de violaciones del alto el fuego y un creciente temor a un regreso a la violencia total. Mediadores advierten que el impulso hacia la paz se está desvaneciendo rápidamente.
La situación en Gaza se encuentra en un punto crítico, marcado por un **bloqueo total** entre la demanda de Hamas por un autogobierno palestino soberano y la exigencia de Estados Unidos e Israel de un Gaza desarmado bajo supervisión internacional. Hamas considera que la fuerza internacional propuesta representa una «ocupación legitimada» y ha rechazado de manera firme los elementos clave del plan.
El grupo palestino ha manifestado su negativa a desarmarse, argumentando que esto equivaldría a «eliminar el alma» de la organización. Además, se opone a cualquier papel militar extranjero en la seguridad interna de Gaza o a una autoridad gobernante no palestina.
El proyecto de Fuerza Internacional de Estabilización (ISF) enfrenta serias dificultades para concretarse. Los países potencialmente involucrados son reacios a enviar tropas, temiendo verse envueltos en enfrentamientos con los palestinos; en lugar de ello, están ofreciendo solo financiamiento o capacitación.
Este plan se encuentra atrapado en un laberinto interno. Exige el desarme total de Hamas, pero afirma que la fuerza internacional «no luchará contra Hamas» para lograrlo. Mientras tanto, líderes israelíes contradicen esta propuesta al afirmar que su ejército permanecerá en «la mayor parte de Gaza».
En el terreno, el cese al fuego es extremadamente frágil. Hamas acusa a Israel de bloquear la ayuda humanitaria y violar la tregua, mientras que Israel insiste en que el desarme debe ser prioritario antes de avanzar hacia cualquier otro paso. Con este estancamiento político, se genera un peligroso vacío y los mediadores advierten que el impulso hacia la paz está disminuyendo rápidamente.
A medida que se prolonga este cese al fuego inestable, las tensiones sobre el futuro del territorio se endurecen, llevando a un **impasse** significativo. Un alto funcionario de Hamas, Hussam Badran, ha dejado claro que cualquier presencia militar extranjera solo sería aceptable para monitorear el cese al fuego en la frontera, sin ninguna otra función.
Badran afirmó: «Los palestinos gestionarán la Franja de Gaza de manera independiente», rechazando así cualquier idea de que tropas internacionales puedan desempeñar un papel en la seguridad interna. Esta postura establece una clara línea roja frente a la visión de una fuerza extranjera supervisando la transición en Gaza, lo cual críticos consideran como una ocupación legitimada.
La propuesta estadounidense, impulsada por el expresidente Donald Trump, parece estar flaqueando ante esta resistencia y una amplia reticencia internacional. Aunque Trump sostiene que 59 países están dispuestos a participar en la ISF, informes indican que naciones árabes inicialmente consideradas clave ahora muestran cautela.
Las preocupaciones diplomáticas giran en torno al riesgo de que sus soldados puedan verse involucrados en enfrentamientos armados con los palestinos, lo cual sería políticamente perjudicial. En cambio, estos países ofrecen únicamente entrenamiento o financiamiento y no tropas para una operación terrestre arriesgada.
Esta vacilación se ve agravada por una ambigüedad crítica en el plan estadounidense. Mientras fuentes estadounidenses aseguran que «no lucharán contra Hamas», los términos del cese al fuego exigen el desarme completo del grupo armado.
Para Hamas, rendirse es impensable. Khaled Meshaal, presidente del Buró Político de Hamas, ha declarado que desarmarse sería como «quitarle el alma» a la organización. Sin embargo, Meshaal también ha indicado que tomarían medidas para limitar futuros ataques desde Gaza hacia Israel; esta oferta cae muy por debajo de la capitulación total exigida por el plan y por Israel.
A medida que las tensiones aumentan y las acusaciones sobre violaciones del cese al fuego proliferan entre ambas partes, mediadores advierten sobre un retorno inminente a una guerra a gran escala. La divergencia entre la visión de Hamas sobre un autogobierno soberano y la perspectiva estadounidense-israelí sobre un Gaza desarmado bajo transición supervisada por extranjeros constituye ahora el núcleo de una crisis sin una solución clara.